Jueves, 30 de julio de 2009 | Hoy
Por Javier Aguirre
El rock argentino, en su afán de exhibir autenticidad, muchas veces emprende una persecución casi macartista hacia cualquier recurso que pueda ser entendido como un mero artificio sofisticado “propio de caretas”, (como se señala en la jerga rocanrolera), o decididamente “propio de trolos” (como se señala en la jerga homofóbica). Por eso desde hace años, en pos de esa deliberada ostentación de naturalidad, los punteros del rock barrial elaboraron lo que llaman “el decálogo de chetadas a evitar”. Esa verdadera lista negra del rock incluye, entre otras prohibiciones, practicar coreografías, diseñar escenografías, viajar en limusinas, vestir con lentejuelas, ensayar el repertorio, comer con cubiertos y usar papel higiénico después de cada deposición. El seguimiento riguroso de estas normativas aseguraría alcanzar el ascético estado de gracia del rock and roll más rancio.
A la sombra de esta pequeña cosmovisión es donde nace Adoking, el trío de rock cuadrado que se autodefine como “menos refinado que la mierda”. El gran atractivo de los Adoking no está en la música sino en la autenticidad llevada al exceso que demuestran sus miembros, esa actitud que los convirtió en favoritos de las siempre concurridas FestiAchuras & Tinto Rebajado. Es que para garantizar que sus conciertos no tengan ningún tipo de afectación ni ninguna impostura en nombre del espectáculo, el trío se somete al llamado Compromiso Adoking, que consiste en asegurarse de que los músicos se enteren de la realización del concierto apenas diez minutos antes de salir al escenario. Para lograrlo, el productor de Adoking (una suerte de Malcolm McLaren, pero nacido en Florencio Varela) irrumpe en la casa de cada músico pateándole la puerta a la medianoche, los obliga a interrumpir lo que estén haciendo, los carga en su camioneta y se los lleva a tocar; por lo que muchas veces suben al escenario a medio vestir, sin bañarse, soñolientos, vomitados o hasta con la genuina frustración propia del coitus interruptus. ¿Hay algo más auténtico que eso?
* Cualquier similitud con la realidad responde a la ola polar.
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