JUSTO HOY ES EL CUMPLEAñOS DE KEITH FLINT DE THE PRODIGY
¿Banda electrónica con actitud punk o banda punk con mezcla electrónica? Keith Flint se juega por la primera opción cuando tiene que describir de qué se trata The Prodigy, la aplanadora electropunk más festivalera de todos los tiempos que viene a presentar el disco Invaders Must Die. ¿Los invasores deben morir?
› Por Daniel Jimenez
Cuando la década del ’80 empezaba a agonizar, la música inglesa inició una serie de transformaciones que, en cierto sentido, definirían los siguientes años de los destinos del rock, al menos para una buena parte del mundo. Al borde de la ebullición de la escena de Madchester, que tuvo sus cabezas visibles en The Stone Roses, The Inspiral Carpets, Happy Mondays y The Charlatans, se criaba en los bajofondos una vertiente cardíaca que mezclaría las drogas de diseño con la violenta velocidad de la electrónica, representada en un racimo de artistas que respondían a la llamada de una generación que haría del cuerpo un templo sagrado. Así es como The Prodigy empieza a tomar forma en la cabeza de un ambicioso joven llamado Liam Howlett; un músico cultor de los bites and beats que imaginó el vértigo del tecno más corrosivo aplicado a una agresiva performance de baile anarcopunk.
Howlett presentó a su criatura en The Prodigy Experience (1992), un muestrario de ritmos histéricos y quebrados que se distanciaba de los sintetizadores plásticos de los ‘80 y se adentraba en una verdadera revolución física y sensitiva que dio nacimiento a las “raves”; bacanales up tempo con pastillitas y alerta de arritmia que dominaron los clubes y las pistas de baile y que, por primera vez, sacaban la fiesta de las discos a espacios abiertos y multitudinarios. Pero Howlett necesitaba proyectar su concepto musical fuera de un estudio y experimentar en un nuevo campo: el escenario. Y para ello se rodeó de un trío de bailarines esquizofrénicos compuesto por Leeroy Thornhill, Maxim Reality y Keith Flint. De los tres (Leeroy abandonó The Prodigy hace nueve años), este último se hizo cargo del mic y encarnó como nadie la representación del Mefisto alienado de cresta punk, ojos delineados y expresión desencajada. “La música de The Prodigy podría parecer que viene de tres personalidades autodestructivas, pero no es así. Somos tipos muy pasionales que estamos todo el tiempo yendo hacia delante, y ahí no hay lugar para la autodestrucción, aunque vivamos en un mundo enfermo y violento; amamos lo que hacemos y nos divierte hacerlo. Quizás, en algún momento, mi vida se volvió un tanto autodestructiva, pero eso ya pasó”, dice Flint desde su casa en las afueras de Essex, en un parate de la gira de Invaders Must Die, su nuevo trabajo que lo traerá por primera vez a la Argentina a fines de octubre para presentarse en el Club Ciudad junto a Faith No More en el festival Pepsi Music.
Mientras Keith intenta explicar este momento del trío, el latoso ladrido de uno de sus seis perros se mete por la línea. A él, al menos, no pareciera molestarle: “Amo los perros; con ellos aprendí a sentirme mejor cuando lo necesité, por eso es que tengo tantos. Para mí son una conexión importante y necesaria”. Es difícil imaginar al pirotécnico cantante de The Prodigy corretear con sus pastores ingleses por el campo y arrojarles un palito un domingo a la mañana, pero este señor que hoy, 17 de septiembre, cumple cuarenta años y veinte de carrera se reconoce “un tipo tranquilo” que les escapa a los aviones. No por un temor no resuelto a volar sino porque las giras le “queman la cabeza”. Para hacerlo más llevadero, decidió experimentar el vértigo de un nuevo formato y comenzó a pilotear autos en Inglaterra en carreras de Fórmula 3. Todo sea para apaciguar la abstinencia de adrenalina: “A decir verdad, amo más los motores que los autos, y me di cuenta de que amo tanto los circuitos y los motores como el escenario. Son mis grandes pasiones. Y si puedo hacer las dos cosas el mismo día, es algo así como el paraíso. Yo tengo un lindo auto y algunos otros que no son ‘tan lindos’, pero no me gusta hablar de lo que tengo porque no tiene mucho sentido. Algún día me gustaría competir con Motörhead, ésa sería una buena carrera, pero quisiera que las reglas sean limpias para todos (risas)”.
–La verdad, no creo que hayamos cambiado mucho en todo este tiempo. Como banda, hemos respetado ciertas cuestiones éticas y hoy estamos en condiciones de hacer un show de puta madre. Este disco nos encontró más relajados y ansiosos. Queríamos ver que el disco estuviera editado de una vez para que los fans de The Prodigy puedan escuchar lo que estamos haciendo ahora. Honestamente, creo que como banda somos mejores de lo que alguna vez fuimos.
–Haber ingresado a The Prodigy fue una de las cosas que me cambió la vida, o al menos que modificó mi vida de manera sustancial. Sería muy tonto de mi parte no reconocerlo, pero te diría que decidí que debía ser más profundo el día que escuché All Mod Cons de The Jam. Desde ese día nada fue lo mismo para mí, y espero que también le haya podido cambiar la vida a alguien más, porque ese disco sí que es sanador.
–Mirá, empezamos la gira tratando de tocar en lugares parecidos, tanto en Europa como en Estados Unidos, y así es como queremos hacerlo ahora: primero tocar en lugares pequeños, y a medida que avance la gira poder hacerlo en sitios más grandes. Es como si te pusieras a construir desde abajo para luego levantar esos cimientos lo más alto que puedas.
–Como la gente se podrá imaginar, tocamos temas de Invaders Must Die, entre seis y siete temas, y el resto son canciones de los discos anteriores y dos bloques con zapadas que surgen del último material que estuvimos tocando, porque así se inició el proceso de grabación de este disco: zapando en el estudio entre los tres. Invaders Must Die es un disco que nos llevó dos años desde que lo empezamos a pensar, y muchas de las canciones que terminaron en el álbum nacieron de zapadas; así es como comenzamos a trabajar para este disco. Para ser sincero, hoy la banda está con mucha energía y cualquiera que conozca a The Prodigy sabe de lo que hablo; no somos Madonna o Britney Spears: somos una banda real que te pasa por encima con beats y bombas. Eso es lo que hacemos.
–De todos, especialmente de Liam. En la banda todos mantenemos nuestros oídos contra el suelo y estamos muy despiertos a lo que sucede, porque a todos nos gusta el dub. No tratamos de convertirnos en una máquina de drum and bass, ni mucho menos. Si vas a una fiesta bailable te vas a encontrar que hay distintas pistas con diferentes estilos de música y eso está muy bueno, porque nada nos es ajeno. Igual, de todos los personajes, a mí me tocó ser el bailarín del equipo (risas).
–Las giras no son lo que más me gusta, debo admitirlo. Es la parte del camino que menos me agrada. Todo se trata de esa hora que estás arriba del escenario, porque después los viajes son una verdadera pesadilla. A Liam le gusta mucho salir e ir a fiestas, lo mismo que a los otros chicos de la banda. Yo prefiero no salir mucho. Mi fiesta personal se da cuando estoy grabando un disco y cuando puedo entregar un 110 por ciento en un show, porque eso sigue siendo lo más importante. Los conciertos son mi droga favorita y tocar en vivo este nuevo disco es ahora mi droga, y estoy totalmente recargado.
–Sinceramente no me fijo dónde nos encasillan y menos adónde nos llevará este álbum. Lo que sabemos muy bien es que un buen disco hace que tu música llegue más fácilmente a los primeros lugares de los charts y te lleve a ciudades maravillosas, permitiéndote expandir tu música y llevarla a otros sitios. Para nosotros hacer un buen disco es la mejor manera de viajar y poder desarrollarte, no solamente como artista, aunque no soy de fijarme dónde nos van a poner los medios.
–No, lo sentimos en el estudio. Apenas empezamos a ensayar sentimos otra vez que estando juntos las cosas funcionaban de una manera natural y que lo banda era real y lo que estábamos tocando era real, por eso estamos muy felices de haber hecho este disco. Todo se trata de vivir lo más intensamente posible, porque estar en una banda no es estar en un trabajo. Sé que si querés hacer de esto una carrera, en algún momento tenés que volverte profesional, pero todos decidimos que no íbamos a trabajar en un banco. Hacemos lo nuestro y es una gran fiesta: nadie se va a deprimir en un show de The Prodigy y vamos a dejar a todos saltando. Nuestro sonido es feroz y de eso se trata todo.
La participación de Keith Flint en la vida de The Prodigy (así como The Prodigy) ha sido un tanto errante. Luego de disfrutar el éxito (más de 20 millones de copias vendidas en todo el planeta) con discos clásicos de la cultura rave como Music for the Jilted Generation (1994) y The Fat of the Land (1997), la banda empezó a sufrir tensiones internas que llevaron al alejamiento de Leeroy en 2000 y, poco más tarde, el que buscaría nuevos horizontes sería el mismo Flint. Lejos de Howlett y su teclado loco, Keith armó Flint, un proyecto de punk rock podrido (¿el hijo futurista de Johnny Rotten?) con el cual editó un único álbum simple y directo que fue destrozado por la crítica. Para quien fuera la voz de tecnopesadillas como Firestarter, Breath y Smack my Bitch up y ayudante de construcción de un nuevo hábitat electrónico, The Prodigy fue a partir de ese momento un hogar lejano administrado por un solo dueño: Liam Howlett. Sin Keith y Maxim, el tecladista convocó a algunos amigos y a la carismática actriz devenida en cantante Juliette Lewis y se mandó en 2004 con Never Outnumbered, Always Outgunned; un disco direccionado a la pista de baile, pero sin la mística y la prosa esquizofrénica de Flint. Al fin y al cabo, The Prodigy era su criatura. “Mirándolo hacia atrás, se podría decir que aquél fue más un disco solista de Liam que un álbum de The Prodigy, porque ni Maxim ni yo formamos parte de ese proyecto sino que fue Liam el único que estuvo detrás de todo”, explica el cantante. Aun así, Flint y Maxim regresaron para la gira presentación e incluso llegaron a poner sus voces en algunos singles que se regrabaron posteriormente.
–Sí, fue como lo imaginé, aunque no suelo fijarme mucho en los públicos y en cómo nos van a recibir cuando tocamos, te soy extremadamente honesto. Sé que el público argentino es muy caliente, ya me lo dijeron, y podría decirte alguna frase de compromiso para quedar bien antes de tocar allí, pero la verdad es que no puedo decirte que un público es mejor que otro; creo que son todos parecidos y nosotros estamos muy felices de que nos reciban tan bien en cualquier parte del mundo, pero no estoy atento a ver si un público es mejor que otro, por eso no espero nada especial de nuestro show en Buenos Aires. Sólo puedo prometer que va a ser un terrible show y que no deberían perdérselo.
–¡Claro que me gusta! Son una gran banda y lo puedo apreciar en el escenario cada vez que tocamos con ellos. Faith No More, al igual que nosotros, dejó una pequeña marca en los ‘90 y hoy goza de una vigencia increíble. Es una gran banda con un gran cantante y un gran artista que es Mike Patton. Va a ser un placer tocar con ellos en Buenos Aires.
–Definitivamente The Prodigy es una banda electrónica con actitud punk. El verdadero punk murió en 1977.
* The Prodigy se presentará el viernes 30 de octubre en el Club Ciudad de Buenos Aires en el Festival Pepsi Music 2009.
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