BOOM VIRTUAL DE LAS MUJERES DE LA FACULTAD DE FILOSOFIA Y LETRAS
LES DICEN “LAS CHICAS DE PUAN”, EN HONOR A LA CALLE DONDE SE DICTAN LAS CLASES DE LA FACULTAD DE FILOSOFIA Y LETRAS DE LA UBA, Y ESTAN HACIENDO “FUROR” EN LA WEB 2.0. POLA OLOIXARAC CON SU NOVELA LAS TEORIAS SALVAJES, MALENA PICHOT DESDE SU BLOG LA LOCA DE MIERDA, Y EL DOCU-FICCION FILO, CRONICAS DE UNIVERSIDAD, PROTAGONIZADO POR LUCIA EN EL CANAL ENCUENTRO, SON LA PUNTA DEL ICEBERG.
› Por Federico Lisica
La última columna de “Las Chicas de Letras se masturban así”, firmada por Elsa Kalish, data de fines de 2005: once artículos que –regados de napalm y ovarios– se publicaban en el site El interpretador (para saber más sobre la enigmática escritora basta con googlear). Había reflexiones cotidianas, parricidios a figuras de la cultura, citas a Marcelo Polino, visitas al Malba y a todos los circuitos y obligaciones que una estudiante de la UBA –ejem, de Puán– debía cumplir (“Las Chicas de Letras somos inteligentes y algunas incluso robamos suspiros de peatones. Eso no está en discusión. Lo que sí está en discusión es qué hacemos nosotras con esa inteligencia”, señaló).
Pero la esquizofrénica veinteañera dejó de lado sus confesiones justo cuando adquirían cierto run run. Por ese mismo entonces, una estudiante de Filosofía de la misma casa de estudios comenzó a idear “un libro re nerd, una comedia negra sobre el mundo contemporáneo y el estado de la cultura”, asegura Pola Oloixarac, autora de Las teorías salvajes (Editorial Entropía). Guión perfecto para una Sofia Coppola aporteñada, el libro narra varias historias en paralelo: la de Rosa (enamorada de un titular de cátedra, empecinada con llamar su atención, hacer carne su teoría) y la de K (que junto a su novio recorren el under porteño a dosis de sexo grupal, ketamina, performances electrónicas y trabajos de campo). Una tiene mascotas con nombres pomposos; la otra cree que McDonald’s es el último bastión de la democracia; ambas tienen una enciclopedia en la CPU conectada a sus neuronas; y sus destinos están cruzados con el de un antropólogo que estudia tribus africanas (tan lejos, tan cerca de las que se hallan en Puán 480).
“Las voces están por todas partes: a veces vienen y te hablan directamente, y está buenísimo. Escribir es terriblemente solitario, entonces te armás tus amigos dentro de la novela y te divertís con ellos”, señala Pola, quien moviliza al lector: ha interpelado a la teoría literaria y al ámbito universitario con esta ficción en la que las nuevas generaciones desmiembran a las del pasado reciente (incluido un videojuego con guerrilleros y militares), y los tratados políticos o biológicos se tiñen con un tono de rosa chicle (como el de la tapa del libro).
¿Pola monta a pelo una endemoniada narrativa del Yo? Totalmente. Responde por mail: “Si querés escribir, no podés tomarte en serio esas separaciones (ficción, realidad, what?), porque no son verdaderas y no podés partir de algo falso si querés hacer una ficción tan atrapante que tenga su forma particular de verdad. No creo que haya una equis autobiográfica que luego se vuelca en la novela, au contraire: la novela te dicta qué hacer, dónde meterte, porque ella organiza (secreta o abiertamente) tu vida”.
“Pongo en rec la idea y la empiezo a decir. Tengo la teoría de que todo lo que bajaste de tu cabeza y le encontraste una forma, ya es ficción. Tal vez cuando tenga 40 años escriba un libro sobre un asesino serial con la pija grande, pero ahora me sale referirme a mis problemáticas”, grafica Malena Pichot aka La loca de mierda (le quedan cuatro materias para salir enharinada del edificio sito entre Parque Chacabuco y Caballito). Con veintipico, desairada por un chico, deprimida y viviendo sola en un departamento en Caballito, decidió contar ese presente a la cámara de su laptop y subirlo a Internet. Con los siguientes videos generó un boom, tanto como para que sea copiada y hoy sea su trabajo (“No estoy enojada, te hablo así porque soy intensa”, reza el lema de su espacio en MTVLA.com).
Ciento por ciento honestidad brutal sobre su día a día, lo incómodo y absurdo (sea su gato tomando agua con la pata o hablar con su encargado), incluso para superar el mote de “minita que habla a cámara” (“ya son casi un género”, explica). “Lo que hago es exagerar. Digo en un video: ‘No quiero que me llamen gauchita’. En realidad me chupa un huevo si me llaman así. Vuelvo todo un absolutismo.” El histrionismo lo cultivó en escenarios cantando jazz, y el apego al mundo looser y lo observacional, del gusto por comediantes como Ricky Gervais y Larry Seinfeld. “Siempre soy yo. No soy actriz. No digo algo que no haya escrito yo. El stand up que hago nació de un blog que tengo que se llama Tu Concheta, un personaje que me armé cuando empecé a estudiar Letras, era un sapo de otro pozo. Después me di cuenta de que nadie era hippie. Y te va cayendo la ficha de que todos somos burgueses. ¿Por qué el disfraz de 1968 para luchar? Y levanté la bandera de la concheta.”
Autodefinida como una “hija de clase media progre”, dice “amar a Puán desde un lugar romántico y prestigioso”. Sueña con hacer un video en donde atraviesa los afiches que pueblan sus paredes. Cree, además, que parte del secreto de su éxito está en haber llevado a imagen las narrativas allí aprendidas. “Puán es la academia y va por fuera del canon. No sé si en otra facultad hubiera conocido a Copi. Y sí, hay mucho freak. Está bueno.”
En la novela de Oloixarac, Puán –Filo–, más que un lugar, es otro personaje, un todo biológico con sus extremidades (alumnos, ayudantes, claustros, “merchandising del Che”, “ropajes batik”, baños “pálidas imitaciones de Duchamp” y alimentos a base de panes rellenos). “Es un lugar muy cómico porque tiene una jungla muy especial. Pero la novela no es para gente de la facultad, ni está en clave para que sólo la entiendan los estudiantes.” Las teorías salvajes hace de la vieja máxima (“pinta tu aldea”) una ordenanza consciente, sarcástica y vivencial, tan reverenciada como criticada, en la que pensamientos duros conviven con posteos sobre música ochentosa y paquetitos de Sweet Mints. “Lo pop entra más bien a enfatizar lo contemporáneo”, afirma su autora, a quien no deja de sorprenderle que un libro con doctrinas filosóficas “sea considerado cool”, como que se haya dicho que era “un bichito promocional” (“molesta reconocer que la dupla escritura e inteligencia puedan ser cosas de chicas”, asegura). “Pobre Pola –suma Pichot–. Los críticos se desesperaron porque hablaba de Puán. ¿Y qué? ¿Tiene que ponerse a hablar de los supermercados? No se le achaca que sea aburrido, ni que la historia no garpe, sino lo del mundillo, o que esté lleno de teorías.”
Pichot sabe de ataques, el totalitarismo del comment en la era 2.0 se vuelve alimento para su pececito hambriento. “El bardeo es un poco el juego de Internet. El público tiene ese lugar, pero también tenés la posibilidad de decirle: ‘Y vos sos un pelotudo’.” El mismo ámbito donde divide aguas Las teorías salvajes (que incluye instrucciones para hackear Google Earth): “Algo muy lindo fue ver cómo la novela montaba su propio casting de personajes en vivo: los comentadores de blogs actuaban según los guiones que yo había descripto, y hubo otros que me pidieron que me retracte de la novela (¡una ficción!) y que le haga un desagravio público a Puán. Las teorías salvajes creaban teorías salvajes sobre sí mismas, sobre mí, sobre Puán, todo cargado de un componente urgente y ultraviolento”. ¿El resultado de empolvar a sus Ms. o Mrs. Hyde? “La gente me grita: ‘¡Eh, loca de mierda!’. Buenísimo, que confianza, che”, expresa Pichot, levantando el pulgar con un tic propio. “Yo oscilo entre la fobia y la curiosidad antropológica, y disfruto bastante de las dos. Tiendo a pensar que el mundo contemporáneo nos brinda a los escritores modos insospechados de jugar con las fantasías de la gente, que en definitiva es algo muy similar a escribir”, piensa Oloixarac.
Los ejemplos pueblan la web. A Pola y a Pichot se las ve posando a cámara en el blog Puán y su moda, un collage con lo que Kypris, su creadora, llama “puaner” (sic). Filo, crónicas de Universidad (una docu-ficción de la señal Encuentro) presenta una suerte de contrapartida. Lucía (¡es de ficción!) “hilvana, entrelaza” distintas temáticas como “literatura y cultura popular”. “Entre el 65 y el 70 por ciento de los estudiantes son mujeres”, responde Jorge Gugliotta, secretario general de Filo sobre el porqué de la elección femenina. “Se buscó construir un personaje que ‘pase inadvertido’ en un pasillo, en una clase. Como muchos estudiantes, vive lejos de la facultad y viaja mucho en transporte público, aprovechando el tiempo para estudiar. Además se hace preguntas, lee y se relaciona con otros”, de allí que defina a este singular proyecto como un relato coral. El objetivo es compartir conocimiento bajo el timing catódico; ayudan una buena edición, la musicalización que va de Apocalyptica a Sigúr Rós, y la lente “mostrando” los ritmos, la estética y reglas de esa mole que aglutina nueve carreras. “Buscamos corrernos de los estereotipos que, desde el sentido común, se asocian a Filo”, indica Gugliotta contra las imágenes construidas por afuera. Oloixarac pervierte la fórmula: “Las chicas de Filosofía y Letras siempre fuimos una estirpe peligrosa. Cuando se decidió que la facultad se trasladaría a su actual reino en Puán, fue porque se quería aislar lo más posible al estudiantado de nuestra alta casa de estudios”.
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