ESCRITORES QUE ROCKEAN
Con las tertulias literarias convertidas en espacios pseudo rockeros aparecieron escritores que querían subirse al escenario. Mariano Quiroga, Sebastián Matías Olivera y Adrián Bechelli publican libros, hacen canciones... y las tocan.
› Por Julia González
Hay antecedentes de músicos que publicaron libros, como Spinetta con su poemario Guitarra negra, editado hace poco más de treinta años o, un poco más cercano a estos días, Rosario Bléfari, con La música equivocada. También se puede nombrar a Jim Morrison quien, antes de que surgiera The Doors, rumbeaba para el lado de las letras, empecinado en que se lo reconociera como poeta y no como estrella de rock. Pero el camino fue el mismo que los dos ejemplos anteriores: primero llegaron los discos y luego los libros. Con el resurgimiento de las tertulias literarias que antes solían asociarse con el súmum del aburrimiento, aparecieron también los escritores que componen canciones. Estos poetas que desacartonaron la escena, que recitan como hablan y se anuncian en flyers como rockeros, se arriman a la música como una forma de expresión inevitable. Mariano Quiroga, Sebastián Matías Oliveira y Adrián Bechelli comparten algo más que el circuito literario y las periferias de Caballito. Los tres publicaron libros por la editorial independiente Milena Caserola y hacen canciones que tocan en ciclos de lecturas, en la Feria del Libro Independiente o en fechas exclusivamente musicales. Es más que un detalle el hecho de haber elegido a Milena Caserola para publicar, detalle que los hermana silenciosamente en una actitud rockera.
Quiroga (porque los escritores suelen llamarse por sus apellidos) tiene una mirada desconfiada. Mira y mide. Es un punkie tocando tango o música clásica, y no sonríe hasta que se olvida del control y le sale una expresión de nene que sacude su costado emocional. Después de haber estado peleado con su entorno musical, que no era otro que el de la Escuela de Música Juan Pedro Esnaola, Quiroga se les animó a las canciones. Y no le tiembla el labio cuando dice que quería juntarse con personas que no fueran músicos, “porque los músicos son unos idiotas. Toda mi secundaria la pasé con músicos y prefería algo más beatle, o sea, unos amigos que toquen, porque en definitiva la música se termina dando por ese lado, con la química que tenés con el otro. Y ahí lo conocí a Seba”.
Sebastián Matías Oliveira es su compañero en Suaves Dedos Finos, la banda que armaron luego de un taller de periodismo dictado por Enrique Symns en el que el monologuista de los Redondos desertó. Pero ellos tenían un viajecito en el 15 desde Florida hasta Caballito, y así nació la ansiada amistad beatle. Pero al margen de la banda que tiene con su compañero, Quiroga se presenta solo con su guitarra en las lecturas ambulantes de Capital. Canta y toca sin amplificar ningún equipo y no se parece a nadie, aunque siempre se busque alguna influencia, un registro en la voz, en la forma de tocar que encarrile hacia algún prócer del rock.
¿Primero llegaron las letras o la música? No se sabe a ciencia cierta, pero el primer contacto que Oliveira tuvo con el rock fue a través de un casete de Bridges to Babylon, que los Stones editaron en medio de sus visitas maratónicas a River. Su viejo le hablaba de sus majestades satánicas y, a partir de ahí, Oliveira empezó a armar canciones mientras tomaba clases de guitarra y se curtía en los recitales como espectador. Pantalones oxford, chalecos a lo Robert Plant y botas texanas son parte de la indumentaria que define a este chico musicalmente anacrónico, algo perdido en el tiempo. Oliveira tiene dos poemarios (una suerte de fanzines), y tres libros editados: Todo texto debe autovalerse, la novela Presente Gourmet, y Suaves Dedos Finos (“más antológico”, define el autor), editado especialmente para llevarse de viaje. La presencia de Oliveira es asidua en las noches del Pacha, reducto literario ineludible, ya sea recitando sus textos rebosantes de rock, con pepas que no pegan y noches sagradas en Cemento, o leyendo los textos de su compañero Quiroga.
En “No future”, de Vida calles hospital, su último libro, Quiroga escribe en versos: “No me molesta / desayunar agua y pan de ayer. / Voy a cumplir veinticuatro, / cuatro libros editados, / un CD y el pescado sin vender”. Y aunque le robe el título a los Sex Pistols, el escritor aclara que tiene una formación clásica, y que a los cinco, cuando empezó a tocar el piano, mechaba a Bach, Vivaldi, Mozart y Beethoven con el Topo Gigio.
“La gente que viene a mi casa / se viste raro. / Son todos poetas / aunque escriban una línea por mes”, es el comienzo del poema que Bechelli les dedica a los que deambulan por su casa en Poemas para volver a mí. Detrás de Impecable, el primer disco triple de Bechelli (“sin contar los cuatro anteriores, que cuando se acercan al primero se vuelven cada vez más impresentables”, confiesa), hay una historia mística que va más allá de la música. Tiene que ver con el número nueve, que a su vez se relaciona con lo espiritual. Bechelli explica que es místico porque tiene 27 canciones, repartidas en tres discos de nueve cada uno; nombra al Tao Te King, libro del pensamiento taoísta, de 81 capítulos “ocho más uno, da nueve. El nombre, que es Impecable, quiere decir sin pecados, que es un concepto claro del disco, un estado que es la impecabilidad de la que hablan un montón de libros místicos, incluso Castaneda habla de la impecabilidad. Y después azarosamente pasaron otras cosas, como que impecable tiene nueve letras, yo no las había contado, que yo tengo 36 años, y tres más seis da nueve también. El día que salió de la fábrica era 9, en el show presentación del disco éramos nueve en el escenario y cuando me bajé dije: ‘Guau’. El día que tocamos justo cumplía nueve años que me mudé acá, a mi casa, ¿entendés?”, se sorprende.
Simple es el CD que Sebastián editó con dos canciones, Mirame y La chica del kiosco. “Es un EP adelanto. Esos temas están grabados en toma directa y lo grabé como para tener, porque por ahí iba a tocar a algún lugar y algún colgado me preguntaba si tenía algo y no tenía nada, entonces me pintó”. En la contratapa del arte de Simple, Oliveira se pregunta si disco es cultura y responde que rock es cultura, “como lenguaje, códigos que se comparten, hasta una estética. Por ahí ves a alguien y decís ‘es rockero’, y lo podés identificar”. Estas canciones tienen el encanto de ser cantadas a lo Moris, el padre de la insatisfacción, con esa voz seca y tirando frases directas. Y conmueven, justamente, por simples y setentosas.
Impecable fue producido por Juanito el Cantor, que también participa en el disco. Los temas son simples, a veces a grito pelado, otras casi recitados, medio calamarescos. “Ayer me besé con otra / estuvo bueno pero te extrañé / la forma de tus manos y tu boca / tu calentura de pendeja putona (...)”, canta en Multitrack emocional. Las canciones tienen un costado alegre y raramente exceden los tres minutos, están tocadas con cajón peruano, algunos charangos, percusiones y teclados. El arte de tapa son dibujos de Bechelli.
“Soy bastante autobiográfico. Si tomás Punki lesbiana (track 20), es el beso de dos chicas punk en un recital punk y fue un estado repentino, como un flash místico en ese contexto, y el tema dice que baja Dios y se copa con los peinados raros y me parece que es una linda forma de hablar a lo espiritual también.” Tanto en su libro como en sus canciones aparece la noción del Zen, que Bechelli traduce en su arte y lo pone al servicio de su propia vida. Hace cinco años comenzó una búsqueda personal que lo fue llevando hacia el lado espiritual. Así llegó al reiki. En lo musical, esta fuerza compositiva se traduce en la abundancia y el concepto de un ser artístico del cual brota la creatividad, como algo natural que lleva a cierto desprendimiento del ego.
En el caso de Quiroga, primero llegó la música y luego las letras. “Me gustó la guitarra siempre, estudié contrapunto y orquestación, y el rock es un derivado”, cuenta. Para él todo lo que pasa, por ejemplo en la Feria del Libro Independiente, es cultura rock. De hecho allí estuvo tocando, al igual que Bechelli y Oliveira, durante la última edición, en IMPA, anticipando una movida artística que une el palo de las letras con la música.
* Mariano Quiroga y Sebastián Matías Oliveira tocan con Suaves Dedos Finos el lunes 28 en El Marquee (Scalabrini Ortiz 666) a las 21. Entrada libre.
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