Fue la década de las canciones. Los discos se desmembraron paulatinamente, los soportes se deshicieron en formatos virtuales, los temas musicales se hicieron transportables, y el show en vivo fue la forma más importante de recuperar a la industria que ha luchado toda la década contra Internet, ese monstruo fabuloso y poderoso que está cambiando las reglas de casi todas las cosas que conocemos. De allí que cuando Juan Manuel Strassburger apareció con la idea de recolectar las 100 canciones de la década que ya está terminando, las charlas sobre lo que tenía que ir –más una ajustada dosis de arbitrariedad que siempre es necesaria para sostener cualquier argumento– se convirtieron en discusiones encarnizadas sobre lo que tenía que ir y lo que no (y seguimos debatiendo hasta el cierre de la edición), básicamente porque han sido las canciones –más que los discos, como tal vez era en décadas pasadas– las que se hicieron banda de sonido de los últimos dos lustros. De la convertibilidad a la pre-crisis, del estallido social a la durísima post-crisis, de la llegada del kirchnerismo hasta la explosión de Cromañón (sin duda el punto que marcó la década entera con el antes, el durante y el después), de la asunción de Cristina a los cortes ruteros del lockout agrario del año pasado, y ahora con el debate por la ley de Servicios Audiovisuales de fondo, siempre hubo tiempo para escuchar esos temas que rondaron por la web, atravesaron las radios y se descargaron a cualquier tipo de soporte digital, o fueron festejados en los recitales, tal vez el único espacio que queda para la conexión corporal con el músico (y con el negocio). Como cualquier organización de la información que se precie de tal, decidir cuáles son las 100 canciones que marcaron la década siempre tiene algo de capcioso. Y seguramente muchos levantarán las banderas del mouse para decir “falta éste”. Pero la selección que ofrece el equipo del NO tiene que ver con lo que pensamos que está en el inconsciente colectivo de los lectores del suplemento. Megalómanos empedernidos, militantes de la estética, discutidores hasta el hartazgo de los más pequeños detalles de la edición. En términos muy generales, el rock pasó de ser banda de sonido del contrapoder, a quedar un tanto desorientado cuando muchas de las banderas de los músicos que crecieron durante los ’90 se plasmaron en el gobierno kirchnerista. Cuando arrancó la década, las puntocom eran todavía una burbuja que se inflaba, Napster era un experimento de laboratorio, todavía no habían llegado los grandes festivales esponsorizados, y era mucho más fácil gritar en contra de todo. Al menos, se puede decir que cargando estas canciones a un transporte digital van a servir de ayudamemoria.

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