LOS ARBOL NO QUIEREN ETIQUETAS, PERO SE BANCAN UNA AUTODEFINICION. AHI VA:
Con su sexto disco en las bateas, el cuarteto profundiza un modo de trabajo en el que cualquiera de los integrantes puede “ponerse la 10” y guiar al resto, y donde las canciones son como ramas que crecen en diferentes direcciones, sin padrastros limitantes. No me etiquetes, pide el disco. Y ellos también, claro.
› Por Luis Paz
Cuenta la leyenda que una noche, no hace mucho tiempo, Pablo Romero se quedó dormido y Carlitos se metió en su sueño para mostrarle un tema. No fueron ni Menem ni Gardel, sino Carlitos Rodríguez, también conocido como Boom Boom Kid. El sueño y la canción fueron compartidos al resto de los Arbol –como tantos otros sueños y canciones previos– y tomó forma en Es verano, el sexto track de No me etiquetes, la sexta producción discográfica de la banda de Haedo, que ocupará vaya uno a saber qué batea en los próximos días. En la búsqueda de más anécdotas y para intentar desentrañar con Pablito Romero, Martín Millán, Seba Bianchini y Hernán Bruckner la posibilidad de una musicalidad más allá de todo rótulo, el NO se perdió entre los talleres mecánicos y las parrillas al paso de Warnes hasta llegar al cantero de Arbol. Perdón, a su bunker en Caballito. Y bueno, allí pasó algo muy parecido a esto...
“La semillita de este disco fue de Pablo, que llegó con la idea de canciones que tiraran una energía positiva. Veníamos con esta vibra rara de acarrear una crisis y una pandemia, y grabar este disco fue hacernos cargo de que somos un grupo que hace música para la gente llevando un mensaje de alegría”, da inicio al intercambio el batero Martín. Pablo abre la participación a sus compañeros, anticipando que “fue todo un proceso” elegir las canciones, pero estuvo guiado por la claridad de querer “un disco arriba”. Todos compusieron, todos cantan, todos tocan, pero en Romero cayó el papel de productor, ropa que ya se calzó en decenas de discos independientes y de amigos. “Traté de separarme entre músico y productor, y para eso me tomé un tiempo, unos veinte días, en los que los chicos ensayaron y yo iba sólo a escuchar y corregir”, explica. Y al toque Martín agrega que Romero “se puso la 10 como productor” y que fue “atinado” que él dirigiera, de algún modo, el once inicial de canciones para No me etiquetes. La metáfora futbolera es algo que le encanta a Hernán, como él admite, y entonces, ¿por qué no habría de usarla? “Una característica que fuimos aprendiendo de nuestro funcionamiento colectivo es la rotación. Cada uno puede ser el 10 o el defensor que agarró la pelota, vio el hueco y se mandó. Si eso ayuda al equipo, adelante.” Aunque recuerda que la intención original fue que existiera la figura de un cantante, más allá de que todos participaran de los arreglos vocales y de los coros.
Unos 35 frutos dio la cosecha, pero sólo 11 fueron envasados en el disco, que viene a profundizar la segunda vuelta comenzada en Hormigas y los encuentra ahora como un cuarteto más ensamblado y más cómodos en la autogestión productiva de su música. “La elección de canciones no fue difícil, porque el concepto del disco estaba muy claro, pero llevó su tiempo porque nos divertimos tanto que compusimos mucho”, destaca Pablo. “Imaginate que para estrenar una casa organizás una fiesta con tus amigos: así fue”, ilustra Martín. Y No me etiquetes es el primer pibe nacido en esa salita aislada en un PH de la calle Tres Arroyos. Hay dos temas que priman en esta media hora de música y ambos se reconstruyen de la intertextualidad de las once piezas: por una rama, el concepto que bautizó al disco y que inevitablemente coincide con la esquizofrenia rítmica del grupo; y por la otra, la unidad como gran valor que se busca rescatar, sea la de un viaje a Bariloche, la de un barrio, la de un grupo de amigos que sale de juerga, la de un amor prohibido, la que simulan el verano, la arena, el sol o un CD. “Un colectivo en acción compuesto por solistas”, así se definen ellos, frente a toda etiqueta, en el booklet del disco. Lo explica Seba: “Defendemos la personalidad de cada uno porque, el hecho de que haya distintas, ayuda a que se generen más cosas en la personalidad de la banda. Y nos enseña a encauzar nuestras personalidades fuertes”.
Romero: –Quisimos experimentar con lo lúdico. No es Paul Oakenfold, pero es una mirada de la música electrónica que tiene que ver con ese humor que usamos, que parece que te dice una cosa, pero te dice otra. Mucha gente entendió que no es una bardeada por elevación sino un modo de ver lo que está pasando con los pibes, lo que podés ver en Policías en acción. Pero es esperanzada cuando dice que “la felicidad sólo es real si es compartida”, que es una parte de la letra que trajo Seba.
Bianchini: –Hay una necesidad de compartir con los demás para hacer que algo sea real. En la soledad no podés generar un montón de cosas. La energía de un boliche tiene que ver con eso, los recitales tienen que ver con eso y Arbol tiene que ver con eso. No hay mucha vuelta.
Millán: –¡El esperadísimo solo de violín! (ríe a carcajadas). Sí, ahí es como que vuelve el Arbol más rastreable. Ese tema muestra un perfil conocido de nosotros, que es hacer hardcore, donde nos movemos bien.
Romero: –Hicimos muchos estilos en este disco y en nuestra carrera, por eso a veces nos cuesta meter un tema hardcore, porque nos puede parecer que sale solo, que es fácil. Pero no deja de ser divertido.
Millán: –Hay un encanto que genera el Oeste: tenés el agite, las chicas, las plazas, las callecitas con sombra para caminar tranquilo.
Bianchini: –Y está lo otro, lo que se fue perdiendo de la identidad y la unidad del barrio. Por eso la canción habla de volver a rescatar el concepto de barrio, al almacén sobre el supermercado, a la casa sobre el edificio. Y también habla de volver al barrio, les canta a quienes en un momento tuvieron que irse, por laburo, exiliados o por amor.
Millán: –Claro, pero desde un lugar particular, que es el del pibe de 15 o 16 que nosotros también fuimos antes de ser Arbol, con todas las expectativas de esperar al último año para romperla en Bariloche. No somos pibes, pero jugamos a ponernos en ese lugar porque todavía lo entendemos y porque siendo Arbol tuvimos muchos viajes a Bariloche.
Romero: –Y es un tema que retoma esa voluntad de unidad que tiene el disco, también. Cada pibe va a Bariloche con una historia distinta y allá por ahí están súper unidos y escuchando lo mismo, bailando igual.
Romero: –Es cierto. La idea del tema fue que tuviera un sonido bien noventero y rescatar eso de que siempre cantamos todos en los discos. Se nos hizo divertido y musicalmente eso le aportaba algo distinto a No me etiquetes, mostrando que podemos indagar en algo así también, en el hip–hop. Era una cuenta pendiente laburar voces desde el hip-hop. Y, como El sábado en Ramos, no tiene la intención de corregir sino de mostrar lo que está pasando con los pibes en ese “no lugar”, en esa imposibilidad de pertenecer. Toda la gente quiere pertenecer a algo.
Romero: –La canción remite a un jingle veraniego, pero no quisimos llevarlo para ese lugar. Fue cumplir un sueño. Y un sueño de verdad. Un día soñé que venía Carlitos, Boom Boom Kid, y me mostraba este tema. Quería invitarlo porque soy fan de él, pero sigue siendo un sueño colaborar con él porque estaba de gira mostrando Freesbee y no pudo. Si te fijás, la canto en un registro muy agudo, que no es el mío, porque la escribí pensando en que la cante Carlitos.
Millán: –Ese tema es muy raro y muy divertido. Es un doble cover de Paquita la del Barrio, una cantante mexicana. Es una mujer que toma la sartén por el mango, una especie de María Martha Serra Lima que canta boleros mexicanos con letras fuertes y alzando una bandera casi punk.
Romero: –La conocimos en México, cuando fuimos con Café Tacvba. Nos tocó hacer después una gira nosotros solos e ir a dar notas y eso. Hace poco nos enteramos de que la Sole también hace un cover de ella.
Todos: –¡¿Lo quéeeeee?!
Romero: –Qué loco... No conocía a Barbero; es una canción que Seba trajo y fuimos cerrando entre todos. A Hernán se le ocurrió jugar con un paseo largo por estilos y compases. Nos gusta que el beat cambie, pero que te siga llevando y jugar con eso. Y termina en una tarantela o algo así, bien a lo Arbol. Nos divierte jugar con la música, es eso.
Millán: –Ese tema es el pico de lo lúdico en todo el disco, creo.
Romero: –Exacto. Esa canción habla de un ladrón que sale a robar y se enamora de su víctima, porque él le da un corazón de naranja. “Te doy mi corazón”, lo escuchamos todos. Pero comerlo y que sea jugoso y rico debe ser algo mágico, ¿no? Y va a eso de No me etiquetes: el tipo fue a hacer algo malo, ella no lo etiquetó, y terminaron en algo lindo.
Romero: –Hay que buscar la forma. Por ejemplo, a ese tema le armamos la estructura y los arreglos, pero no lo ensayamos. Después de 15 años nos dimos el lugar para hacer algo que siempre quisimos, que era agarrar un tema y decir: “OK, juguemos en el estudio, probemos nuestra espontaneidad y grabemos con esta guía”. Fue poner a andar todo el oficio de esto que llamamos nuestro “colectivo de solistas en acción”.
Romero: –Arce es una rotisería taiwanesa de una pareja. Cuando nos vinimos de Haedo, nos mudamos a Córdoba y Jorge Newbery, y ahí nos copamos con la movida macrobiótica que nos mostró Seba. Ahora que vinimos para Warnes fue como “Warnes, carne, muchachos, gomerías, ¿dónde vamos a comer?”. Y encontramos este oasis. La alimentación sana puede ser divertida y es importante para tener una buena vida. De la comida te recargás de la energía necesaria.
El camino de la charla lleva solo. El bagre pica. O “pinta la lija”, como agita Martín. Entre las miradas atentas de la vecindad y la búsqueda de locaciones para las fotos que ilustran esta entrevista, se les tira un poco más de la lengua. Y ellos, cordiales, responden.
Romero: –Estoy de acuerdo. Es un supermercado bastante grande, musicalmente hablando, pero sin esas góndolas tipo “alterlatino” o “indie”. Nuestra carrera fue siempre muy amplia y vemos que falta mucho más para hacer, otras cosas en las que innovar, en la música y entre nosotros, en nuestro modo de hacer. Y nunca sabemos qué nos vamos a llevar de ahí.
Romero: –En el ADN del grupo estuvo siempre todo eso, no está forzado, ni es que sigamos nuestra historia de banda que toca de todo para poder decir que somos raros, sino porque es lo que nos sale y más que nada porque es esencialmente lo que disfrutamos. Hacemos “música” a secas. Y no digo rock, digo “música”. Es nuestra vía de vida y de poder sembrar algo, porque todos venimos acá para algo.
Millán: –Arbol es seguir esa utopía: si las etiquetas ya existen, tal vez Arbol sea lo que muestra la tapa del disco, una manera de buscar que esas etiquetas den forma a algo mayor, una textura, una historia.
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