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Jueves, 26 de noviembre de 2009

EXCLUSIVO: FERMIN MUGURUZA, SU AVANZADA SOBRE MEDIO ORIENTE Y LA RELACION CON MANU CHAO

“Somos guerrilleros musicales”

Por primera vez, Fermín Muguruza subirá a un escenario con sus colegas de Radio Bemba Sound System en Argentina. Será justo un día después de presentar su película Checkpoint Rock, sobre los músicos palestinos. Aquí, Muguruza habla de su “trabajo de campo” en el mundo árabe y su intención de llevar a la tropa a Medio Oriente, una de las pocas deudas pendientes de Manu. “Estoy encargado de hacer la exploración”, cuenta el vasco.

 Por Mariano Blejman

Podría decirse que el vasco Fermín Muguruza tiene una tendencia natural al trabajo colectivo y/o un olfato especial para meterse donde no lo llaman, y donde casi nadie tiene ganas de meterse. No es el caso de la Argentina, claro. Porque lo llaman, y le gusta meterse. Además, en esta visita sorpresiva no sólo cantará por primera vez junto a Manu Chao en la Argentina (28 y 29 en All Boys) sino que presentará Asthmatic Lion, su flamante disco que le da una vuelta de tuerca al sonido reggae que había adquirido con Euskal Herría Jamaica Clash. Muguruza mostrará también en público Checkpoint Rock, la película que realizó junto a Javier Corcuera en el corazón de la música palestina, justo el Día Internacional de la Solidaridad con ese conflictivo territorio. Eso es lo que se llama, en términos de producción, alinear los planetas. “No quería dar ninguna entrevista, porque mañana hacemos conferencia en La Tribu –cuenta Muguruza por teléfono desde el País Vasco–, pero cuando me dijeron que era para el NO... dije sí. Todavía recuerdo la última tapa en 2006, en la que terminaba diciendo: ‘Otra vez en casa, como buen vasco viejo’.” Hay que decirlo: no es muy normal que un músico que se la pasa recorriendo el mundo se acuerde de memoria la última línea de la bajada de una nota que se hizo aquí hace tres años. Pero con Muguruza todo es posible.

–¿Por qué te metiste en el mundo audiovisual con Checkpoint Rock?

–El tema del mundo audiovisual me atrajo siempre y en la época de Negu Gorriak la fuimos documentando. Pusimos mucha atención en guardar lo que hacíamos, la primera vez que tocamos en Buenos Aires, en la sala Cemento con Todos Tus Muertos, registramos todo. Fuimos guardando y le dábamos salidas en forma de road movies. Como hacíamos actividad, política social en El Salvador, en México, en Cuba, en giras europeas, y me encargaba de editarlo con la gente que era profesional en el medio. De todos modos, hay un primer documental que presenté en la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo que se llama Bass-que Culture, que es un juego de palabras entre cultura vasca y la cultura musical jamaiquina. Ahí aparece Rita Marley, Luciano, la gente que estuvo con la grabación, que duró un mes en Jamaica. Ahí apareció mi primer documental.

–Pero de Jamaica a Palestina hay más que siete diferencias...

–Lo de Palestina surge después de la guerra del Líbano. Allí pensé que teníamos que ir a encontrarnos con los músicos. En 2002, cuando fui al Líbano, hubo un toque de queda y no pude conocerlos. Entonces se me quedó esa idea de poder volver allá, de trabajar con esos puentes de solidaridad, y saber qué está pasando. En 2006 conocí a un grupo de hip–hop. Es muy curioso porque estaba actuando en Nueva York y un saxofonista, Ori Kaplan, miembro del grupo Balcan Beatbox, este hombre es de origen judío, me dice: “Tienes que ver este grupo palestino que canta ‘quién es el terrorista’”. Entré en contacto con el grupo Dam, y me empecé a familiarizar con ellos. Los invité a un festival y nos empezamos a hacer amigos; les cuento la idea, que toman como idea suya. Como gran influencia yo tenía el film Al otro lado que realiza el director germano-turco Fatih Akin. Con mi técnico de sonido ideamos un sistema de grabación parecido al que usa Akin, para hacer una especie de mapa sonoro y conocer Palestina. Quisimos trabajar esa solidaridad, como músicos y activistas. Vamos a Palestina a conocer sus reclamos de libertad y su impotencia a través de las canciones.

–¿Y cuál es el rol de la banda Dam?

–Es este grupo, Dam, que hace de anfitrión. Ellos viven en el Estado de Israel, dentro de Lod, justo al lado del Aeropuerto Ben Gurion, una de los suburbios de Israel, que se quedaron en el ‘48. Estuvimos con Jordi, el director de fotografía, recorriendo Palestina, encontrándonos con los músicos y haciendo algunas grabaciones. Y luego un mes entero haciendo la grabación. Es un viaje musical que recorre un poco ese país que existe por los músicos, a pesar de estar tan divididos, dentro del Estado de Israel, Cisjordania y Gaza, está lleno de checkpoints, barreras de control. El encuentro es imposible. Pero el cine hace posible que exista un país.

–¿Cómo decidiste el recorrido?

–Comienza en Tel Aviv, en esa ciudad dormitorio que es una especie de gueto árabe, al lado de la capital y nos juntamos con este grupo Dam. Llegamos en agosto de 2008, justo cuando se produjo la muerte del poeta nacional Mahmud Darwish, una persona que ejerce una gran influencia en los países árabes, y sobre todo sobre los músicos. Habíamos quedado en encontrarnos con él, pero una operación de corazón en Boston que salió mal, impidió que pueda volver. En Lod continuamos como si de dos movies se tratara, para poder captar ese mapa musical: al norte, en la ciudad de la Galilea, nos encontramos con Amal Murkus, quien es un pionero y guarda la tradición de la música árabe; estuvimos con Fairuz, una artista libanesa, una gran compositora, ella tiene programa de radio, nos cuenta cómo cantar es una especie de arma, nos cuenta sus anhelos, cómo la música en toda esa zona tiene muchas conexiones; ella da paso a la siguiente protagonista, que es la primera cantante que hace rap en Palestina, que es criticada por ser palestina en Israel y por ser mujer en el mundo árabe.

–Es que el rock árabe está en el limbo, como dijo alguna vez a este medio Rachid Taha; discriminado en Europa, rechazado por los gobiernos más totalitarios del mundo árabe...

–Sí, pero esta chica con 22 años sale al escenario a cantar que ella es más fuerte que nadie, que va a seguir luchando por sus derechos y es algo digno de admiración, grupo de rock Khalas, quiere decir pasta, que cantan en árabe y no en inglés. Es rock en árabe, y ellos son muy seguidores de Rachid Taha, pero sí que están encontrando su hueco. Es un movimiento marginal, es algo que está ocurriendo. Vi en una película que en Teherán hay bandas de metal. Pero es lo mismo que cuando empezamos en el País Vasco, que se miraba con desconfianza. En el ‘94, cuando estuvimos con Manu y Todos Tus Muertos a ayudar en la grabación de Dale aborigen, era un movimiento underground.

–¿Qué otros personajes encontraron?

–En Cisjordania estuvimos con un profesor; en Yenín, con una persona que trabaja la canción popular improvisando –que son como los payadores en Cuba, o los repentistas en Galicia– y ahora son reclamados en las bodas en los campos de refugiados de Belén, donde se enseña danza. Es una canción muy al estilo rai, la música pop argelina. En Ramallah estuvimos con Le Trio Joubran, que son de Nazaret, pero viven en París, que es un grupo de hip-hop, pero en Gaza no se nos permite la entrada. Allí estalló la guerra de fines del año pasado, donde mueren 1400 personas, y entre ellas estaba el padre de uno de estos chicos. El film acaba con una canción colectiva, cuya música es de Manu Chao, el tema se llama Checkpoint Rock, cuando le conté el proyecto me hizo el tema y todos grabaron sin escuchar lo que habían grabado los otros. Y a través de la música y la magia del cine conseguimos que se junten todos los músicos. Ellos dicen: “Para nosotros es fácil ir de Londres a París, pero es imposible ir de Jerusalén a Ramallah”. Cantan cada uno con su melodía, guitarra eléctrica, flauta árabe, y al final me subo a esta celebración de los abrazos.

–¿Qué rol tiene la música en esa zona de conflicto?

–Hay una especie de fatalismo dentro de lo que es la historia de los palestinos. La música ayuda a levantar el ánimo, a mantener esa luz de esperanza continua. Es algo que cambia la vida. Uno está contaminado de escepticismo en esta globalización capitalista, y llegas ahí y ves una perspectiva de vida, es algo precioso, increíble. Encuentro que la música es algo tan básico, que una canción haga sonreír a alguien.

–¿La música es capaz de reunir a la cultura joven?

–En este momento está todo compartimentado. Muchos músicos palestinos no viven en Israel, pero creo que va a haber conexión y van a estar un paso más adelante que los políticos. Va a ser la música, como ha pasado casi siempre, capaz de mostrar y visualizar nuevas maneras de comprensión. Lo que dicen los palestinos: el problema es la desocupación. Pero también hay muchos judíos que están en contra de la ocupación. En Estados Unidos, los más activistas contra del muro son los judíos que convocan a manifestaciones, aunque muchas veces no se conozca esto. Hay hermetismo mediático, que a través de la música se va a poder dar. Por cierto, la versión de Rachid Taha de Rock The Kasbah es increíble.

–Cambio de tema: hiciste una apuesta fuerte al experimentar con otros sonidos en tu reciente disco, Asthmatic Lion. ¿Te alejás del reggae?

–Siempre hay una base. La cadencia del reggae en el primer disco de Negu Gorriak hacíamos Raggamuffin Jaia, y otra canción de Bad Brains, y luego había un ska, siempre como diciendo “cuidado que no me he ido”. En este último disco me di una vuelta de tuerca, quise explorar nuevos territorios sonoros. Cuando fui a Jamaica fue genial poder hacer una revisión, un reencuentro con Bad Brains. Había tocado La línea del frente de Kortatu en el ‘86 y en el ‘06 pude hacerlo con ellos. Intento buscar esos espacios. Hay una canción donde está Dam, Itzuliko Naiz, que podría durar días, aunque dura cinco minutos. Lo único que hago es colocar el estribillo, y tomo como base la frase famosa “volveré y seré millones”, que es de Túpac Amaru...

–Evita también se la endilgó...

–Bueno, era originaria de Túpac Amaru. No nos instalemos en la derrota, porque siempre se deja sembrada una semilla, que me vale a mí para cantarla en euskera y luego en cada estrofa entra uno, con su estilo. Los Dam y luego el de Asian Dub Foundation, o en otros estilos, melódico reggae, va entrando...

–Tenés un imán para entrar en situaciones de conflicto...

–En el País Vasco seguimos peleando por un proceso de paz. Desde que nací, en la época de Franco, lo único que he conocido es el conflicto armado, eso también quizá me provoca que en algunos países tenga una conexión más directa. Nosotros estamos en un proceso de paz definitivo, la ruptura del último proceso hace dos años, yo creo que va a caer en 2010. Hay una apuesta por Izquierda Independentista para aunar esfuerzos y para que lo que ha sido la lucha armada de ETA quede en el pasado. Es una apuesta fuerte y sólo falta que el año que viene el gobierno de Zapatero diga: “Vamos a darle una oportunidad a la paz”.

MUGURUZA Y RADIO BEMBA

“Un bereber y un vasco juntos”

–Nunca tocaste en Buenos Aires con Manu Chao...

–No. En el ‘94 estuvimos juntos, pero grabando Dale aborigen, donde escribí la letra de Alerta guerrillas y canto en el tema. Bueno, también en ese disco está Lehenbiziko bala, que es un tema de Negu Gorriak. Dale aborigen es un disco de cabecera.

–Es un disco fundamental para el rock argentino.

–No sólo de la Argentina. Dale aborigen de Todos Tus Muertos, Casa Babylon de Mano Negra, Transgresores de la ley de Tijuana No! e Ideia Zabaldu de Negu Gorriak son los cuatro discos emblemáticos para toda una era. Fue como una especie de “Internacional del rock”, que rompió con muchos prejuicios e hizo posible que la música posterior pudiera entrar por esa ruptura.

–¿Seguís en contacto con ellos?

–El otro día me escribí con Gamexane y probablemente nos encontraremos en Buenos Aires. Y Fidel me dijo que venía el viernes a la película. Sigo en contacto con Sergio Rotman, con Flavio y con Karamelo Santo, claro.

–¿Por qué no tocaste con Manu Chao antes?

–Es curioso... Hemos colaborado en muchos conciertos. En 2003 hicimos una gira conjunta, donde mezclábamos todos los temas. No podemos hacerlo ahora, pero sí nos hemos juntado para hacer un par de canciones.

–¿Cuáles?

–No lo puedo develar. Pero son un reventón. Nos hace mucha ilusión. Cuando hicimos esta gira conjunta, fue una época en que hubo muchos problemas, era la época de Aznar. Y no pudimos cuadrar por Latinoamérica.

–¿Cómo es tocar con Manu?

–Lo admiro mucho como músico y admiro mucho esa energía en el escenario, que por lo general cuando me sumo se contagia y se convierte en una sinergia. Pero además soy muy amigo de toda su banda; cuando hicimos esa gira juntos, una gira que encima tiene complicaciones, cancelaciones, te hace más fuerte y te une mucho más. Está Gambit con su bajo, atrás Arabit con la batería, Madjid que es el bereber, solía compartir habitación. Un bereber y vasco juntos, imagina. Garbancito, que lo conozco de la época de Mano Negra; Julio Lobos, ese teclista loco, un catalán, y ahora toca la trompeta Angelo Mancini, con el machete en alto.

–Venís de Palestina y Manu Chao dice que no conoce nada del Medio Oriente. ¿Estuviste haciendo la avanzada?

–Yo me fui a estrenar la peli a Palestina y casi viene conmigo. Me estoy encargando en hacer la exploración, hacemos trabajo de campo. Somos guerrilleros musicales y uno va por delante y tiene que contar luego. Después de los shows me voy a Dubai, en los Emiratos Arabes, adonde se va a mostrar Checkpoint Rock en un festival. Sigo la avanzada.

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