BOLAS NEGRAS > EL SUB-SUPLEMENTO DEL NO PARA SUDáFRICA 2010
› Por Javier Aguirre
El sorteo de los rivales de la Selección Argentina en el Mundial de Sudáfrica dio como para confiarse: ni nigerianos, ni griegos, ni surcoreanos parecen tener demasiado poder de fuego. Los que sí revelaron tener un gran poder de fuego son los presuntos separatistas de la región petrolera de Cabinda, en Angola: cagaron a tiros al micro de la selección de Togo, que estaba disputando la Copa Africa, en un “confuso episodio” (especialmente confuso, si se alude a él sentado desde una computadora en Buenos Aires, a 8 mil kilómetros del lugar de los hechos, sin más fuentes que Yahoo News) en el que murieron tres integrantes de la delegación togolesa, y hubo nueve heridos, ninguno de ellos jugador. Es cierto que Angola y Sudáfrica son distintos escenarios, y que probablemente las medidas de seguridad dispuestas por la FIFA no sean las mismas para un torneo en el que compitan europeos y americanos, que para otro campeonato en el que “sólo” participan africanos. Pero la idea de prevenir tiroteos–cometidos-por-milicias-separatistas-petroleras no entra en los videos de ningún DT, ni siquiera en los de entrenadores obsesivos e hiperprevisores como Marcelo Bielsa.
Meses antes de este tiroteo (sin dudas, la peor derrota de Togo en suelo angoleño en todo el historial organizativo de la FIFA), asesores en seguridad de la selección de Alemania recomendaban que los futbolistas alemanes usaran chaleco antibalas durante su estadía en Sudáfrica. No aclaraban si la protección debía usarse sólo para salir de la concentración, o también para entrenar, descansar o hasta para jugar los partidos, en cuyo caso podría volverse un arma de doble filo: lo que ganás en seguridad, lo perdés en movilidad. Si a algunos futbolistas ya les cuesta gambetear sin chaleco antibalas, seguramente les sería casi imposible hacerlo desde dentro de una armadura. Incluso daba lugar a que un rival protestara el partido y argumentara “ventaja deportiva”; esa famosa “protección extra” que en los Mundiales parecen tener los alemanes y otras selecciones fuertes.
Por suerte, el sabio discurso futbolero podrá aclarar los tantos con toda clase de máximas, como “Balas que pican cerca”, “Hoy todo se ha emparejado y cualquiera puede balear a cualquiera”, “Eso no es fair play”, “Angola hizo sentir la localía” o “Un equipo que les pone el pecho a las balas”. La opción más interesante sería la alfiobasileana invocación a que “se perdieron los códigos del fútbol”. Diríase: “Estos tipos no respetan nada, no son capaces de dejar sus conflictos interétnico-político-religioso–petrolero-tribales siquiera a la hora del partido”. Pero es un hecho científico: hasta un gol de rabona contra Brasil en la final del mundo te parece poco importante cuando estás en medio de un tiroteo.
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