Jue 31.10.2002
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AUDIOSLAVE, PRIMER SUPERGRUPO DEL SIGLO XXI, ¿QUE ONDA?

Mejor será esperar por Zack

El disco debut de la banda formada por tres ex Rage Against The Machine y un ex Soundgarden será, en breve, una de las noticias del año rockero. Pero antes que Tom Morello y Chris Cornell salgan a contar las maravillas de su nueva banda, el No anticipa que... mucho ruido y pocas nueces.

› Por Pablo Plotkin

Pasaron dos años desde que Zack De La Rocha, estrella pop del anticorporativismo global, renunció a Rage Against The Machine. Luego de una última aparición con ínfulas guerrilleras frente a la Convención Demócrata de los Estados Unidos (agosto del 2000), la banda de Los Angeles se expidió con un disco póstumo, Renegades, que rehacía notablemente canciones de Bob Dylan, Afrika Bambaataa, Bruce Springsteen, Devo, los Rolling Stones, Cypress Hill y otras influencias. Mientras cerraba la valija, Zacarías declaró sentirse “profundamente orgulloso” del trabajo de su banda de nueve años –”como músico y como activista”–, fue a sacarse algunas fotos para la tapa de Vanity Fair y, se supone, empezó a tramar un proyecto solista del que por el momento no se tienen noticias. Con el guitarrista Tom Morello al mando, el resto de Rage anunció la continuidad de la formación y, en la primera parte del 2001, Chris Cornell, ex cantante de Soundgarden, se asoció a Tim Commerford (bajo), Brad Wilk (batería) y Morello para grabar algunas canciones en un estudio de Los Angeles.
Nunca estuvo del todo claro si la decisión de Cornell de reemplazar a De La Rocha obedecía a la necesidad de un trabajo rentable o a una verdadera afinidad artística. O ambas cosas. Chris había sufrido el fracaso comercial de su primer disco solista (Euphoria Morning, de 1999) y sus nuevas canciones juntaban polvo en el amplio desván reservado a las estrellas grunge. En marzo del 2002, pocas semanas después de que Cornell y los ex RATM grabaran el material para un disco bajo el provisorio nombre de Civilian, y antes de su participación en el Ozzfest, el ex Soundgarden renunció al proyecto. Las trece canciones circularon por Internet y los fans de Rage, que ya se había secado las lágrimas por la partida de Zack, asumieron la ruptura como un desenlace anunciado. Dos meses atrás, sin embargo, se supo que Cornell, Morello y el resto volvían a juntarse para grabar el primer disco de esta especie de supergrupo. Rebautizado Audioslave (tuvieron que pagarle 30 mil dólares a una banda ignota de Liverpool para que los autorizara a compartir ese nombre), el cuarteto reformuló las canciones y a partir del 19 de noviembre se venderán envasadas en las disquerías del norte del mundo.

El disco
Lo más sorprendente de Audioslave es su hard rock conservador. Si Rage le puso estética y sonido última generación al activismo de oposición neoliberal desde las entrañas del sistema (con una mezcla arrebatada y precisa de metal, punk y hip hop), y si Soundgarden concilió el ímpetu heavy con la sensibilidad traumática de la generación-Seattle, Audioslave, en lugar de potenciar esas dos fuerzas, parece haberlas neutralizado. El disco es a veces rock duro y correcto, a veces grunge recalentado y, en el mejor de los casos, la canalización del tormento romántico de Cornell mediante un par de baladas al estilo Pearl Jam. Lo primero que se escucha es el traqueteo de una hélice de helicóptero. No se sabe si es una cita a Apocalypse Now! o la urgencia por generar un impacto combativo. El tema se titula “Cochise”, nombre de un cacique apache que, en el siglo XIX, se cargó solito a cientos de colonos a través del sudoeste de los Estados Unidos. “Cochise el Vengador, temerario y resuelto, atacó todo lo que se interponía en su camino con una furia desenfrenada. Esta canción suena un poco a eso”, declaró Morello sobre el primer corte del disco, aunque su convencional riff de guitarra parece querer decir: “¿Acaso no nací para ser salvaje?”.
Con Cornell a cargo de los textos, el carácter político de RATM quedó reducido a los videoclips y al discurso y la vestimenta de Morello. Evidentemente, De La Rocha se ocupaba de la materia hip hop y hacía toda la tarea globalifóbica. Morello se quedó con la carga de heavy blanco (LedZepellin, Aerosmith, AC/DC) y Cornell expone el agujero negro de su alma en letras mucho más personales que políticas, con referencias más o menos directas a su compleja relación con la fama. “Yo estaba en mi camino hacia el centro del sol/ Cuando perdí mis alas y caí en la multitud/ Y me llevaron a un pozo/ Y me enterraron donde nadie pudiera verme, en donde no hubiera nadie alrededor”, canta en “Bring em back alive”. Mientras tanto, ciertas sorprendentes referencias automovilísticas (“Gasoline”, “Getaway car” y la bonita y semiacústica “I am the highway”) marcan el kilometraje de un tipo que se siente solo y canta su necesidad de estar en otra parte. Cornell habla del padecimiento amoroso, las ciudades extrañas y de una industria que consagra y dilapida talentos. Morello redobla el volumen de su guitarra y, junto a Commerford y Wilk, pergeñan un rock presuntamente incendiario que hace volver a añorar la separación de At The Drive-In.
No es casual que los Audioslave se hayan asociado recientemente al rapper DMX para grabar un par de temas extracurriculares. La necesidad de recuperar la sangre negra y no quedar boyando entre el calibrado tropel nü metal y los vestigios de un pasado de esplendor. “Ya tenemos material para un segundo disco”, anunció Morello días atrás. Pero el aún inédito debut de Audioslave, en verdad, tal vez no haga más que despertar expectativas respecto de la carrera solista de Zack De La Rocha. n

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