AUDIOSLAVE, PRIMER SUPERGRUPO DEL SIGLO XXI, ¿QUE ONDA?
El disco debut de la banda formada por tres ex Rage Against The Machine y un ex Soundgarden será, en breve, una de las noticias del año rockero. Pero antes que Tom Morello y Chris Cornell salgan a contar las maravillas de su nueva banda, el No anticipa que... mucho ruido y pocas nueces.
› Por Pablo Plotkin
El disco
Lo más sorprendente de Audioslave es su hard rock conservador.
Si Rage le puso estética y sonido última generación al
activismo de oposición neoliberal desde las entrañas del sistema
(con una mezcla arrebatada y precisa de metal, punk y hip hop), y si Soundgarden
concilió el ímpetu heavy con la sensibilidad traumática
de la generación-Seattle, Audioslave, en lugar de potenciar esas dos
fuerzas, parece haberlas neutralizado. El disco es a veces rock duro y correcto,
a veces grunge recalentado y, en el mejor de los casos, la canalización
del tormento romántico de Cornell mediante un par de baladas al estilo
Pearl Jam. Lo primero que se escucha es el traqueteo de una hélice de
helicóptero. No se sabe si es una cita a Apocalypse Now! o la urgencia
por generar un impacto combativo. El tema se titula “Cochise”, nombre
de un cacique apache que, en el siglo XIX, se cargó solito a cientos
de colonos a través del sudoeste de los Estados Unidos. “Cochise
el Vengador, temerario y resuelto, atacó todo lo que se interponía
en su camino con una furia desenfrenada. Esta canción suena un poco a
eso”, declaró Morello sobre el primer corte del disco, aunque su
convencional riff de guitarra parece querer decir: “¿Acaso no nací
para ser salvaje?”.
Con Cornell a cargo de los textos, el carácter político de RATM
quedó reducido a los videoclips y al discurso y la vestimenta de Morello.
Evidentemente, De La Rocha se ocupaba de la materia hip hop y hacía toda
la tarea globalifóbica. Morello se quedó con la carga de heavy
blanco (LedZepellin, Aerosmith, AC/DC) y Cornell expone el agujero negro de
su alma en letras mucho más personales que políticas, con referencias
más o menos directas a su compleja relación con la fama. “Yo
estaba en mi camino hacia el centro del sol/ Cuando perdí mis alas y
caí en la multitud/ Y me llevaron a un pozo/ Y me enterraron donde nadie
pudiera verme, en donde no hubiera nadie alrededor”, canta en “Bring
em back alive”. Mientras tanto, ciertas sorprendentes referencias automovilísticas
(“Gasoline”, “Getaway car” y la bonita y semiacústica
“I am the highway”) marcan el kilometraje de un tipo que se siente
solo y canta su necesidad de estar en otra parte. Cornell habla del padecimiento
amoroso, las ciudades extrañas y de una industria que consagra y dilapida
talentos. Morello redobla el volumen de su guitarra y, junto a Commerford y
Wilk, pergeñan un rock presuntamente incendiario que hace volver a añorar
la separación de At The Drive-In.
No es casual que los Audioslave se hayan asociado recientemente al rapper DMX
para grabar un par de temas extracurriculares. La necesidad de recuperar la
sangre negra y no quedar boyando entre el calibrado tropel nü metal y los
vestigios de un pasado de esplendor. “Ya tenemos material para un segundo
disco”, anunció Morello días atrás. Pero el aún
inédito debut de Audioslave, en verdad, tal vez no haga más que
despertar expectativas respecto de la carrera solista de Zack De La Rocha. n
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