LECTURAS DE VERANO
“El ruido era un rugido abrumador que brotaba de 200 gargantas enloquecidas. La expresión de Chenault seguía siendo una mezcla de aturdimiento y éxtasis cuando el hombre extendió la mano, le pasó la bombacha por debajo de las caderas y la bajó hasta las rodillas.” Casi siendo contemporáneas, sólo dos plumas pudieron inquietar, con una espectacularidad que fue obviada entonces y celebrada décadas después, a las instituciones sociales estadounidenses de mediados del siglo pasado: Charles Bukowski y Hunter Thompson. Al segundo corresponde esta cita, precisa para determinar lo mejor y lo peor del factótum del “periodismo gonzo” (esa tendencia que llevó al límite la sensibilidad del reportero por sobre la veracidad del relato, acabando en una escuela de periodistas narcisos e historias sin historia): la descripción cruda (cuando no cruel), el descaro para con cualquier tema, la imposibilidad de corroborar la fuente, la mugre y el asco, las crónicas ebrias, el insulto fácil y la crítica a la mandíbula. En esta novela de 1966, notablemente inspirada en su vida y publicada recién en 1999, el autor fallecido en 2005 se pone en la mente de Paul Kemp, un periodista yanqui que viaja a Puerto Rico para retratar a la sociedad boricua y termina preso de una hecatombe, una debacle total que involucra a un bar sin cierre, una violación en masa a la mujer deseada (tal vez la peor pesadilla del enamorado), pedos atómicos, un coche secuestrado, una noche en la seccional, un jefe que no paga, un periodista que no labura, piñas, cadenazos y una siesta desnuda en una playa paradisíaca, abrazado a un culo. Todo lo que no tendrán tus las vacaciones, excepto quizá por el jefe que no paga, las borracheras y el secuestro policial del coche.
“¡Atención, este libro no contiene una biografía del ex líder de Los Redondos!” Costaba muy poco incluir un sticker como ése en el lomo del libro y les hubiese ahorrado la desilusión a muchos ricoteros. Claramente eso no sucedió y la mayoría se engrampó igual. Pero, en virtud de los años pasados y de que aún se siga escuchando esa remera, la serie de entrevistas y recuerdos anecdóticos que Guerrero comprime en el volumen son una fuente para quienes recién están entrando al mundo de Patricio Rey (aunque el Indio no esté muy de acuerdo con lo que allí se escribe); y una suerte de gran índice bibliográfico y gráfico de las apariciones espectrales del Indio en los medios (todo ojo idiota necesita un baión). Por acá y allá, también está la historia de Doce (el creador de los míticos redonditos de ricota), una pincelada de la filosofía Solari y cuentos de bar, estudio y escenario.
El subtítulo debió ser: “Músico y periodista, puestos en condición de fans enloquecidos y hermanados por la pasión desenfrenada por el cuarteto de Liverpool, hacen cálculos sobre lo bueno que hubiesen sido los discos de los Beatles si hubiesen juntado sus mejores canciones solistas, demuestran su melomanía y recuperan el después en tono nac & pop”.
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