Jueves, 11 de febrero de 2010 | Hoy
YUKI CHIKUDATE HABLA SOBRE HUSH, LO NUEVO DE ASOBI SEKSU
La cantante y tecladista norteamericana (de origen japonés) dice que el grupo que lidera junto al violero James Hanna no hace revival del shoegazing, pero admite que afanaron de la estética de Spiritualized y las voces de Cocteau Twins. “Este disco te transporta a un espacio transparente lleno de hielo y icebergs”, describe ella. Ideal para sobrevivir al verano.
Por Santiago Rial Ungaro
¿Será el “Efecto 2010”? Como sea, el cambio de año parece coincidir con un inevitable revival de los ‘90. El atractivo y la utilidad de las décadas está en que nos permiten agrupar una serie de años y, con ellos, sus acontecimientos. En este caso, un cierto “sonido” propio de los ‘90. Quizás haya algunos lectores del NO demasiado jóvenes para recordarlo: en los ‘90, que hasta hace unos meses todavía parecían cercanos y ahora, en pleno 2010, se ven lejanos, míticos y dorados (aun habiendo sido a menudo oscuros), en UK y después en el resto del mundo (aquí con el Soda Stereo de Dynamo invitando a las bandas de la movida “sónica” a la presentación), hubo una estética de sonido característica. La idea, ya sugerida en 1985 por The Jesus & Mary Chain con sus caramelos psicóticos (Psychocandy), era lograr el matrimonio entre melodías celestiales y guitarras infernales. La paciencia artesanal de los músicos para amalgamar capas y capas de ruidos, las distorsiones usadas en forma plástica, reverberaciones y demás efectos especiales generando atmósferas y fondos abstractos parecían invitar al mismo juego siempre: la búsqueda de la canción escondida detrás de una estética sugestiva, lánguida a veces, pero plena de sutileza y contraste.
Este sonido (más bien un estilo que un género), tuvo en el Loveless de My Bloody Valentine (‘91) su máxima expresión, sin continuidad después de la separación de la banda. Pero Hush, de Asobi Seksu, editado aquí el año pasado por Casa del Puente, es uno de los mejores exponentes de esta estética en la actualidad. Desde Brooklyn, la cantante y tecladista Yuki Chikudate confirma en los primeros instantes de diálogo con el NO uno de los puntos fuertes de la banda: la voz de esta preciosa japonesita shoegazer es de un dulzura embriagante, de espasmódica ternura. Las preguntas se desvanecen y uno quisiera estar leyéndole un poema y no acusándola de hacer un revival.
Por suerte, esta preciosura nacida en Okinawa, que se instaló en Los Angeles a los cuatro años, es la amabilidad personificada: “Cuando comenzamos con la banda, sabíamos que queríamos voces etéreas, cubiertas de paredes de guitarras, una mezcla entre las bandas americanas e inglesas de los ‘90, el indie rock japonés y los grupos de chicas que producía Phil Spector. Todo evolucionó desde ahí, pero no creo que lo nuestro sea un revival: hacemos nuestras propias canciones y creo que son bastante personales e íntimas.... Y eso hace que la gente se conecte con ellas”.
Tanto la música como la gráfica de Hush parecen muy cuidados, y Yuki explica que se debe a que siempre han trabajado “muy estrechamente con los diseñadores gráficos y los fotógrafos que han contribuido a crear la imagen de la banda”. Pero el más importante y decisivo para Asobi Seksu fue el asombroso Sean McCabe. “Fue probablemente la persona más importante que conocimos. Realmente nos ayudó a desarrollar una identidad visual cuando empezamos. Fue nuestro Andy Warhol o nuestro Arturo Vega. Lo extrañamos mucho, aunque nos sigue excitando trabajar con otros artistas o diseñadores visuales”, reconoce Yuki.
Hablando de excitación, es curioso que la traducción de Asobi Seksu sea algo así como “sexo divertido” o incluso “sexo casual”, cuando se trata de música bastante intimista, no muy frívola que digamos. Por sus climas, casi se puede decir que es la música ideal para el sexo organizado o el sexo causal más que para el casual. Pese a los riesgos de hablar sobre el tema con Yuki, el NO consulta. “La verdad es que no estoy segura de por qué elegimos el nombre. Creo que pensamos que era gracioso y nos daría cierta ligereza y algo juguetón para la banda. ¡El nombre no fue pensado para ser tomado seriamente! Sí quizá para crear un contraste con eso que vos decís: nuestra música es bastante soñadora, onírica. Creo que, más que sexy, nuestra música es sensual y visceral.”
–La verdad es que estábamos inspirados en el arte de los discos de Spiritualized y también por la idea de espacio y vacío y de otros mundos. Pero no estaría segura de que el hecho de que sea japonesa-americana pueda tener alguna influencia en eso. Yo nací con padres muy japoneses, pero al crecer siempre traté de crecer como americana, de adaptarme. Y la verdad es que solía ponerme triste porque era difícil que me identificaran como americana.
Lejos de una historia triste, la de Yuki acaba en una vuelta a las raíces: “A medida que fui creciendo, fui apreciando cada vez más mi lado japonés, el que aparece en mi personalidad, en mi manera de pensar, en mi lenguaje o cultura. Pero creo que Hush es más un lugar al que queríamos ir colectivamente: un nuevo territorio, sónica y visualmente, incluso a nivel texturas. Queríamos crear un mundo que fuera lejano, que transportara al que escuchara el disco a un espacio imaginario lleno de hielo y icebergs, un lugar inmenso, con mucho blanco, helado, transparente y frío”.
En el arte de tapa se la ve a Yuki, casi una niña, sobre fondo blanco y algunos zorros fantasmas. Eso nos da la pista de por dónde vienen esos detalles que le dan a Asobi Seksu un toque oriental en su imaginario y en su estilo. “Sí, ahora que lo decís, los zorros fantasmas funcionan casi como protectores espirituales. Vos vas a ver que en la entrada de los templos Shinto (antigua religión japonesa, anterior al budismo zen y al taoísmo) hay muchas zorros. Y también hay muchos dioses zorros a través de la historia: en Egipto, en Perú. Es interesante porque, si bien son como protectores en Japón, son considerados espíritus que te pueden engañar, así que también son bastante temidos”, explica Yuki con esa voz que seguramente también debe tener el poder de engañar o de proteger. Una voz que, de la mano de James Hanna (guitarrista y compositor con el que editaron, también en 2009, Rewolf), tiene un potencial enorme. Y que, en el odioso pero inevitable juego de las comparaciones, recuerda a la gran Elizabeth Fraser, de los también mágicos y encantadores Cocteau Twins.
“La verdad es que ésta es mi primera experiencia como cantante –se sincera Yuki–. Al principio, en los primeros discos, me costaba respirar correctamente. Hace un par de años llegué a tomar clases, pero no tengo una educación formal. Pero sí, me encanta Cocteau Twins y la forma en que Elizabeth Fraser usa las palabras: ella es simplemente asombrosa. La habilidad que tiene para cantar es intimidante.”
–La decisión fue intentar algo nuevo con Hush. Y estoy contenta de haberlo hecho. Creo que este disco expandió nuestro enfoque y nuestro sonido como banda. A alguna gente le molestó el cambio que hubo desde Citrus (su disco de 2006), pero nuestra intención siempre fue la de evolucionar y crecer como banda. Siempre es más divertido incorporar nuevas cosas, aunque algunos fans queden en el camino.
Hipnótico, onírico, cristalino, luminoso pero a la vez lunar, el sonido de Asobi Seksu probablemente no sorprenda a los que conocen sus fuentes, pero eso no le quita calidad a este hallazgo de Casa del Puente (heroica gesta editorial de Pedro Moscuza, al frente de Altocamet y responsable de ediciones de Gustavo Lamas, BK, Flavius y Emisor), un sello donde lo cortés de las formas no quita lo valiente en lo comercial. Y si cuando salió en primavera este “pedido de silencio” (tal la traducción del título al disco) de Asobi Seksu parecía un capricho, en verano esta edición toma otra dimensión: Hush seguramente no sea el disco del año, pero probablemente le alcance con su belleza y sus momentos de profundidad oceánica para ser uno de los discos del verano, ideal para abstraerse de los alertas ambientales naranja, los calores insoportables, la ciudad cada vez más nauseabunda y los millones y millones de mosquitos insaciables. Con su elegancia zen y sus ambiguos zorros, Hush funciona como souvenir de un universo paralelo, como un iceberg portátil, luminoso, vibrante... y refrescante.
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