Jueves, 18 de febrero de 2010 | Hoy
MESA REDONDA DE MUSICOS DE REGGAE
Que dub, que rocksteady, que dancehall, que roots y lover. En el medio, encima, apareció el reggaetón y el cruce con el hip hop. Tras haber sido “música del verano” en la última década, el reggae disfruta su momento de mayor exposición pero se enfrenta a contaminaciones y problemas varios. El NO juntó a miembros de Los Pericos, Resistencia Suburbana, Nairobi, JPA, Los Umbanda, Mensajeros, Spiritual Reggae Band y Shambala. Discutieron, pero resolvieron: “El reggae no es una moda que te hace mover el culo”.
Por Luis Paz
Hacer una expedición a la esencia misma de un arte, incluso de un género o escuela dentro de alguna disciplina artística, es una empresa tan rica como peligrosa. Es como intentar llegar al epicentro mismo del Amazonas o al ojo de un huracán: es un intento desgarrador que puede matar pero que, si te devuelve sano, te deja con un conocimiento encima que de ningún otro modo podrías haber logrado. Como el suple no desea fallecer en el intento y dejarte de garpe, convocó a representantes de las diversas instancias —escuelas, movidas, filosofías, podemos llamarlas como desees— de eso tan mágico, maravilloso y, sobre todo, difícil de definir, que es el reggae hecho en casa, para intentar acercarse lo más posible, aunque sólo sea con un vuelo descendente en forma de espiral, al corazón mismo de este arte.
No, por supuesto que no se les pidió que opinaran sobre Bob Marley, precisaran las coordenadas de Sion o reprodujeran la palabra de Selassie. Menos aún que intentaran explicar qué formas sabe tomar Jah, quién es el Gran Hermano detrás de la gran y decadente Babylon o qué es lo que representan el rojo, el amarillo, el verde y el negro. Tendrán que saber disculpar, pero lo que aquí se plantea es una discusión que va mucho más allá, un intercambio filosófico, estético y ético en torno de lo que el reggae fue, es, debe ser y puede ser. Y, naturalmente, tamaño encargo acabó en coincidencias y diferencias entre Juanchi Baleirón (Los Pericos), Luis Alfa (Resistencia Suburbana), Iván Lee (Nairobi), Gaspar Om (Los Umbanda), Juan Pablo Antico (JPA), Horacio Armoza (Spiritual Reggae Band), Germán Abuín (Mensajeros) y Leonardo Badaracco (Shambala), participantes todos del compilado doble que Music Brokers publicó recientemente, con el objetivo de dar unidad a la producción musical relacionada con la cultura del reggae. Porque si algo quedó claro tras la charla, es que el reggae no es solo música, sino una fuerza que te interpela multidimensionalmente. Como el peronismo, aunque con profetas con mucho mejores peinados.
¿A mover el culo o musica espiritual?
“El reggae no es una moda”, retruca Horacio Armoza frente a todas las voces que buscan imponer al reggae como la música del verano. ¿Qué es, entonces? “Una música espiritual, consciente, mántrica y combativa.”
¡Apa lalá! ¿Todo eso? “Sí, y una fuerza que lucha por los derechos del hombre, una forma de esparcir el mensaje de Jah a todas las personas. El arte y la música son un juicio a nuestra condición humana, no fueron creados para hacer mover el culo”, concluye con una convicción más firme que muslo de león. Efectivamente, es la lectura más cercana a la tradición original del reggae roots, el del origen, ese que hay que rastrear apenas después del germen del rocksteady, con Tooth & The Maytals, Desmond Dekker, Derrick Harriott, Alton Ellis y Delroy Wilson a la cabeza; pero bastante antes de la expansión mundial del fenómeno Marley; de The Specials, Madness y el reggae de escuela pop británica.
Pero, después de todo, algo es innegable: las expresiones artísticas, aun las religiosas, se regeneran y resignifican con el paso del tiempo. Pasó con el gospel cuando se lo incluyó en el blues, para cantar sobre el sexo con coros místicos de trasfondo. Lo hace Matisyahu con salmos hechos estribillos. Lo hicieron Lennon en God y Harrison en My Sweet Lord. Y ahí es donde los demás consultados se abren de la religiosidad del reggae sin escaparle a su espiritualidad. Iván Lee, por ejemplo, lleva la fuerza del reggae a un dios menos virtual: la tierra. “Es una de tantas músicas en la que la gente le canta a la tierra, que le rinde tributo a esa energía. Estamos todos conectados a la misma fuente, hacer reggae es festejar eso”, dice el cantante de Nairobi. Por la misma línea de interpretación cuasi-naturalista pasea Luis Alfa, de Resistencia Suburbana: “Explicar qué es el reggae sería como intentar explicar qué significa el aire que respiramos o el perfume de esa flor que caprichosamente nació del concreto”.
Leonardo (Shambala), Juan Pablo (JPA) y Germán (Mensajeros) coinciden en destacar el carácter expresivo del género. “Para mí, el reggae tiene que ver con esa fuerza que te impulsa a hacer música”, explica claramente Leonardo. Germán destaca la positividad de este género, fundamental en la formación de una buena persona. Juan Pablo mete en la discusión a la libertad, como quimera buscada por todos y alumbrada por el reggae: “El reggae tiene un mensaje de protesta pacífica por la libertad y la justicia, y de amor. Y es un estilo que te deja explayarte libremente”.
El reggae en el espejo
“En lo artístico, es un gran momento, con muchas categorías, hasta las más impensables. Y en cuanto a la popularidad, está claro que es su mejor momento”, evalúa Juanchi y, claro, habla de reggae. Ninguno de sus colegas discute su veredicto. Aunque algunos matizan: “Dejó de ser la novedad de hace un par de años y está instalado ahí arriba, aunque aún no sea tan popular como el rock o la cumbia”, admite Germán, de Mensajeros. Juan Pablo Antico, cantante (y nombre propio que da sentido a la sigla JPA), tiene su propia hipótesis acerca del auge del reggae: “Pienso que creció tanto en los países sudamericanos por la injusticia y la violencia que estamos padeciendo, a la par de que vinieron muchas bandas de afuera que nos incentivaron e influenciaron”. Y cierra con una metáfora en verde: “El rock era muy convocante y ahora el reggae está casi igual, pero hay que seguir regando la planta, no te la podés fumar toda de golpe”.
Iván da cuenta de que el reggae ha sabido ser una música estacional, cuando “en verano todos se acordaban de que existía Bob Marley”, pero lo contrapone a una actualidad en la que hay “cada vez más una búsqueda y una investigación” sobre lo que se escucha. Y eso mismo ocurre con los artistas. Su banda Nairobi y Los Umbanda —representados en esta nota por Gaspar Om— son buenos exponentes de una movida avant-garde que está más cercana a las nuevas tecnologías que a las antiguas artesanías, matizando con dub, reminiscencias de dancehall, métrica de hip hop y beat techno.
“No me interesa la emulación de un sonido ni la copia estética del reggae, sobre todo cuando vienen apareciendo artistas con un sello propio que siguen siendo reggae, pero con otros colores, timbres y palabras, más nuestros”, señala Gaspar, que tampoco duda en levantar el índice: “Me parece que la escena local siempre llega tarde a disfrutar y comprender las movidas”. Mientras que Luis Alfa admite no hacer “ningún análisis hace 20 años” porque no necesita analizar al reggae “sino sentirlo como el porqué” de su felicidad, Horacio de Spiritual Reggae Band abre la primera polémica: “En el reggae argentino hay mucha confusión. Muchas bandas, para captar la mística y el público del rock, han optado por el reviente con drogas, asado y alcohol, cuando el roots, el único ritmo de verdad, combate todo eso. El reggae es naturaleza, es salud, peace and love”.
¿Ser o no ser (reggae)?
Hunter Thompson cierra su libro Angeles del Infierno, una extraña y terrible saga, sobre la pandilla de motoristas forajidos, trazando un paralelo entre el LSD y las motos: “Su relación no es ningún accidente publicitario —concluye—. Las dos cosas son medios para llegar a un fin, el lugar de las definiciones”. Se puede agregar al reggae a ese listado.
—¿Son el dub, el dancehall, el rocksteady, el reggae lover o el reggae stone tan válidos y genuinos como el roots?
Iván Lee: —Los Nairobi estamos muy predestinados a ver al reggae desde el dub, pero creo que actualmente hay movimientos muy interesantes sobre ritmos africanos, un poco lo que pasó a fines de los ‘70 y principios de los ‘80, mucha conexión del afrobeat con los ritmos latinos, la cumbia, el dancehall, el hip hop. Creemos que es válido, hasta en tanto antropólogos.
Gaspar Om: —Estamos pasando por la etapa de entender que reggae no es dreadlock, reggae, palmeritas, marihuana y la bandera de Etiopía, nada más. Acá se desarrolló con características propias de la cultura rock argentina y hay reggae en Japón, también. Hay artistas que trascienden esa cosa estereotipada, como Fidel Nadal o Resistencia Suburbana. A mí, la verdad, me aburriría hacer una banda de roots y salir a copar cabezas.
Juanchi Baleirón: —Sinceramente, muchachos, podemos hablar de subgéneros y todo, pero el reggae tiene que ser con estilo, personalidad y ser canción, fundamentalmente. Es cierto que hay mucho revival y onda retro, roots por momentos hasta quedado en el tiempo y variantes que ya fueron probadas. ¡Hay que darle de comer al reggae, no solo fumarlo!
Horacio Armoza: —No estoy de acuerdo, el roots es trascendental. El lovers, el reggaetón, el duby duby, son sólo modas que pasarán. Y todo esto está muy, pero muy lejos de un rastone, que suena lindo pero es una farsa total, un invento poco feliz que pone más confusión en Babylon.
Luis Alfa: —Eso habría que planteárselo a quienes hoy ven al reggae como un negocio. Ellos deben preocuparse de qué va a pasar en el futuro con el género y todos sus derivados, a mí no me preocupa en lo más mínimo.
Juan Pablo Antico: —En JPA, humildemente, intentamos experimentar cosas nuevas. Hicimos Canción de redención con Tete, de La Renga, y Manu Quieto, de La Mancha de Rolando. Estamos muy pegados al rock y preparando más ska y punk. Al reggae se llega de diversos modos, yo empecé escuchando Pappo y muchos nos dicen que hacemos un reggae medio blusero. Creemos en aportar.
Germán Abuín: —Lo que sí creo que contamina al reggae, aunque no lo critico, es el reggaetón. Le saca lugar o se mezcla, cuando no tiene nada que ver. En esa línea, es natural que se mezcle con el hip hop y termine todo fusionado. Pero igual, a quienes nos gusta el reggae, por lo general buscamos rescatar lo más puro y tradicional del género, que no va a morir.
Leonardo Badaracco: —Hay algo que no estamos viendo: hace 10 años, sólo una persona que hubiera investigado conocía al reggae y hoy lo conoce el ama de casa. De acá a 30 años capaz se reformule el mapa estilístico y el qué es reggae y qué no sea algo tan claramente definible como ahora vemos al tango. Surgirán nuevos estilos y ahí debemos trabajar, en la gestación de nuevas formas de expresión de los nuevos sentimientos y emociones.
¿Aparatos represivos del Estado? ¡No, de Babilonia!
La charla vuelve a distenderse con la reflexión final de Leonardo. Las diferencias se pulen como en la Segunda Guerra, cuando el comunismo y el capitalismo conformaron un frente común contra el fascismo (sí, aunque parezca una historia de Stephen King, eso sucedió). El eje vira ahora hacia la problemática del reggae, sobre aquello que Babylon les tira encima, con la esperanza de parar el canto ancestral de estos muchachos.
Gaspar va al epicentro del asunto: “Para mí, el problema de cualquier estilo es cuando es vacío. Noto prejuicios en algunos sectores, pero no estoy seguro de si son los artistas. Hay que entender que la masividad trae consigo algunos vicios, conceptos y prejuicios, también, e incluso formas de consumir un poco frías, estereotipadas. Me parece que para que crezca el reggae primero hay que pasar por este estadío de pelotudez en el que un músico dice que Sumo no hacía reggae”. Juan Pablo apunta hacia afuera y dice que las trabas no están puestas sólo para el reggae, sino para toda la música. “Cromañón influyó mucho, también en el reggae, pero tampoco hay espacios públicos disponibles para las bandas con convocatoria menor, que tenemos mucho para dar. ¡Que le den espacio a la juventud!”
“El problema del reggae —se mete Germán— es el que hay en todo lo que signifique mantener algo. Las bandas, en ese sentido, somos como pymes y la economía nos afecta mucho: siempre hay mucho para pocos y poco para todos los demás. Es muy difícil que una banda se pueda mantener pagándose todo, tenés que tener otro trabajo. Y después están los bolicheros que se dan el lujo de no querer pagarte.” Leonardo, de Shambala, relaciona eso con un problema que excede al reggae y nos toca a todos: “El mundo en el que vivimos está planteado por negociantes con ausencia de sentimientos, por un comercio que no cuida nada.
Juanchi Baleirón, con la experiencia a cuestas, se banca hacer una autocrítica: “La falta de originalidad y el miedo a ampliar artísticamente el género es lo que más atenta contra el reggae, que necesita renovarse. Faltan buenas canciones, salvando excepciones obvias. El reggae es paz y amor, conciencia y una lista enorme y políticamente correcta de clichés, pero es música. Hay mucha sanata. Hace falta menos chamuyo y más música”.
El testimonio más terreno vuelve a ser el de Luis Alfa, para quien el reggae no necesita crecer: “Los que necesitamos crecer somos nosotros, como personas. El reggae es inmenso y nosotros, un ejército de hipócritas diminutos tratando de aprender algo”. Y el más cósmico, el de Horacio: “Sólo la capacidad de discernimiento de la gente podrá separar lo falso de lo verdadero. El palo en la rueda, para el reggae y para la Humanidad, es la cocaína, el alcohol, el tabaco, todas las armas del sistema fraudulento con el que nos enfrentamos cada vez que subimos a un escenario”.
Como canta Charly, cada cual tiene un trip en el bocho. Y aunque es difícil que lleguemos a ponernos de acuerdo, al menos ahora, usted, lector, este suplemento y los músicos de la movida local, están más cerca de lograr una definición de lo indefinible: el reggae, orgullo, pasión y locura; música, religión y cultura.
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