CON IRA KAPLAN DE YO LA TENGO, QUE EDITA POPULAR SONGS
Ex crítico de rock, célebre entre la prensa especializada, cínico constructor de nuevos sonidos, Ira Kaplan nunca pudo romper la barrera indie ni en Estados Unidos, ni en otro lugar. “Pero nunca fuimos indies”, confunde. ¿Y qué son?
› Por Daniel Jimenez
Ira Kaplan ama el baseball. Fanático de los New York Mets, el cantante y guitarrista de Yo La Tengo tomó el nombre de la banda de una anécdota que se remonta a la década del ‘60. Richie Ashburn, jugador de los Mets, corría para atrapar la pelota al grito de “I’ve got it, I’ve got it” y chocaba habitualmente con su compañero venezolano Elio Chacón, ya que éste no entendía ni una sola palabra de inglés. Ashburn aprendió entonces a decir “Yo la tengo” cuando la bola se acercaba y así evitar el impacto contra el pesado cuerpo de Chacón. Sí, así de simple.
En una primera impresión, Kaplan podría resultar un simpático refutador de leyendas, un exigente profesor de Historia, un cínico intelectual vanguardista o simplemente un lúcido cronista de historias mínimas. Y todos estos roles encajarían perfectamente.
Cuando en 1984 formó Yo La Tengo junto a su mujer, la baterista Georgia Hubley, en Hoboken, New Jersey, nunca imaginó que su figura podría llegar a convertirse a través de los años en un referente de culto del rock independiente norteamericano. Según su mirada, un reconocimiento desmedido: “Ninguno de nosotros es un rock star, ni somos diferentes arriba del escenario. No podemos ser los Ramones, ni tampoco cambiamos nuestros nombres para tocar. En Yo La Tengo sólo vas a encontrar a tres personas comunes con un trabajo común”, asegura Ira.
Desde 1986, cuando debutaron con el seminal Ride the Tiger, la banda sufrió distintas transformaciones hasta que a comienzos de los ‘90 el triángulo se cerró con la llegada del bajista James McNew. Más allá de funcionar como un núcleo sólido e impenetrable, Ira siempre fue el nervio central del combo; el cerebro creador de una música tan bella como narcótica. Esa que los críticos no han dejado de elogiar en las últimas dos décadas, pero que nunca les permitió ser un éxito de ventas en los Estados Unidos, donde todavía son para muchos jóvenes un exponente inoxidable de la música indie. Pero Kaplan, quien además supo ganarse algunos billetes como crítico de la revista punk New York Rocker, no pareciera estar muy de acuerdo con esta definición: “Realmente no sé qué significa ser indie. ¿Alguien me puede decir hoy qué es un proyecto indie? No creo que nadie pueda. Nosotros solamente queríamos ser una banda de rock y todas las decisiones que tomamos fueron para bien de los tres, sin defender una escena o movida en particular. Por eso nunca fuimos una banda indie”.
Del folk al rock, del noise a la electrónica, el trío siempre trabajó con la libertad y la ambición creativa suficiente para no quedar etiquetado en ninguna categoría caprichosa. Con el ingreso del productor Roger Moutenot en 1993, el trío abrió su paleta de colores y entregó discos de amplia digestión como Painful, And then Nothing Turned itself Inside out, Summer Sun, I Am not Afraid of you and I Will Beat your Ass o el reciente Popular Songs; donde vuelven a unir con sabiduría extremos distantes como el desmadre sonoro y la sensibilidad acústica.
–La verdad es que nunca nos ponemos a discutir entre nosotros cuando nos metemos a grabar: “Bueno, este próximo disco lo vamos a hacer de tal o cual estilo”. Las cosas se dan naturalmente. Esta vez grabamos muchos ensayos y las bases en Hoboken y el resto en un estudio en Nashville, eso sí fue diferente. Todavía las preguntas, las ideas y los extraños arreglos suceden siempre cuando apretamos play y empezamos a grabar.
–Probablemente todo eso (risas). Hace poco volvimos de un tour por Australia donde hicimos un show, y no sé lo que pasó en la prueba de sonido pero nos pusimos a tocar I’m on my Way, una que hacemos en casi todos los conciertos. Y me puse a cambiar una parte que toco de manera radical y me pareció un juego interesante. Es muy bueno saber que amás una canción y que al mismo tiempo tenés la libertad de cambiarla, escucharla de otra manera y no por ello dejar de amarla. No hay que dejar de escuchar todo siempre de una manera nueva, elegir nuevas formas para descubrir otros colores.
–Yo prefiero decir que no tenemos un concepto cuando hacemos un disco. Nosotros no nos aburrimos fácilmente porque no somos oficinistas, quienes se deben aburrir bastante con su trabajo. Nos interesamos demasiado por todas las cosas que nos rodean y nos sentimos cautivados por el hecho de armar y desarmar canciones. Y, aunque no parezca, somos una banda divertida.
–Sí, eso es verdad. Pero yo nunca quise utilizar esos términos, como alternativo o indie. El último término que tuvo sentido para mí fue la “british invasion” en los ‘60. Después de eso, nada más.
–Sí, las canciones siempre empiezan de esa manera, como una zapada, aunque tampoco es una metodología. Lo que pasa es que el término “zapada” a mí me suena a diez minutos insoportables de solo de guitarra, aunque nosotros tengamos canciones con solos de guitarra. Pero eso no es lo que yo necesito para zapar. La palabra improvisación me suena a algo demasiado arty, demasiado intelectual, y personalmente tengo un gran problema con esa palabra. Para mí la improvisación es la libertad para cambiar las cosas cuando están bien y no cuando están mal. Siempre que terminamos un disco tenemos que empezar a aprendernos las canciones, que después serán aprobadas o no por la gente. Y ahí es cuando cambia la canción. Una las crea, las desarrolla, las ve crecer y... después se hacen grandes y se van de casa (se ríe).
–Justo me hacés esa pregunta durante un tour muuuuy largo (se ríe). Personalmente no he encontrado hasta ahora muchos problemas porque amo mi trabajo y creo que es un hermoso trabajo, pero no quiero sonar desagradecido diciendo esto, porque sé que hay personas con ocupaciones mucho más duras y complicadas que la mía. Cuando estás en la ruta tocás todo el tiempo en clubes y estás girando en un autobús por todo el mundo, así que no tenés casa. Y es muy duro saber que no tenés una casa. Podés tener una buena habitación de hotel para vos solo, pero ésa no es tu casa. Bueno, es algo confortable comparado con un asiento congelado de autobús y un baño tibio en la ducha de un club. Aunque ahora... ¡tenemos nuestro propio micro!
–Generalmente no soy una persona que tenga miedos, pero recientemente tuve algunas experiencias que me asustaron muchísimo. En principio, hoy tengo miedo de que una nueva vida llegue a mi vida (se ríe). Pero el miedo más fuerte me lo provocan los juguetes. Siempre me atormentaron los juguetes y de chico imaginaba que comenzaban a marchar y me rodeaban, como en los dibujos animados. Al menos de chico ése era mi peor tormento... hasta que hace unas semanas tuve una pesadilla espantosa estando de gira. Cuando estás arriba de un micro se hace difícil dormir porque se mueve mucho. Y como no es fácil quedarte profundamente dormido tuve un sueño horrible donde unos juguetes cobraban vida y me atacaban. Quedé completamente aterrorizado hasta que me desperté.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux