ENTREVISTA A SERGIO CHOTSOURIAN (ARARAT)
Mientras Suecia acaba de reconocer el genocidio armenio perpetrado por Turquía (¡a wikiar!), Sergio Ch. bucea en su ADN armenio junto a su hermano, antes de salir de gira por Europa con Natas.
› Por Juan Ignacio Provéndola
Podría haber sido un disco de música alemana: al fin y al cabo, sus abuelos maternos escaparon de Munich luego de que le bombardearan la casa durante la Primera Guerra Mundial. O uno con ínfulas aborígenes, legado de la descendencia indígena de su abuela paterna que se trasluce en el título Toba Trance (2004), disco doble de Natas. Pero no, Sergio Ch. prefirió recuperar su apellido y ponerlo al servicio de Ararat, un proyecto en el que, junto a su hermano Santiago Chotsourian, sigue el paso genealógico de su abuelo paterno, único hermano de ocho que pudo escaparle con vida al genocidio armenio perpetrado por el Imperio Otomano (hoy Turquía) entre 1915 y 1917.
La relación musical entre los hermanos se remonta mucho tiempo antes de que hicieran propio el nombre del monte símbolo de Armenia y de que, incluso, uno fuera el líder de Natas y, el otro, un prestigioso director de orquestas clásicas. “Mi hermano es un punk dentro del Colón que rockea como Angus Young cuando dirige –resalta Sergio–. Cuando éramos chicos me enseñó a tocar el piano y boludeces básicas de la música, y desde los seis hasta los diez años toqué con él lo que sea: armónica, flauta dulce y toc–toc.”
Ya maduros, cada cual hizo un hueco en su cargada agenda y se reencontraron en el camino de la música. Uno con la guitarra, el otro en el piano, y todo registrado en silencio por Sergio: “Lo fui grabando de incógnito cuando zapábamos mano a mano en casa. Después yo le metí algunas guitarras encima, copié, pegué, lo di vuelta y mandé lo que tenía a Meteor City, un sello gringo de stoner rock. Me dijeron que le dé para adelante, así que junté más cosas con mi hermano y me puse en el estudio con las letras, inspiradas en unos libros polacos de filosofía, psicología y metafísica que eran de mi familia”.
Entonces el producto de esos encuentros fugaces pero intensos comenzaron a salir a la luz, de a grageas, en la producción discografía de Sergio. Lo primero fue Gitanos, en 2008. Una auténtica colgada al estilo Natas de casi 15 minutos incluida en aquel vinilo de factura belga completado con tres canciones de Solodolor, proyecto que compartió con el ex V8 y Rata Blanca Gustavo Rowek, el Topo Armetta (fundador de Massacre y compañero de Chotsourian en Santoro) y Billy Anderson, megaproductor que trabajó con Sick of It All, Melvins, Ratos de Porao y El Otro Yo. Casi como anticipo de lo inminente, el instrumental Dos horses se coló en el último disco de Natas (El nuevo orden de la libertad) poco antes de que saliera finalmente Música de la resistencia, el primer larga duración de Ararat que incluyó esas dos canciones y otras cinco más con la participación del propio Armetta en voces, Mariano Pini en guitarras y Nicolás Mallo (director de varios videos del trío) en bajo.
Pero el tiempo no dio para más y jamás pudieron presentarse en vivo. “La primera vez íbamos a tocar en la reapertura del Centro Armenio y al final mi hermano me corrió por un grupo armenio que la partía”, recuerda Sergio, con risa y sin rencor. El segundo intento iba a ser en el Festival de Cine Mudo organizado en diciembre en San Isidro, hasta que una semana antes Santiago tuvo que abortar porque tenía que ensayar con otras cinco orquestas que también iban a participar del evento. “Tuve que armar una especie de Ararat de ensamble con Jorge Araujo y Ernesto Romeo de Klauss, e improvisamos una hora y media sobre El hombre con la cámara, una película muda de 1928, a partir de motivos que preparamos en dos ensayos”.
–A la hora de elegir en qué gastar el tiempo, prefiero meterme en un estudio y grabar, porque el único legado que queda es el disco. En el caso de Ararat, mi hermano está muy ocupado como para ensayar: tiene seis hijos, manejaba una radio, se la pasa viajando por el mundo musicalizando películas o yendo a festivales, además de organizar conciertos de música clásica. Yo le muestro las ediciones argentina y estadounidense de Música de la resistencia y le digo: “Dale Santi, copate que salió en todo el mundo”. Pero él está a full con mil cosas. Nos juntamos muy poco, pero cuando lo hacemos, estamos horas. El con el piano, yo con la guitarra. No pasa nada y de golpe pasa de todo. Ya tengo preparada la mitad del segundo disco de Ararat y lo estoy esperando con la guitarra y el micrófono.
–Busqué un motivo para ponerme a la altura de mi hermano, aunque también es un gusto propio. No me gusta cajonear nada y yo tenía muchas cosas que habían quedado afuera de Natas por diversos motivos. Cuando junté los temas, empecé a armar la tapa y al toque caí en el escudo de la resistencia armenia contra los turcos: leones, espadas, hachas. Todo fue cayendo solo. No es que me siento con un cuaderno y digo “ahora voy a plantear este concepto para este disco”. Yo tengo la sangre hirviendo y cuando llego a mi casa me pongo a tocar la guitarra de juguete de mi hijo. Si me gusta, lo grabo, y después le agrego cosas arriba. Después del caos, la confusión y la experimentación, pongo el freno de mano y ordeno. En este caso se dio todo a la vista y el nombre surgió solo.
–Yo tiro el armenio de entrada. Lo que surgió después, llegó solo. Ararat es un proyecto de bunker. Por eso lo relacioné enseguida con la resistencia armenia y todo ese palo. Fueron piezas de artillería que fui juntando durante muchos años. Luego las ensamblé y les di forma con muy baja pretensión y sin querer pasarle por ningún lado a nadie. Fue concebido con perfil modesto, sin ningún plan de lanzamiento para promocionarlo.
–Nunca fui, pero me encantaría ir a tocar. Mi hermano va más seguido y tal vez esté esperando que yo tenga algo más que ofrecer para invitarme a ir. Quiero ir a conocer, pero por supuesto voy a llevar la guitarra para hacer quilombo.
Por el momento, el destino internacional inminente de Sergio Chotsourian es la Europa central. Allí girará con Natas ofreciendo un show por día desde el 7 hasta el 27 de abril en Bélgica, Alemania, Holanda, República Checa, Italia y Austria. Un camino que comenzaron en 2003 (“esa vez terminamos rotos –recuerda el cantante y guitarrista–, nos pagamos los pasajes y llegamos a dormir hasta en la calle”) y que está tan cerca de su ADN como Ararat: “En esas giras comienza a hervir mi sangre alemana. No por nada Electro Haze, el primer sello que nos fichó en Europa, y Colour Haze, la primera banda que nos llevó allá, están en Munich, ciudad de donde escapó parte de mi familia”.
–Al principio sí, porque para la escena local éramos realmente renegados y sonábamos mal, graves, muy colgados, ni cantábamos. Fue muy jodido: éramos tres, venían a vernos cinco personas y nos costaba mantener los equipos. Creo que supimos estar en el lugar justo y en el momento indicado. Además de mucho trabajo, por supuesto: todos los putos días, durante 15 años, dedicados a la banda casi sin vacaciones. Ya sea para hacer música, grabar discos, estar horas contestando mails o ir a Ruta 2 a conseguir un buje para la camioneta con la que viajamos. Dispuesto para lo que haga falta, siempre con alegría y sin querer mearle el palo a nadie.
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