Jueves, 8 de abril de 2010 | Hoy
WASP PRESENTA BABYLON EN BUENOS AIRES
Blackie Lawless alerta a la población rockera mundial sobre el plan del G-12 para tener un gobierno mundial, una moneda única y un microchip en cada ser humano. Y lo descubrió... ¡por la tele!
Por Juan Ignacio Provéndola
Para hablar de WASP podríamos referirnos a la huella que le marcaron a todo aspirante al Olimpo del hard rock, a sus escandalosas actuaciones que incluyeron simulacros de torturas a mujeres y de vejaciones a monjas (!), a la censura que sufrieron por parte de la industria discográfica a causa de sus recurrentes alusiones al sexo y la violencia, y al repudio que recibieron de parte de un grupo de esposas de legisladores norteamericanos que la incluyó, junto a Judas Priest, Prince y Madonna, en una la lista de “quince asquerosos” que alteraban la moral de la juventud gringa en la década del ‘80.
Podríamos hablar de todo ello, claro. O, simplemente, resumir todos los esfuerzos a posar la mirada sobre Blackie Lawless, el espíritu insustituible de un grupo cuya historia transcurrió de acuerdo con su deseo y voluntad. Aunque él quiebre la cintura y prefiera decir que “WASP es un concepto y no las personas que tocan o tocaron en ella, por eso incluso puedo pensar en la banda sin mi presencia”. Pero lo cierto es que los catorce discos de estudio que editaron desde 1984 hasta el reciente Babylon –que presentan hoy en El Teatro– sirvieron, más que nada, para que Lawless pudiera desangrar su infancia perturbada y su adolescencia zarpada a lo largo de una obra cuya intencionalidad se puso de manifiesto como nunca a través de Jonathan Steel, alter ego de Blackie y personaje central de la obra conceptual The Crimson Idol (1992).
Más allá de las disquisiciones sobre la esfera íntima del cantante y guitarrista, la actualidad de WASP los encuentra por tercera vez en Sudamérica presentando un disco donde, después de experimentaciones varias (su meloneo con la música electrónica en Kill, Fuck, Die les valió algunas críticas en 1997), el grupo parece dispuesto a recuperar lo mejor de su código genético a través de riffs pegadizos y poderosas baladas, aunque con letras decididamente comprometidas con el tiempo y espacio el en que fueron concebidas. “Tomé la idea de la Biblia –cuenta Lawless–. En los últimos tiempos de Bush como presidente, todos hablaban de crisis, y si aprendí algo de los políticos es que, cuando la mencionan, hay que agarrarse la billetera porque vienen a sacarte tu plata. O tu libertad.” ¿Entonces? Blackie sigue: “Estaba viendo una conferencia del G-12 en Bruselas. De repente, un tipo dijo: ‘Creo que sería buena idea pensar en un gobierno mundial’. Otro agregó: ‘Si tenemos un gobierno mundial, deberíamos tener una moneda mundial’. Entonces un tercero sostuvo: ‘Creemos que para 2017 podríamos colocar un microchip en la gente’. ¡Me quedé boquiabierto y me pregunté si estos tipos realmente entendían lo que estaban diciendo! Yo fui criado de forma muy religiosa y sé bastante al respecto. Me fijé en el libro Revelaciones de la Biblia, y me sorprendí de cuán preciso era hablando sobre lo que, justamente, decían estos tipos en Bruselas. De allí vino la idea de Babylon, del control mundial y de la población”.
–En Dominator, tu anterior disco, fuiste muy crítico con la política exterior del por entonces presidente Bush. ¿Qué opinás de Obama en ese sentido?
–¡Es el peor presidente que tuvimos en la historia! No está cualificado para serlo porque nunca tuvo una actividad que lo preparara para eso, aunque él crea que sí lo está por el simple hecho de haber ido a la universidad y haber trabajado para grandes corporaciones. No tiene experiencia para su puesto, por eso se metió en tantos problemas en tan poco tiempo y, por supuesto, su política exterior es espantosa.
–¿La denuncia es una forma de renovar la impronta provocativa de WASP?
–Nunca quisimos ser provocativos. Lo que queremos es transmitir un mensaje porque si el arte no te hace pensar, no es arte. Solamente estarías vendiendo discos, lo cual no está mal, pero tampoco es la idea. Queremos estimular a la gente haciéndola pensar sobre lo que pasa en sus vidas y en el mundo.
–¿Cómo se contactaron con la música electrónica para Kill, Fuck, Die?
–La descubrí en una disco de Alemania en 1984, la primera vez que viajamos a Europa, y resultó ser el descubrimiento musical que más me sorprendió en los últimos 25 años. La mayoría de los fans heavies se ofenden con este tipo de música porque la comunidad metalera es muy prejuiciosa con todo lo externo al género, pero yo sólo califico al sonido sin importarme el estilo de vida. Muchas de las canciones que escuchamos las odiábamos. Pero los sonidos que había en ellas nos causaron un gran impacto y encontramos a la música electrónica de casualidad porque, honestamente, fuimos al boliche a buscar mujeres.
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