LOS AMIGOS INVISIBLES PRESENTAN “COMERCIAL”
Esta aceitada maquinaria de funk, soul, dance y ritmos tropicales quiere público fémino: “Se nos hace la vida más fácil cuando vemos que en los shows las primeras filas están llenas de nenas hermosas”, dice el Catire.
› Por Roque Casciero
José Rafael Torres no se acuerda del todo la única noche en que la banda en la que oficia como bajista tocó en la Argentina. Sabe que fue en una fiesta por la final de Latin American Idol, el programa de Sony, que les fue muy bien, que el público bailó hasta desfallecer y que había mucho, pero mucho alcohol. “Estuvo muy bueno, pero desafortunadamente no recuerdo nada de las últimas dos horas”, se ríe el Catire (algo así como “el rubio”), una sexta parte del combo venezolano Los Amigos Invisibles. Pronto tendrá revancha, aunque es posible que vuelva a irse con algún período en blanco en la memoria: la banda tocará por primera vez en Buenos Aires (en Niceto, el 20 de mayo) para presentar su sexto disco de estudio, Comercial (editado por PopArt). “¡Finalmente!”, se alegra Torres. “Honestamente, estamos muy ansiosos de ver qué puede pasar, y nuestra mayor expectativa es que el público argentino apruebe el vivo de Los Amigos, a ver si siguen llevándonos para allá. Ojalá que sea el principio de una relación longeva. Queremos que nos vean porque Los Amigos tenemos al menos dos personalidades: la de los discos y la del vivo. Y por la experiencia de personas que se nos han acercado durante nuestra carrera, recién cuando nos ven en vivo se entiende el concepto completo de la banda. Es muy difícil experimentarlo sólo con el disco. Nosotros nos alimentamos del público que nos recibe calurosamente, es el combustible de la banda.”
Cualquiera que haya visto en acción a Los Amigos Invisibles sabe que el bajista no dice paparruchadas: el sexteto (que completan el cantante Julio Briceño, el guitarrista José Luis Pardo, el tecladista Armando Figueredo, el percusionista Mauricio Arcas y el baterista José Manuel Roura) es una original, aceitada y lasciva maquinaria de funk, soul, dance y ritmos tropicales. Y una que, para colmo, no se toma ni una pausa para rehidratarse sino que entrega conciertos non-stop, como si se tratara de la “discoteca humana” que sus integrantes se propusieron generar en sus comienzos. Parece mentira: de aquello ya pasaron más de quince años. Por eso cuesta encontrarle explicación a esta banda a la que le echó el ojo David Byrne (sacaron varios discos por el sello Luaka Bop, del ex Talking Heads) y que lleva nueve años viviendo en Nueva York. Torres lo intenta: “En la Argentina salieron varios discos nuestros, pero Luaka siempre hacía acuerdos de distribución con distintos sellos majors, entonces no había una coherencia, siempre estábamos brincando de uno al otro... En los últimos años hemos desarrollado una estructura que nos permite, siendo independientes, llegar a otros mercados. Es un poco paradójico, porque uno pensaría que con una transnacional sería más fácil, pero así puedes enfocarte más en los puntos que quieres. Por eso creo que el despertar de Los Amigos en América latina se debe a que como independientes somos nosotros los que tenemos que buscarnos los caminos y comprometernos con los que nos interesan. No tenemos impacto en el mundo, pero sí nos enfocamos donde creemos que podemos tener un futuro”.
La conexión argentina de Comercial es Cachorro López, que les produjo el corte Puras mentiras... a instancias de un hombre del NO. “Yumber Vera Rojas, que es amigo nuestro, lo entrevistó una vez y Cachorro dijo que le gustaría producirnos. Con lo que Yumber salió de la entrevista y llamó a nuestro manager (risas). Conseguir un productor del calibre de Cachorro es costoso, pero tener el insight de que está interesado en tu proyecto ayuda a que puedas negociar un poco los costos, porque siendo independientes está fuera de nuestro alcance. De hecho, nos hubiese encantado producir todo el álbum con él, pero... demasiado dinero (se ríe). Nos alcanzó sólo para una canción.” De todos modos, el sexteto caraqueño trabaja seguido (incluso en Comercial) con el francés Dimitri From Paris, que no debe ser precisamente un productor barato, ¿no? “Con él tenemos una suerte de convenio que hemos desarrollado desde hace varios años: cuando él necesita músicos, nosotros vamos, grabamos y no le cobramos; en intercambio, él nos hace producciones. Al final siempre le pagamos algo, pero no lo que él vale. Es como un intercambio de talentos y ambos nos hemos beneficiado de eso”, explica Torres.
Comercial marca el regreso de Los Amigos Invisibles al sonido de sus primeros discos (A Tropical and Autoctonal Venezuelan Dance Band, The New Sound of the Venezuelan Gozadera y Arepa 3000: A Venezuelan Journey into Space), después de los “desvíos” que supusieron The Venezuelan Zinga Son y Superpop Venezuela. “Definitivamente fue un esfuerzo de volver a algo similar a lo que hicimos con Arepa 3000. Y la razón fue muy sencilla: con Zinga Son tuvimos una experiencia increíble, fue un viaje, pero era bastante alternativo para el público latinoamericano. Y el siguiente álbum que hicimos, Superpop Venezuela, fue como un tributo a artistas venezolanos. Fueron dos proyectos bastante particulares, muy personales, y sentimos que aunque Los Amigos abarcamos esas ganas de explorar y de arriesgar, cuando vamos a un show no podemos dejar de tocar Ponerte en cuatro, La vecina o Cuchi Cuchi. Entendimos que tiene que haber un balance entre nuestra exploración artística y lo que la gente espera de nosotros, porque gracias a eso vivimos.” A propósito, el título del álbum se debe, en principio, a que los temas están hilados por jingles, pero también a que cuando escucharon el disco terminado se dijeron: “Guau, este disco es muy comercial”. “En realidad, el asunto conceptual de los jingles nos da la excusa para ser irónicos con el tema de ser comerciales. Pero al mismo tiempo es un deseo”, dice el Catire.
–¿Sabes que sí nos gustan? La verdad es que se nos hace la vida más fácil cuando vemos que en los shows las primeras filas están llenas de nenas hermosas. Aquí ya todos estamos casados, pero un dulce no le hace mal a nadie (risas). Esto sale sólo en la Argentina, ¿no? Mejor digamos que son vestigios de cuando éramos solteros.
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