El ritmo de samba, las camisetas verdeamarelhas enguantando panzas cerveceras de hinchas y bustos bamboleantes de garotas, los clips de goles de Ronaldo, Romario, Ronaldinho, Robinho, Roberto Carlos, Romualdo, Rolinho, Rozinho, Ronhoso y cuanto crack notable que empieza con “Ro” haya por ahí... En vísperas del Mundial, la imagen de “lo brasileño” con la que martilla la publicidad televisiva tiene demasiado gusto a fiesta ajena. Un festejo al que, cual paquete turístico para el Carnaval de Río, a lo mejor que el argentino puede aspirar es a colarse un rato en la joda. Ahí, está, sin ir más lejos, la libidinosa campaña “Seducí a tu rival”, con la que Gillette Prestobarba asegura que una buena afeitada logrará al rasurado un amistoso intercambio de camisetas con un trío de hinchas brasileñas aparentemente ninfómanas: una rubia, una morocha y una castaña, las tres en la playa, con tanga y camiseta del seleccionado de Brasil.

También Lionel Messi chicanea a los brasileños en un aviso de ESPN: se prende a contestar una trivia mundialista en la que, ante la pregunta “¿Qué Selección tiene más títulos del mundo?”, él contesta, tan cerca de la fe ciega como de la mufa: “Brasil... por ahora” (hablando de Messi y de Gillette: es curioso que en otra campaña Lio haya sido elegido para promocionar afeitadoras, cuando no parece ser precisamente un ejemplo de pilosidad facial, pero como no hay brasileños en ese aviso, no viene al caso).

Es que algunas publicidades prefieren poner el ojo sobre el rival acérrimo en lugar de insistir con la exaltación de la “pasión del hincha”, manoseada en cada Mundial por comerciales-piedra de todo tipo. Y chicanear a los brasileños, a pesar de que la vitrina de títulos nos sugiere que en esa comparación tenemos todo para perder, resulta una buena opción. ¿O acaso en las canchas argentinas cargar al rival no resulta tan atractivo como el festejo individualista?

Más allá de las miradas de la publicidad local, el momento más grosso del derby publicitario brasilargentino –¿o argensileño?– lo aporta la TV de Brasil, con un nuevo comercial de la marca de cerveza Skol (YouTube no deja mentir, probar con “skol + argentinos + samba”), en la que muestra a cuatro hinchas argentinos que, en cuanto destapan unas latitas de dicha birra, empiezan a bailar samba, se sacan la camiseta de la Selección y se cortan el pelo, mientras el locutor recomienda el producto a cualquier hinchada. Lo más divertido es el estereotipo del hincha argentino con el que se ríen los publicistas brasileños: son cuatro chabones (en la más rigurosa y rockera acepción de la palabra “chabón”) hechos y derechos, pelilargos, flacos, con camiseta de fóbal, gritones, con entusiasmo que se retroalimenta en arengas de vozarrón grave. Para los que decían que la subcultura del rock futbolizado argentino era sólo de la frontera para adentro.