MARADONA, PALABRA CLAVE EN SOWETO
› Por Mariano Blejman
Mientras Johannesburgo tiene paredes blancas, altas, limpias, pero sus calles están deshabitadas y las ventanas enrejadas, las paredes de Soweto son más bien bajitas, están abiertas de par en par. Los niños juegan en la calle. Ahí caímos, a fines de 2000, junto a Alejandra Dandan, en busca de una buena crónica: Soweto (Southern Western Town), el barrio negro que terminó con el apartheid, el lugar donde nació, se crió y resistió Nelson Mandela (cuya posada actualmente puede visitarse en un cuidadoso recorrido turístico), no es exactamente un buen lugar para caminar con aspecto de hombre blanco. Soweto fue un barrio creado por los blancos para separar a los habitantes negros de la ciudad, del cual prácticamente no se podía salir, salvo que uno tuviese un papel que acreditara que trabajaba en alguna casa de blanco. Los jóvenes blancos salían a matar negros para festejar cumpleaños, entre otras atrocidades que perpetró el gobierno racista de Sudáfrica, hasta que Nelson Mandela tomó el poder. Así que, se entiende, no es muy sencillo caminar por ese barrio con pinta caucásica, con una aparatosa cámara de fotos analógica. Y menos aún ante la cínica mirada de piel oscura dispuesta a demostrar hostilidad. Mientras caminábamos, ojos blancos algo rojos cruzaban el aire y destilaban tensión: de pronto, un puñado de jóvenes pisaron las veredas de sus casas y se acercaron lentamente hasta el lugar donde caminábamos. No venían en son de paz. Y no había por dónde salir. Pero cuando el destino parecía incierto, el contacto asiático que nos llevaba por el barrio atinó a gritar “¡Argentina! ¡Maradona!”. Entonces las caras cambiaron la tensión por algo de risa, las calles se abrieron libremente, y Soweto ofreció una notable hospitalidad. Ojalá sea Messi nuestra próxima keyword para ser usada en tierra hostil.
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