TOP 5 DE MOMENTOS ROCKEROS EN LOS MUNDIALES
El banderazo de Rattín, el puntinazo de Zaire, la fiesta de Rod Stewart, el cabezazo de Zidane y el puño de Maradona.
5. Rattin ’66
Estamos en el mejor Londres, el “swinging London” de 1966, en la adolescencia de la psicodelia y el amor libre, y con los Beatles, los Stones, los Who y los Kinks a punto caramelo (“candy point”, digamos). La selección local, Inglaterra, recibe a Argentina por cuartos de final y Antonio Rattin ve la tarjeta roja. Mientras se retira del campo de juego, agarra y estruja con fastidio un banderín que marca el límite de la cancha, y no era un banderín común: tenía la bandera del Reino Unido. El tiempo volvería a Rattin un tipo muy poco simpático (llegó a la política de la mano del comisario acusado de torturas, Luis Patti), pero ese episodio –un clásico de YouTube– se anticipó a Malcolm McLaren: sólo faltó que pusiera un alfiler de gancho en la napia de la Reina.
Soundtrack sugerido para cuando los de MTV hagan el clip: Anarchy in the UK, de Sex Pistols, y London Calling, de The Clash.
4. Zaire ’74
El reglamento de un deporte es un corset nada sexy, pone límites opresivos y corta alas. Y se supone que la cultura rock es una contracultura. En la fase inicial del primer Mundial de Alemania, Brasil golea a Zaire (actual Congo), y los derrotados morochos aportan su granito de arena para el prejuicio que supone que los futbolistas africanos son poco dados al rigor táctico y reglamentario. Hay tiro libre para Brasil, y mientras se acomoda la barrera, el zaireño Mwepu Ilunga aprovecha que la pelota estaba ahí, quietita, olvidada, y la revienta de un puntinazo. Andá a buscarla, Rivelino. ¿Desconocimiento del reglamento? ¿O deliberada ruptura de límites?
Soundtrack sugerido para cuando los de ESPN hagan el clip: Rebel Rebel, de David Bowie, y Mano negra, de Mano Negra.
3. Rod Stewart ’78
La selección de Escocia fue eliminada en primera ronda del Mundial de Argentina, entre casos de doping, juergas y bardo whiskero a lo largo de las sedes de Córdoba, Mendoza y Buenos Aires. Parte de la fiesta la aportó el futbolerísimo Rod Stewart, quien no sólo había grabado una canción de arenga oficial al equipo escocés (Ole Ola, lo editó Warner) sino que viajó de incógnito al país para ver un partido y sumarse a la joda. Pero a Rod le salió mal, y la fiesta terminó cuando lo asaltaron en un bar. Descontrol a lo rock chabón, pero con gaitas y polleras a cuadros.
Soundtrack sugerido para cuando los de Líbero, de TyC Sports, hagan el clip: Héroe del whisky, de Los Redondos, y Flying, de The Faces.
2. Zidane ’06
La violencia no es rock, pero la actitud impredecible y cierta inconciencia escénica, sí. Francia e Italia definen la final del último Mundial de Alemania, miles de cámaras y millones de auspiciantes la viven minuto a minuto. Y de pronto, quien había sido la figura del torneo, el multicampeón, sabio y veterano franco-argelino Zinedine Zidane, patenta un foul inédito en la historia del fútbol: el cabezazo intencional al esternón del rival. Tarjeta roja, Francia pierde la final, y a Zizou se le termina la carrera. ¿Un bad boy? ¿Un quemado? ¿Un mal viaje? Todo sea por el espectáculo.
Soundtrack sugerido para cuando los de Canal 7 hagan el clip: Rumba argelina, de Radio Tarifa, y cualquiera de ZZ Top.
1. Maradona ’86
Virtuosismo y malicia, dos de las mejores caras de la cultura rock en un mismo partido (otra vez Argentina-Inglaterra, otra vez por cuartos de final, esta vez en el último Mundial de México), y en un mismo jugador (Oscar Ruggeri... no, mentira, Diego Maradona). Primero, malevolencia dylaniana: un gol con la mano que ahora todos creen divina, pero que en ese momento fue una gambeta al ojo del árbitro: el truco es que después de pegarle a la pelota con un puño, Diego mueve ostensiblemente el otro puño, y hace creer al juez que los reclamos son infundados. Segundo, talento de guitar-hero: un gol tras eludir, más rápido que cualquiera, al 66 por ciento del equipo inglés.
Soundtrack sugerido para cuando los de Much Music hagan el clip: Voodoo Chile, de Jimi Hendrix (virtuosismo); My Sweet Lord, de George Harrison (latrocinio).
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