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Jueves, 5 de agosto de 2010

AGUAS (RE)FUERTES

Gata peluda

 Por Javier Aguirre

Malena hace dreadlocks como ninguna. Y su propia cabellera es su mejor vidriera, su mejor currículum vitae, su mejor libro de artista, su mejor MySpace: un enorme racimo de gatas peludas amarillentas cae y rebota por detrás de sus orejas. Sólo falta el locutor diciendo: “Este peinado puede ser tuyo”. El espíritu tropical que sugiere ese pelo y también la posibilidad de hacerse dreadlocks al paso chocan con la ola polar que escarcha las alcantarillas del centro e inflama las orejas. No es el único choque térmico que hay ahí: Malena se le anima a un gran escote –no jodamos, ahí hay como 40 centímetros cuadrados de escote, por lo menos– coronado por una bufanda de lana gruesa y anaranjada. En ese busto conviven las dos variables esenciales que afectan la existencia de la ropa, dos cosmovisiones que el homo sapiens enfrenta desde la primera vez que se puso un cuero de leopardo (¡oh, animal print prehistórico!) sobre la espalda: apariencia y abrigo; look y funcionalidad; escote y bufanda. Es el conflicto matriz de la historia de la indumentaria. En cuclillas sobre los baldosones de Florida y Sarmiento, asegura que tiene tarifa única para gringos y nativos, y que jamás faja a nadie sólo por portación de presupuesto de turista. Pero no parece que su nicho comercial sean precisamente los cotidianos oficinistas, cadetes, secretarias o motochorros de Capital y alrededores sino, más bien, los miles y miles de lusófonos que sacan fotos y van del Cabildo a Falabella, del colectivo de dos pisos a Zara, de las casas de cambio al glaciar Perito Moreno. Me hace callar con la mano: se le acercan dos parejas de brasileños, le piden cotización y le hacen las FAQ propias de cualquier turista que evalúa hacerse dreadlocks un sábado a las 11 de la mañana en Florida y Sarmiento. ¿Es que nadie hace dreadlocks en los más de 7 mil kilómetros de playa que tiene Brasil, y por eso estos chicos tienen que venirse hasta acá a darse el gusto? ¿O es que hasta los brasileños se animan a cambiarse el peinado cuando están de vacaciones? Salvo para los cotidianos oficinistas, cadetes, secretarias o motochorros, Florida y Sarmiento es un lugar exótico, prohibido, ideal para convertir tu pelo en un enorme racimo de gatas peludas. Total, acá no te conoce nadie.

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