Jueves, 19 de agosto de 2010 | Hoy
Por Mariano Blejman
La hipersocialización del presente alcanza su ápice en Twitter. Si las redes sociales como Facebook, MySpace o LinkedIn funcionaban/funcionarán hasta ahora como un depósito de relaciones, hazañas y fotos con impensados resultados en el futuro, esta empresa de microblogging fundada en 2006 en San Francisco –que según Wikipedia tiene empleados 141 ¡error!, ¡sobra uno!– es el presente de la web. Es el ahora. El tweet permanente circula a velocidad infartante. Una noticia. Un comentario. Una fuente. Un pensamiento. El breaking news permanente a escala global sin necesidad de intermediarios. El sueño de la CNN en tiempos de guerra, pero funcionando todo el tiempo. La inteligencia colectiva de Taringa! llevada a escala global. La idiotez del posteo en Facebook aunque resumida en 140 caracteres. Un Google resignificado en tiempo lineal. La antesala del infierno que algún día será Foursquare. Pero sin memoria.
Aunque Twitter existe hace menos de un Mundial, algo pasó en estos últimos meses en Argentina cuando comenzó a crecer exponencialmente. Twitter se reconvirtió desde que la empresa cambió la pregunta básica de ¿Qué estás haciendo? a ¿Qué está pasando? Aquí, además, los usuarios se multiplicaron, tal vez en consonancia con una primera avanzada de teléfonos inteligentes (smartphones) al mercado local. La lógica following/follower (curiosamente traducida como amigos/seguidores al español) genera nichos espejos a la vida real, pero no del todo comparables. La ausencia de intermediarios genera una empatía curiosa: el tweet es algo así como el presente, sumado a la pretensión de verdad. El derecho a réplica directo.
Es un meta-medio donde se funden todos los medios, donde los usuarios pueden compartir “lo que pasa”, donde se puede medir con otra vara eso que los massmedia llaman líderes de opinión, donde los perfiles se convierten en micro-medios, donde se puede seguir la estructura de pensamiento de los líderes de opinión. Aquí, a veces el éxito no se corresponde con el pasado, sino con la capacidad para construir presente. El músico tweetea desde el escenario, el militante social avisa del desalojo, el funcionario les responde a los medios, el periodista postea según sus propios criterios, sin editor, aprende y enseña a mirar, y al hacerlo devela sus fuentes. Es decir, explica su proceder. Quien no está acostumbrado a producir, genera su propia visión. Y la comparte.
Esta red de microblogging propone algunos cambios de paradigma. Ofrece como fuente de información una ecuación curiosa: lo que está pasando, junto a lo que los usuarios piensan que está pasando, junto a lo que los medios cuentan que está pasando, junto a lo que los usuarios piensan que es importante decirles a otros usuarios que eso es lo que está pasando. Los smartphones, por su parte, deslocalizan la conexión. Convierten al usuario en un adicto a contar el ahora. Es el espacio donde 140 caracteres se convierten en una poderosa y agresiva arma social, sin desmedro de su alto contenido banal.
Y el Gran Hermano está de fiesta. Si pudiéramos imaginarnos a Twitter desde arriba, veríamos muchos mares de fueguitos salpicando la aldea global de datos, muchos inútiles, pero también vastos incendios viralmente poderosos. Una especie de Echelón –esa red de espionaje gubernamental que todo lo escucha y lo sigue– facilitada por el deseo de pertenecer al presente. No hace falta revisar los correos. Esto es lo que pasa, con lo que el usuario piensa que pasa. Porque, a pesar del escaso tamaño para desarrollar teoría, el tweeteo tiende a ser interpretativo. Acaso lo más tenebroso es que todo este capital de información pase por una sola empresa que puede saber dónde está cada usuario. Twitter puede saber no sólo cómo se piensa (como cualquier usuario), sino también dónde se piensa.
Si dentro de cien años alguien quisiera conocer la primera versión de la historia (hasta ahora exclusiva del periodismo gráfico), ya no debería buscar en los medios sino en Twitter. Pero lo más irónico es que probablemente se encuentre con un cartel que le diga: “Old tweets temporary unavailable”. Vaya uno a saber.
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