Jue 19.08.2010
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COMIENZA LA TEMPORADA DE FESTIVALES

Una burbuja en el tiempo

Los festivales han cambiado la escena rockera como se conocía en los ’90. Y se resignifican: el Quilmes Rock fue este año sólo un show de estadio, el Pepsi Music corre el riesgo de convertirse en enciclopédico y el Personal Fest es una mezcla de culto, moda y demodé.

› Por Luis Paz

Desde una carpa que no es VIP en la redaccion del NO

La fonética acerca a las posibilidades recitaleras del ocaso de 2010 a un mantra: Pavement, Pixies, Phoenix. Repetirlo lleva a un embrujo místico de pura alegría indie, a volumen bajito y nitidez lo-fi: Pavement, Pixies, Phoenix; Pavement, Pixies, Phoenix. Pero, más allá del Luna Park que la banda de Black Francis hará el 6 de octubre, no hay mayores confirmaciones oficiales sobre Pavement y Phoenix, par de nombres en danza para un Personal Fest 2010 para el que ya estarían (casi) confirmados Mika y Smashing Pumpkins. Meditar costará caro cuando haya confirmaciones efectivas y entradas a la venta –y si no, a preguntarle a Paul McCartney, si es que viene pronto, cuánto les salió a Los Beatles el retiro espiritual con el Maharashi Yogi en la India–, pero mientras tanto ilusionarse es gratuito. Y qué bueno que así sea, porque para los meses venideros, al público rockero se le viene el corralito festivalero usual del fin de año.

Pepsi Music: el festival enciclopédico

El primer gran sacudón será el del Pepsi Music 2010, que este año ocurrirá en Costanera Sur, donde ya ha habido ediciones del Personal Fest y varios encuentros de música electrónica. El Pepsi tendrá cuatro jornadas y un abono de $ 420, contando el envío en el área metropolitana.

El 13 de octubre abrirán Rage Against The Machine y Queens Of The Stone Age. Si sólo es ésta la jornada que te interesa, recapacitá: el campo para la primera fecha, nada más, sale $ 220 (el VIP, $ 330). El 16 de octubre será el habitual día reggae, sin cartel confirmado al cierre de esta edición, con un costo de $ 100 para campo. El 22 de octubre tocará Green Day pero, si no tenés tu entrada aún, olvidate de conseguir VIP: a $ 290 ya están agotadas, y sólo quedan ubicaciones en campo a $ 200 (aunque peor para el bolsillo sería que ocurriese al revés). El cierre del festival de la gaseosa será el 23 de octubre, con Andrés Calamaro y No Te Va Gustar como cabezas de la jornada, a módicos (en comparativa) $ 100 para campo y $ 200 para VIP. Trazando un grosero cálculo que incluya movilidad en colectivo, algo para beber (no más que un par de vasos) y comer (no más que un par de panchos), y abono, la cuenta da unos $ 600.

Pero más allá de los costos, a revisar un poco la oferta: Calamaro y NTVG ya son algo así como el superclásico, porque seguro ocupan un estadio dos veces al año, y capaz suman algún amistoso con menor convocatoria. La segunda visita de Green Day llega un tanto desfasada: si bien traen en lista las canciones de su disco 21st Century Breakdown, bastante festejado en todo el globo, y en el rostro y el sonido muestra una madurez clara (no así en su vestuario), el trío liderado por Billie Joe Armstrong es más un número nostalgioso que otra cosa. Claro, lo mismo les vale a los reunidos Rage Against The Machine de Zack de la Rocha y Tom Morello. Mención aparte para los impecables Queens Of The Stone Age y su megamix de sonido vintage, pulso de hard rock en uptempo y cuelgue digno del mejor stoner, que casi una década después de su presentación en 2001 vuelven a la Argentina con una seguidilla de grandes discos.

Sin embargo, ni siquiera QOTSA es lo que debería llamarse un grupo “de 2010”. Que hace feliz su visita, por supuesto, pero más allá hay que mirar otra cosa: al Pepsi Music como un festival más enciclopédico que noticioso, que en sus siete ediciones (y en ésta, su octava) ha ido trayendo a los imprescindibles de antaño. En 2004 fueron los Wailers. En 2005, Megadeth. En 2006, The Stooges. En 2007, Héroes del Silencio. En 2008 se la jugaron y, aunque no hubo el mínimo corrimiento de la línea, al menos sumaron en bulto: The Cult, Mötley Crüe, Stone Temple Pilots, Nine Inch Nails y Dave Matthews Band. El año pasado, Faith No More y The Prodigy, en virtud de puro talento, magia performática y energía, al menos les taparon la boca a los más descreídos. Y este año, bueno, ahí están los RATM, una banda que se separó hace una década; y Green Day, la que ningún festival nos había traído aún. PM10 o la nostalgia con gas.

Personal Fest: el festival esquizofrénico

En cambio, el Personal Fest, que ocurrirá a partir del 19 de noviembre en el mismo sitio de la capital argentina, muestra una apertura ligeramente mayor, como si sus programadores, además de revisar las enciclopedias de rock, leyeran revistas actuales. Claro, en 2004 iniciaron con leyendas: Blondie, Morrissey, PJ Harvey y Pet Shop Boys tocaron en el debut del festival de música alternativa un bimestre antes de Cromañón. Pero en 2005 se dio una apertura ¿racial? cuando al debut tan caucásico del Personal Fest se sumaron voces latinas y mestizas como Plastilina Mosh, Aterciopelados, Macy Gray y Erykah Badu. Lo de 2006 fue netamente bailable y empezó a incluir bandas más sincrónicas: Black Eyed Peas y The Rasmus, a la par de New Order y Madness. El cuarto Personal Fest, en 2007, fue efectivamente el del rock moderno: Austin TV, The Dandy Warhols, Hot Chip y Phoenix. El de 2008 se les corrió un poco, eso sí, y acabó en crisol de eras y sonidos: R.E.M., Kaiser Chiefs, Bloc Party, Jesus & Mary Chain, The Offspring, !!! y Spiritualized, todos revueltos. El año pasado, con excepción del gran set festivo de Café Tacvba, todo fue revival o futurismo electro, sin demasiada incidencia del presente rockero: Pet Shop Boys y Depeche Mode se mezclaron con Justin Robertson, Zero 7 y Tahiti 80.

Para 2010 le ha llegado el turno a una extraña mezcla de rock de culto, rock de moda y rock demodé, pues si bien no hay confirmaciones oficiales demasiado firmes, la nómina de posibles presentaciones es tan ecléctica como para incluir los falsetes de Mika, la pelada de Billy Corgan (único Smashing Pumpkins en pie), la intelligentzia rockera de Phoenix, la audacia indie-lo-fi de Pavement y el simpático indie pop de Of Montreal. Lo interesante del Personal Fest, el festival esquizofrénico por excelencia, es justamente esa amplitud, devenida de una poco común apuesta a números fuertes a nivel internacional por estos días, pero sin probada efectividad aquí. Aunque, pensándolo bien, cuando un festival está probado como exitoso, muchas veces el cartel pasa a un segundo grado para muchos de quienes gatillen unos $ 400 por ambos días.

Analgésicos para la festivalitis

Ahora, en definitiva y más allá de todo, los festivales fueron el gran fenómeno de la década pasada (gran por convocatoria y también por trascendencia), deudores no sólo del descenso en los costos organizativos de recitales con producción extranjera a raíz de la devaluación sino también de Cromañón y las subsecuentes políticas anticulturales en la Ciudad de Buenos Aires, que generaron una situación de olla a presión para el público que estalla en estos eventos. Y al menos en el inicio de esta década, aun cuando incluso Creamfields tambaleó (al parecer, todo estaría en orden para una nueva edición, ya la décima), parecen seguir siendo redituables para público, bandas y productores. Cuando deje de serlo para alguno de ellos, se transformarán.

Mientras tanto, estos dos megaencuentros en Costanera Sur son un placebo o un analgésico para una cultura de escala macro que ve cerrarse lugares. Adiós a River –¡sí, a River!– y al Club Ciudad, y un adiós prematuro también para el Parque de los Niños, donde a priori se improvisó el Pepsi 2010, antes de la negativa de las autoridades porteñas. Hola Racing para Rammstein. ¿Cómo andás Microestadio Malvinas Argentinas? Ya te conocimos con los popes uruguayos, Placebo, Manu Chao y las suspensiones de Viejas Locas. Y ni que hablar de la cultura de escala micro, que si bien no los tiene físicos, sí padece de un derrumbe estructural digitado por la mano “anti” del PRO. Y a no olvidarse tampoco de los cierres y topes horarios de los intendentes del conurbano y los gobernadores del interior, con su propia esquizofrenia macabra para deambular orondos por cada nuevo festival en su provincia y para mandar a cerrar lugares a siniestra y más siniestra.

Entretanto, mientras las bases puedan regenerarse y el público en general darse cuenta del avance violento contra el arte y la cultura, y dentro de esos campos, con mucha fuerza al rock, nos guste o no, sean una careteada las carpas VIP o no, sea una ridiculez el sushi para ver a Die Toten Hosen o no, los festivales son hoy como esa gran plaza central de cualquier pueblo, uno de los pocos espacios donde, al menos por unas horas, todo está más o menos bien. Eso hasta que las manden a cercar, como a las plazas porteñas. Ahí sí, que alguien se apiade del rock.

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