Jueves, 7 de octubre de 2010 | Hoy
Y EN ESO PASó CRASHDIëT
La banda sueca se consolidó como cuarteto a mitad de la década pasada y se hizo fuerte por su audacia y desenfado, sobre todo de su cantante, David Hellman.
Por Luis Paz
“Tocar hard rock es como tratar de hacer de un estereotipo algo distinguido como un modelo”, se proponía poco antes de debutar en Buenos Aires el baterista Eric Young, de Crashdiët, una de las bandas más insultadas en foros por haber tocado en Brasil varias veces en esta década y no bajar a la Argentina. La intención era ocurrente, algo así como hacer de un pan francés común y corriente una delicia panificada, y quedará para los que fueron el jueves 30 a The Roxy Live confirmar si Crashdiët logró evadir al estereotipo de la banda de hard rock por inercia propia.
Poco antes de salir a tocar, Young le decía al NO que la intención de la banda es “no quedarse en lo retro”. Sí, claro, entendía que la gente acostumbrada al hard rock “lo que más quiere es buena música y un buen show”, pero que también le da importancia al look: “Esos tipos están pensando: ‘Ey, se viste como yo y toma lo mismo que yo, es uno de los míos’”, hacía su análisis.
La de Crashdiët es una historia enredada. Los suecos se consolidaron como cuarteto a mitad de la década pasada y se hicieron fuertes por su audacia y desenfado, principalmente de su cantante David Hellman, que aunque tenía un apellido bastante “hard rock” decidió pasar a ser conocido como Dave Lepard. Al cuete, diría su abuela, pero ya no se lo diría porque Dave se suicidó en enero de 2006. Young y el guitarrista Martin Sweet fueron los últimos agregados al grupo que nació de Hellman y el bajista Peter London y, entre los tres sobrevivientes, tomaron a H. Oliver Twisted (algo así como “Oliver Conflictuadito”) para las voces. Pero duró poco (un disco) y ahora las voces las toma Simon “Simme” Cruz. “Es difícil continuar una banda cuando parece que el puesto de cantante está maldito en la tuya, pero no queríamos dejarnos perder como banda. Nunca renunciamos al hard rock, a esta música mágica”, se pone místico Young.
Llegaron a Buenos Aires para presentar Generation Wild, su tercer disco, y sin saber con qué se encontrarían, salvo lo que saben todos los visitantes: buena carne, lindas chicas. “Nos dicen que deberíamos haber venido a comienzos de año, cuando tienen verano, para ir a la playa y ver chicas. Pero en Suecia tenemos chicas preciosas, mucho sol y un gran verano”, se consuela, en una actitud clarísima de pomeleada sueca: ¡rock, nenas y smorgasbord (una comida típica)!
“Somos una banda pro Internet –dirá sin entregar su dirección de correo electrónico–. No hubiéramos sido nada sin eso. Las bandas que no toman ventaja de Internet son estúpidas”, polemiza. O como se diría en el barrio del cronista, “la está hard rockeando”. “Pero una cosa es que te contactes con amigos o lo uses para trabajar y otra que estés todo el fuckin’ día en Internet. ¿Te gusta ver fotos? Andá y sacalas vos, el mundo no termina en un monitor”, grita.
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