Jueves, 18 de noviembre de 2010 | Hoy
AGUA(RE)FUERTES
Por Javier Aguirre
Diecisiete años guardada, muy poco uso, aceptable calidad de fabricación, cuello ancho, estampado impecable, nada raído, ningún rezago de desodorante cristalizado en las axilas, ninguna costura abierta, ninguna cicatriz de polilla. Y –guarda con eso– oficial. Mi remera de la gira New World Tour, que compré en River cuando Paul McCartney vino a la Argentina en 1993, es una de las máximas joyas de índole textil que conservo en mi guardarropa (junto con el gorrito de All Boys comprado el día de la Promoción contra Rosario Central, hace apenas cinco meses). Y no dudé: esa misma camiseta, blanca como un vestido de novia, que usé la orgásmica noche del ‘93 en que tuve mi primera vez con un Beatle, era necesariamente la indumentaria ideal, perfecta, irremplazable, para volver a ver a Paul en River; esta vez, en el marco de la gira Up & Coming Tour. Porque elegí llevar esa prenda, podrán decir que soy un soñador; pero –supuse– no sería el único: inferí que algún otro de los 45 mil asistentes a cada fecha de McCartney en Buenos Aires también llevaría una histórica remera comprada hace 17 años. Pero no. O, en todo caso, nunca lo sabré. El Servicio Meteorológico Nacional, con sus agoreros y anti-Beatles pronósticos de “frío por la noche en el área metropolitana”, se ocupó de desaconsejar los rituales memorabílicos de manga corta (no recuerdo que en 1993 se vendieran, además de las remeras de Paul como la mía, pulóveres de Paul, gamulanes de Paul, montgomeries de Paul, camisacos de Paul, ni anoraks de Paul). Y si hubo nomás valientes –como yo, carajo– que priorizaron la libre expresión de las remeras con mensaje mccartneyano por sobre la dictadura del abrigo, y que se animaron a llevar de todos modos su noventosa casaca del New World Tour, no hubo manera de constatarlo. Ya para la altura de All my Loving, tercer tema de la función del jueves, hacía suficiente frío como para que cualquier remera del estadio estuviera cubierta por una prenda más abrigada. La culpa fue de ese viento helado proveniente del Río de la Plata que sorprende y congela a todo aquel que no es habitué en la cancha de River, y que los meteorólogos futboleros bien podrían bautizar “La Corriente Francescoli” o “La Venganza de Ortega”. Al menos me compré la remera Up & Coming Tour, que guardaré por diecisiete años hasta el próximo show de Paul en River, previsto para noviembre de 2027.
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