Jue 12.12.2002
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THE VINES, LA NUEVA ESPERANZA BLANCA

En busca del Cobain perdido

La prensa anglosajona insiste en perfilar a Craig Nicholls, EL hombre de la banda australiana, como el nuevo Kurt. El, por supuesto, dice que no es para tanto. Aunque alimenta el ruido con buenas canciones, mucho descontrol y ataques de pánico.

› Por Roque Casciero

Esta historia huele a espíritu adolescente. El protagonista tiene 22 años, canta en un trío (ahora aumentado a cuarteto) de rock crudo y suele destrozar con su guitarra todo lo que encuentra a su paso, al final de los shows. Además tiene fama de estar todo el tiempo fumado, de demoler hoteles, de sufrir ataques de pánico antes de salir a tocar y de albergar tendencias suicidas. Con un currículum así, no es extraño que su compañía discográfica y la prensa de todo el mundo vean en Craig Nicholls a un nuevo Kurt Cobain. Pero no. Dice él, líder de The Vines: “Las comparaciones con Nirvana son un auténtico elogio. Estamos increíblemente influidos por ellos. Pero no creo que el suicidio sea algo para mí. No quiero volarme los sesos cuando hay tantas cosas fantásticas por ahí, mundos místicos escondidos. No voy a hacer la gran Kurt Cobain”.
Nicholls comanda la nueva sensación del rock guitarrero. The Vines ya vendió más de un millón de copias de su álbum debut, Highly Evolved (que acaba de editarse en la Argentina). Sin esos datos, poca importancia tendría mencionar que Nicholls se encerró en un camarín durante tres horas porque su sello no lo dejaba grabar “ya mismo” su segundo disco, ni que ama la comida chatarra de McDonald’s y la marihuana de calidad (“No fumamos nada de segunda. Lo devolvemos diciendo: ‘¿Acaso no sabés quiénes somos? Somos una desconocida banda australiana con mucho hype’”). Algunas de las canciones que compuso el cantante y guitarrista, como el hit “Get free”, parecen haber llegado diez años tarde al grunge, pero rebosan de una energía que en Seattle hace rato no se consigue. Hay más, sin embargo: baladas para enamorar, algún ska con el distorsionador encendido, guitarrazos que Noel Gallagher querría haber compuesto, y hasta una melodía tan beatle que podría pasar por un out-take de Lennon y McCartney.
Como sucedió con los Strokes hace un año, los medios ingleses empezaron a decir que The Vines eran lo mejor del mundo cuando apenas habían publicado un single. La consecuencia (lógica) fue que estrellas de Hollywood como Sandra Bullock (aparentemente, una nueva Winona Ryder) se desesperasen por ir a verlos y que la revista Rolling Stone los pusiera en la tapa de un número dedicado al “retorno del rock”. ¿Qué pasa entretanto con Nicholls, el supuestamente atribulado frontman de los Vines? “Toda esta especulación sobre mi estado mental es un tanto invasiva”, responde. “Nunca fui un tipo alegre ni de salir todo el tiempo. Quiero algo más que sólo divertirme. No creo ser un tipo atormentado. Me siento muy feliz haciendo música. Camino en el aire cada vez que me subo a un puto escenario. Con los Vines vamos a hacer un segundo álbum, tenemos que hacerlo. Tengo tantas canciones... No creo que vayamos a implotar.”
Flashback a 1996. Craig Nicholls, un adolescente que dejó la escuela a los 15 por una incipiente depresión, encuentra en Nirvana el refugio para su espíritu. Consigue un trabajo en un McDonald’s de Sydney, donde conoce a Patrick Matthews, dos años mayor que él. Un día, Nicholls le dice que sabe tocar “All apologies”, entonces deciden formar una banda junto a Dave Olliffe. El segundo paso será conseguir instrumentos y... aprender a usarlos. Matthews encara el bajo, Olliffe la batería. Después de que Nicholls rebautiza la banda en honor a una que había tenido su padre (The Vynes), logran algo de atención con su primer demo. Pero el cantante se encierra en sí mismo. “No iba a trabajar ni a ver a sus amigos, perdió el control”, recuerda el bajista. “Lo próximo que supe fue que estaba en un hospital con tinnitus (enfermedad que provoca zumbidos en los oídos). Pensé que se había vuelto loco. Pero cuando salió, era una persona diferente. Antes tenía vergüenza de tocar frente a nosotros en la sala de ensayo; después apareció cantando tipo Cobain, gritando, y no le importaba un carajo. Estaba totalmente absorto en su propio mundo y súper confiado sobre el escenario porque no le prestaba atención a nadie de los que tenía alrededor. Y además había escrito algunas de las mejores canciones que yo había escuchado en mi vida.” Con Nicholls en forma, a los Vines no les resultó difícil conseguir un contrato de grabación. Highly Evolved tuvo una gestación difícil; se quedaron sin plata apenas comenzaron y luego Olliffe empezó a comportarse raro: vomitaba de los nervios antes de grabar sus partes y apagaba los cigarrillos en su propio brazo. Era claro que no podía seguir. Entonces contrataron sesionistas para terminar el disco; después reclutaron a Hamish Rosser, que tocaba en unos Danger Four australianos, y llamaron a su amigo Ryan Griffiths para que tocara la guitarra acústica en los temas más tranquilos. Y se convirtieron, de la noche a la mañana, en algo parecido a la reencarnación de Nirvana. Eso dicen.

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