Jueves, 20 de enero de 2011 | Hoy
LOS COLMILLOS Y MUERAN HUMANOS
Uno desde Burzaco y otro desde Berlín, ambos dúos representan otro modo de plantear una banda rockera. “No queríamos llamar a nadie más”, se excusan Los Colmillos. “Tenemos nuestro propio mundo”, se cuidan los Mueran Humanos.
Por Santiago Rial Ungaro
A la hora de armar un proyecto musical hay dos actitudes distintas, diametralmente opuestas. Una (la tradicional) es proyectar un sonido en base a los géneros y formatos conocidos y buscar músicos para completar una formación convencional. La otra, aparentemente más caprichosa pero en el fondo también más pragmática, es decidir que el grupo son los que están y listo. Mueran Humanos (el proyecto del gran Nochteff junto a la también sorprendente Carmen Burguess) demuestra, desde su exilio en Berlín, las posibilidades hipnóticas y simbióticas de un dúo muy poco convencional (los temas giran alrededor de un bajo tuneado y unos teclados vintage condimentados con dosis de sangre, sexo y efectos especiales). Y acá nomás, en Burzaco, otro dúo como Los Colmillos (una pareja que apenas pasa los 20) confirma aquello propuesto por Sting de que para tocar rock & roll a veces menos es más.
Para los de zona sur, todo empezó tres años atrás, cuando los presentaron por sus afinidades musicales (el primer tema que tocaron juntos fue uno de MC5) y porque estaban sin banda. Hasta ahí todo normal: Vanessa Rinón, una melómana que supo tener su propio programa de radio (Low-Fi Woman), canta en inglés y toca el bajo; y Nacho Martínez, un guitar hero en clave garagera, dispara sus riffs infecciosos. Podría haber sido el embrión de un proyecto más concurrido, pero resultó ser una formación ya cerrada: “La verdad es que tenía un bombo tirado en mi casa y cuando empezamos a zapar, la primera vez vimos que si yo tocaba el bombo mientras tocaba la guitarra ya sonaba. Y tampoco teníamos ganas de llamar a nadie”, explica él.
Los Colmillos no sabían lo que querían pero lo querían ya. El mérito de este dúo es que su propuesta (tan poco ambiciosa que quizá ganaría en fuerza si cantaran en su propio idioma) termina encontrando, entre algunos cromosomas de The Cramps, Link Wray, The Gun Club, los Saicos o los Monkeys (y un largo etcétera de influencias que sorprenden por su precoz erudición sobre el rock & roll, el rockabilly y el garage de los ‘60), el ADN del rock & roll: el pulso, el ritmo, el baile. El punto fuerte de Los Colmillos es su performance en vivo. Nacho toca la guitarra como un auténtico poseído, mientras marca el ritmo con el pie en un bombo con pandereta que hace que lo suyo sea tan efectivo para bailar como atractivo para ver. Según Vanesa, el formato de dúo “es muy cómodo a la hora de ponerse de acuerdo”. Ya lo dice el refrán: dos son compañía. “También para viajar somos un grupo con pocos gastos, la única contra que se nos presenta es a la hora de pagar las grabaciones.”
Mediante el boca a boca (o el “colmillo a colmillo”), el dúo se fue haciendo conocer como algo más que una curiosidad, encontrando seguidores en los lugares más inesperados. Ya anduvieron tocando por Perú, Chile y Uruguay, donde grabaron su primer disco con Gonzalo Peterson (ex Culpables) en un... baño. “Tenía buena acústica. Y nos salía más barato grabarlo en Uruguay. Acá cuando quisimos grabar algo nos hacían sonar muy limpios. Quizá las bandas que nos gustan suenan así porque graban en estudios de mierda”, analiza Nacho desde una mesa del siempre fértil y versátil Tío Bizarro.
A pocos metros de esta misma mesa, el año pasado un músico de zapatos blancos se lanzaba del escenario y empujaba a un público que quedaba perplejo al ver que alguien tan elegante podía tener una actitud tan poco complaciente. Se trataba de un recital de Mueran Humanos, otra propuesta que encontró en el exilio una opción al corralito creativo. Si en los ‘90 Tomas Nochteff dejó una marca con Dios (un trío también poco convencional, de bajo, batería y una voz que clamaba en el desierto) y fue el principal responsable del mejor disco grabado en portaestudio del rock nacional, en su nuevo proyecto aparece en una faceta de alquimista del sonido, ayudado por una congregación de productores: Shaun Mulrooney, Mark Stewart (de The Pop Group) y Mark Boombastik. Ahora muchos van a poder apreciar mejor el espíritu vanguardista que Tomás siempre encarnó en sus proyectos, hasta en su breve paso por Travesti antes de emigrar.
Pareja también en la vida privada y dúo artístico en el escenario y en su fascinante universo artístico paralelo, Tomás y Carmen encuentran en el Apocalipsis nuestro de cada día una excusa para refugiarse e inmolarse en el Altar Hogar (tal como lo bautizan en una canción de su último disco). Desde su exilio en Berlín, Tomás Nochteff y Carmen Burguess (tecladista, poeta visionaria y artista plástica inquietante) empezaron en 2008 a realizar perfomances y a desarrollar un sonido post-punk, electrónico, industrial y adictivo. “No tenemos ni idea de qué es lo que pasa en Berlín, tenemos nuestro propio mundo y el disco es el fruto de ese encuentro entre el mundo de Carmen y el mío”, explica Tomás.
Aunque su primer CD (Mueran Humanos) salió a fines del año pasado por un sello italiano (y también en vinilo por un sello de Nueva York), Tomás no pierde su esencia situacionista: “Está muy bueno editar un vinilo, pero nosotros necesitamos que el disco tenga presencia en Buenos Aires, que no sea una rareza carísima inconseguible. No queremos snobear, queremos que si alguien quiere el disco se lo pueda comprar. Así que por eso hicimos una edición limitada en CD-R pero copada, de 100 copias con el arte completo”.
Paradojas de una escena en la que los formatos se desmaterializan cada vez más, uno de los discos más particulares e interesantes de este año va salir en CD-R, made in Berlín, pero “sin olvidarse de lo artesanal”. Ni de lo artístico: Mueran Humanos no se parece a nada, aunque funcionaría como banda de sonido perfecta para los suicidios colectivos de los Lemmings, esos pequeños roedores que, periódicamente, se suicidan arrojándose a algún acantilado. La vanguardia es así.
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