Jueves, 27 de enero de 2011 | Hoy
AGUAS(RE)FUERTES
Por Luis Paz
Es una señal inequívoca del cambio de los tiempos. Si durante el Mayo Francés, bajo los adoquines estaba la playa; en 2011 y en Mar del Plata, la arena queda debajo del chasis de las camionetas utilitarias. Como si toda la franja que va de los 30 a los 45 años hubiera olvidado sus días de felicidad inocente en la arena, haciendo castillos, la plancha o jugando al fútbol-tenis, ahora esos niños devenidos pequeño-burgueses (mucho más pequeño que burgueses, a su pesar) se han vuelto crueles y alarmantemente cretinos: una hilera de camionetas EcoSport y sucedáneas se extiende a orillas de las playas de El Faro y les han robado la playa y el verano a los más chicos, que luchan infructuosamente contra la crecida del mar que se les acerca, les borra los límites de la cancha y les frustra el juego.
Desde aquí, a cien metros de la costa, no se puede divisar el mar: sólo una masa amorfa y brillante de la grasa de las capitales, una congregación de autitos de juguete que no son más que utilitarios de calle pero con los que sus dueños juegan a tener una cuatro por cuatro. El sueño cumplido de una generación que se conforma con lo más bajo entre lo que desea (la EcoSport es a una 4x4 lo que un Fitito a un auto familiar) es el anhelo interrumpido de otra generación: los pibes de seis, ocho, diez, doce años que no pueden jugar a la pelota ni a la paleta por miedo a golpear las camionetas. Incluso, mientras el NO se prepara para un chapuzón, ve cómo un tipo de 30 y pico ofrece elegir entre romperle “la cara o el orto” a patadas a un nene de 14 que, sin querer, estrelló un pelotazo en su coche.
¿Es legal esto? ¿No es una contravención entrar con vehículos de calle a las playas públicas y tan concurridas como las de El Faro, en el fin de semana más concurrido para Mar del Plata, sazonado encima con recitales (MGMT, Panic At The Disco y Babasónicos para el piberío, Julio Iglesias gratis en la Rambla para los demás)? Qué importa si los pocos policías siguen el rastro del humo de marihuana y no las huellas profundas que las llantas de esas camionetas dejan en la arena; y que la ostentación de nada más que nimiedades puede provocar en la autoestima de nenes-no-tan-bien. Mar del Plata siempre ha sido la “playa nacional y popular”, la playa de la “familia tipo” argentina, el balneario de los doctores Croto (dirían los Decadentes), el mar para el cabecita negra.
Pero hoy, mientras en las playas del centro conviven el pebete a 20 pesos con los que se fueron por el fin de semana en tren y carpa; y en La Perla se cruzan los que pescan para morfar con los que comen salmón en tubo, en las playas de El Faro la estupidez crónica del argentino medio ha plantado otra semilla. Y a las nuevas generaciones, otra vez, no nos dejan ni las migas.
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