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Jueves, 10 de febrero de 2011

La pezada

El flamante segundo disco en vivo de una de las bandas más prolíficas, independientes y confusas del rock argentino llega en un momento especial: a contrapelo de sus integrantes, la edad de su público empezó a bajar.

 Por Santiago Rial Ungaro

¿Es Pez la mejor banda de rock de la Argentina? Después de escuchar el apoteósico, rápido, furioso y ruidoso Viva Pez (su flamante segundo disco en vivo), quizá la pregunta que uno deba hacer sea otra: ¿no es Pez la banda de rock esotérico de la Argentina? No es casual que en la sala en donde los Pez siguen ensayando varias veces a la semana haya un par de fotos de Neil Young, ni que este disco en vivo cierre con Caballo Loco, el homenaje del grupo al autor de Hey Hey My My, emblemático tema de 1979 en el que Neil Young hermanaba a Johnny Rotten con Elvis y decretaba que el rock and roll nunca podía morir. Minimal, líder de una banda que parece decidida a entregar su vida a esta causa, cuenta que “en 2001 lo vi a Neil Young con los Crazy Horse tocando y ya era un señor grande, pero tuve una especie de epifanía: ‘Yo quiero llegar a esa edad así’, pensé. Y lo mismo me pasó el año pasado con ZZ Top. O con Spinetta haciendo un show de cinco horas. Como cualquier disciplina, cuando hacés algo a través de toda una vida, al final tiene que haber un momento de sabiduría. En las películas orientales, el sabio no es un pibe de 18 años re-fachero: es un viejo”. Y si en 1994, en Cabeza (aquel de los tres prepucios en la tapa), un Minimal fachero advertía a quien quisiera escucharlo que se iba a encontrar con un “pendejo cabrón”, en Viva Pez, cuando canta ese mismo tema (Introducción Declaración Adivinanza) apenas le cambia la letra: ahora es un “viejito cabrón”. Y a mucha honra.

Convivencia sagrada

Si durante sus primeros tres discos Pez parecía ser una banda a lo Deep Purple (por los permanentes cambios de integrantes), lo cierto es que a partir de Fragilinvencible (2000) se consolidó como un power trío tremendo: Minimal, un guitar héroe con Frank Zappa tatuado en el cuerpo y Black Flag tatuado en el corazón, un cantautor rockero que, como su admirado Pete Townshend, se sigue preguntando a sí mismo quién es, había encontrado a dos hermanos: Franco Salvador (que ya había grabado en el segundo disco, junto a la genial Iris Auteri) y Fósforo García. Si Pez hoy es lo que es, más allá de los aportes de su talentoso pianista y tecladista Leopoldo Pepo Limeres (que entró a la banda en 2003), es en gran medida porque este trío siempre se mantuvo, más allá de las entradas y salidas de algunos integrantes (en su momento los aportes free jazzeros de Pablo Puntoriero en el saxo y los sintetizadores de Ernesto Romeo, de Klauss, fueron decisivos).

No hay nada más lindo que la familia unida. Fósforo: “Yo estuve presente como amigo desde la formación de la banda. Ya antes de grabar el primer disco (en el que apareció como invitado haciendo coros) me parecía de las mejores bandas de acá. Y cuando me llamó Ariel para sumarme en el ‘96 fue realmente una alegría: yo ya me sabía todos los temas”. Para Minimal, la clave es que “todos los Pez somos gente que siempre escuchó música y que tocamos desde que éramos chiquitos. Todos queríamos ser músicos de rock: ninguno de nosotros fue al Conservatorio”. Por eso, para los Pez el mejor disco suele ser el último. Y lo que en otras bandas resulta a veces poco creíble o simplemente ridículo, en ellos tiene sentido: “Mi disco favorito de Pez siempre es el último que grabamos, así que hoy es el disco en vivo Viva Pez. Todos compartimos las mismas ganas de tocar todo el tiempo, por eso ensayamos tanto: lo disfrutamos. ¡Pez es una máquina que no para! ¡No puede parar! ¡No sabe parar!”.

Haciendo real el sueño imposible

Si, hace apenas un par de años, Pez parecía ser una banda de rock “esotérica” (que se vanagloriaba de no tener hits, una banda que casi no hace videos: un grupo para iniciados, sólo para algunos melómanos o buscadores de tesoros), lo cierto es que, en el algún momento que ni ellos pueden precisar, el público de Pez empezó a cambiar: si la cantidad de público empezó a crecer, la edad del público comenzó a bajar. De repente el público de Pez es cada vez más joven. Si cuando salió el disco en vivo anterior (el doble Para las almas sensibles, 2005), la misma banda bromeaba sobre los personajes que los seguían (en su mayoría treintañeros), ahora lo común es que en sus shows haya muchos chicos. Y chicas. “Ojo: Pez nos empezó a dar de morfar en el último par de años, después de 15 años de laburar sin parar. Ninguno de los que entró a tocar en Pez lo hizo pensando en salvarse”, aclara Minimal sobre el lógico éxito de la banda. Para Franco, quizá la razón sea “que cada vez tocamos más fuerte... ¡y más metaaaallll!”. “Creo que nuestro público sigue siendo bastante variado”, afirma Fósforo. “Nos pasa seguido que nos encaren padre e hijo para contarnos que comparten nuestra música. Por otro lado, es una suerte que la música (y a veces los músicos) estén ahí para ser escuchados más allá de la moda o ‘lo nuevo’, y que un chico de 12 años se pueda interesar. Creo que todavía no nacieron pibes que en su infancia van a flashear con bandas de los ‘60, ponele. Me pasó a mí, a vos... es bastante común que se dé.”

Los caretas del reggae se lo quieren llevar, pero el porro es del metal

Haciéndole honor al nombre de este tema (un clásico de sus shows en vivo que recién ahora se incluye en este disco en vivo), ahora estamos en la sala de los Pez y Minimal propone picar y armar. Claro que el humo dulzón y los efectos del THC a los Pez no los sedan. Más bien se diría que los ceban. El sonido mutante de Pez (una banda que arrancó tocando una especie de punk progresivo, que coquetea con Piazzolla, con el folklore, el hardcore, la psicodelia y toda la historia de rock) contiene una dosis de metal que en este disco resulta contundente. Esa alquimia (al principio de la nota hablamos de rock esotérico) se genera acá, en la sala de ensayo, suerte de marmita donde se mezclan todo tipo de influencias y donde generan su propia poción mágica.

Acá se gesta esa máquina de rock aceitada que en vivo dispara un tema tras a otro a toda velocidad. ¿Los Ramones? “Mmm... no. Yo creo que eso lo aprendimos de Frank Zappa, que engancha todos los temas. Aunque nosotros la hacíamos así nomás: pura adrenalina”, sintetiza Minimal. Es cierto: no es fácil seguir a los Pez. A veces tantas mutaciones generan ciertas confusiones que con el tiempo se van aclarando. “No siempre me salgo con la mía en Pez y te doy un buen ejemplo: yo detesto la idea de rock sinfónico asociada con Pez. Me duele en mi corazón hardcore. A mí nunca me gustó Yes. Yo creo que cuando pusimos más de un tecladista nos pasamos de rosca. No reniego de ese disco (está haciendo referencia al fascinante Folklore, 2004), pero sí de que alguien considere a Pez un grupo de rock sinfónico.” Claro que Pez tampoco es un grupo de metal, ni de canciones, de hardcore, ni de punk rock. Pez es Pez.

La estética del resentimiento

En Pez, el todo es más que la suma de las partes. En palabras de Minimal: “Creo que esa cosa gestáltica de Pez se da en el contexto de una banda de rock. No es que yo voy y les digo a todos lo que tienen que hacer. No funciona así. Y si bien tocaron músicos que en otras bandas fueron sesionistas (como Pablo Puntorieri, que también tocaba como sesionista en los Cadillacs), todos siempre trataron de dejar su impronta. Siempre se fueron armando bandas de rock. Con toda la ebullición y la tensión de un grupo de gente que va del amor al odio todo el tiempo”. Para Fósforo, el rol más definido “es el de Ariel, en cuanto a ser el principal compositor y un poco el director de la cosa. Franco, además de hermosas composiciones, aporta solidez y brillo a nuestro sonido: es un baterista increíble. Pepo suma fantasía, musical y extramusicalmente. Yo le pongo el hombro en la música y llevo adelante la pata internética. Con el tiempo la gente fue apareciendo: Mario, nuestro manager, definitivamente es uno más. Y lo mismo Mauro Taranto (ingeniero desde 2004).

Franco: “Yo creo que seguimos todavía unidos porque nadie se guarda nada, nos decimos todo y de todo, entonces no hay rencores. Funcionamos un poco como un grupo de amigotes”. Un grupo de amigotes caprichosos desde lo artístico (fueron muchos los que se decepcionaron por el clima preciosista, folk y armonioso de Hoy, 2006), pero rigurosos a la hora de ensayar, zapar y tocar en vivo. En Pez no hay tiempos muertos, más allá de que Minimal haya tocado con Los Fabulosos Cadillacs o con Litto Nebbia. Después de 17 años de carrera, recién ahora se pudieron ir a Chile y a Uruguay. “Somos hippies y viejos”, dice Ariel Minimal. Puede ser, pero también son punks y joviales. “El tema es que cuando arranqué con Pez, si bien era joven (tenía 24 años), mi decisión era que siempre iba a ser Pez. No quería tener que empezar de nuevo con otra banda. Cuando empezamos yo tenía la idea de hacer muchos discos. Pero tampoco podés estar preso de esa idea de que tenés que cambiar siempre. Nosotros no nos hacemos los independientes, los autogestionados. Estamos corriendo en la misma pista que las demás bandas, tocamos en los mismos lugares, pero no tenemos para la nafta, el auto corre menos, las ruedas son viejas. Pero la carrera la estamos corriendo. Y desde lejos, el auto sin stickers se ve interesante.”

Hago lo que quiero y quiero lo que hago

Genéticamente anarquista (sus abuelos y bisabuelos lo eran), Minimal aclara que, de todos modos, su ideología de la autogestión tiene más que ver con la escena del hardcore de Washington DC, con la filosofía del punk y con haber conocido a Patricia Pietrafesa, que con su historia familiar: “Mi abuelo escribía en La Protesta, pero yo de eso me enteré de grande. A mí lo que me marcó fue a los 15 años ir a ver a Todos Tus Muertos en El Altillo, y lo vi a Fidel con toda la cara pintada de blanco. Eran buenos shows, era shockeante. O ver a Los Corrosivos. No era una gilada. Todo eso me marcó”. Pero si a principios del siglo XX el activismo anarquista estaba relacionado con tener una imprenta para agitar políticamente, a principios del siglo XXI el activismo de los Pez tiene que ver con la existencia de un sello como Azione Artigianale (del que, para variar, Minimal reniega: ‘Si fuera por mí, no existiría’) o con los Festi-Pez, sus propios festivales en los que ya tocaron bandas como Fútbol, Compañero Asma, Honduras, Gabo Ferro, Flopa, los marplatenses Tantra o el trío cordobés Sur Oculto. En una época en la que la mayoría de las bandas dependen del Estado o de los festivales que organizan empresas multinacionales, los Pez se dan el lujo de organizar sus propios festivales.

* Pez toca en el próximo Festi-Pez el 12 de febrero en Niceto, Niceto Vega 5510, junto a Humo del Cairo y Macaco Bong. A las 21.

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Imagen: Cecilia Salas
 
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