POLLERA, PANTALóN Y MUCHA CALLE
Empezaron tocando en la esquina de Florida y Diagonal Norte en Buenos Aires y con mucha gorra; hoy están de gira por Brasil. Proponen un combo de ska-funk. ¿El hit? Una versión en chacarera del tema de La Pantera Rosa.
› Por Jose Totah
Si éste fuera un manual de management, con paparruchadas del estilo “Cómo hacerse millonario en diez días”, la máxima para la banda Pollerapantalón sería: “Cómo pasar de tocar a la gorra en la calle Florida a irse de gira por Brasil”. Con dos saxofonistas mujeres al frente –Melina Xilas y Andrea Desimone–, mucho boca en boca y cientos de vistas en YouTube (videos que sube la gente que las ve al pasar), el grupo llenó su primer Niceto en diciembre y fantasea con un tour europeo a mitad de año.
Oficinistas aburridos, un cadete que se saca los auriculares para escuchar, vendedores ambulantes, jubilados, estudiantes, un gerente de banco que se afloja la corbata, secretarias, turistas y un tipo que aprovecha la confusión para revolver la basura de la peatonal. Ese es, de lunes a viernes, el público volátil de las Pollerapantalón: miles de personas que desfilan por la esquina de Florida y Diagonal Norte, y aprovechan para orejear un poco el show. “Aceptamos tarjeta de crédito, débito, ticket canasta, ticket restaurant, cheques, todo suma”, dice quien le toca pasar la gorra.
“Empezamos a fines de 2005 por necesidad y nos dimos cuenta de que nos gustaba tanto tocar en la calle que ése iba a ser nuestro verdadero trabajo”, cuenta Melina, en comunicación telefónica desde Florianópolis. Es que las chicas se fueron hasta allá con la banda, en una Trafic un poco maltrecha, en la que también se subieron Germán “Limón” Ortiz (batería), Eduardo Baeza (bajo), Juan Velazques (guitarra), Darío Margulis (teclados) y Carla Branchini (saxofón barítono). Se suman al staff dos inseparables perros: Benito y La Negra, que siempre andan merodeando los amplificadores y pisoteando cables.
Las Pollerapantalón hacen una mezcla de ska-funk, con un toque de chacarera, untada con un aire punk y bastante unza-unza balcánico. Se meten con clásicos que dan ganas de sacar a bailar al que está al lado, como la versión incendiada de La Pantera Rosa, que lengüetea el folklore; también se burlan con altura del standard de jazz Summertime y visitan, en plan electrónico, Libertango, de Astor Piazzolla. Siempre están al frente los saxos, con solos notables de Melina (en el tenor) y Andrea (en el alto), que se reconocen en sus influencias. “Nos gustan mucho los Skatalites, Liquid Soul, la New York Ska Jazz Ensamble”, explica Melina, aunque también se olfatea mucho de Maceo Parker en el modo de encarar el fraseo de los caños.
Desde 2005 hasta hoy, las Pollerapantalón tienen dos discos editados en forma independiente (y otros tres inéditos): Colo loco –que vendió unas 5 mil copias– y Con la música a otra parte. En el ínterin, la banda anduvo varias veces por Rosario, Córdoba, Comodoro Rivadavia y gran parte de la Patagonia argentina; el medio de transporte era una vieja combi Volkswagen del ‘84, apodada “La Chanchita”, que el año pasado reemplazaron por una Trafic usada.
En abril de 2007 viajaron a Uruguay invitados por el Festival de Jazz en La Pedrera, en donde volvieron a tocar ese mismo verano; y en junio de 2008 se fueron para Tucumán, Salta y Jujuy. En la siguiente aventura cruzaron la frontera para conocer Chile, dando recitales en varios pueblos del sur, entre ellos Puerto Varas y Puerto Montt. En total, desde que empezaron a rodar, juran haber recorrido más de 20 mil kilómetros (sin contar el periplo al sur de Brasil, en donde estarán hasta marzo). El gran cierre de 2010, en diciembre, fue en un Niceto que estalló de gente. “Tanto ese recital como las giras y todo lo que emprendemos es autogestión pura”, aclara la saxofonista tenor.
Melina, Andrea y el resto de la banda sueñan con probar suerte en Europa, a mitad de año, y ya están sumando gorras –hacen falta unas cuantas– para ese proyecto. Mientras tanto, a la vuelta de Brasil, la oficina de las Pollerapantalón queda en Florida y Diagonal Norte. “Si además de divertirnos y pasarla bien podemos cambiarles la cara de culo a las miles de personas que pasan por ahí, entonces estamos hechas”, concluyen.
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