Jueves, 3 de marzo de 2011 | Hoy
VAQUEROS PAGANOS
Se puede tener como influencia a Beck, Alice in Chains, Leonardo Favio y Roxette. Demasiado low fi para ser héroes y demasiado sensibles para ser criminales.
Por Julia González
Oscuros hasta lo cinematográfico pasando por lo gore, Vaqueros Paganos no son estas cinco personas que en teoría nunca matarían a nadie. Una voz extraña sentencia las canciones desde la piel del criminal, tal vez como la que le dictaba esos poemas tan increíbles a Rimbaud y lo volvían un expatriado frenético. Vaqueros Paganos absorbe esas letras y promete nunca usar la palabra “amor”, pero sí muchas veces la palabra “sangre”. Las canciones de su primer disco, El libro negro, son también escritas desde el lugar del loquito que asiste a un acto deplorable y se queda mirando. “Tienen un dejo dramático”, dice Clara V. (guitarra y voz). “Siempre estamos en el límite entre la cordura y la locura. Lo que pasó fue que cuando empezamos a escribir las letras de las canciones y a armar el sonido, nos dábamos cuenta de que lo interesante era escribir o encarar las canciones desde el punto de vista de otra persona, ya sea un personaje o alguien que exista o no. Y eso fue en cierta forma lo que empezó a darle el sentido a todo. Ninguno de nosotros mató a nadie”, aclara por las dudas Diego Pagani (guitarra y voz), el partenaire vocal de Clara V. en el escenario y en las composiciones.
Con casi cuatro años de vida, la banda que se lookeaba de largo y de moño para los recitales cual hermanos Usher del cuento de Edgar Allan Poe no deja nada librado al azar. Este combo de blues psicodélico y folk en el que cantan y conversan chica y chico viene envuelto en una bolsa de papel madera “lacrada”. Y dentro, están las evidencias prolijamente guardadas en diferentes bolsas cerradas al vacío: el booklet y el disco. La estética se vuelve concepto desde el sonido del teclado de Lean Perry, que apuesta a los murciélagos de una de terror, y las modulaciones dramáticas de las melodías que juegan con las voces y las guitarras que siempre suben en intensidad y buen gusto. “No nos salen canciones de las más felices, y musicalmente creo que todo terminó de cerrar con el teclado setentoso que tiene una cosa medio de banda de sonido”, dice Clara, con sonrisa de futura mamá. Vaqueros termina de estilizarse con Coco Vaquer en el bajo y el recientemente incorporado Martín Bocking en batería que, como en algunas películas de rock, asistía asiduamente a los recitales y terminó tocando con su banda favorita.
Demasiado low fi para ser héroes y demasiado sensibles para ser criminales, Vaqueros Paganos rescata a Leonardo Favio y a Sonny y a Cher como influencias, a quienes pone en el mismo anaquel que Elliott Smith, Sandro, Beck, Alice in Chains, The Carpenters, Hank Williams, Mark Lanegan, Isobel Campbell, Johnny Cash y el arroz con pollo del barrio chino. “A Favio primero le empiezo a dar bola desde el cine, en mi adolescencia, y por esas cosas locas del destino, tengo amigos que también lo conocían y era como una secta oscura que lo adoraban. Sus películas tienen que ver con la música que él hace y nuestras canciones en algún punto tienen que ver con sus canciones”, explica Pagani. Dentro del punto bizarro de tener a Sonny y Cher como influencia por el mero hecho de ser una pareja, caen también en la misma bolsa Pimpinela y Roxette, por versiones que la banda hizo de ellos alguna vez en vivo.
Y aquí de nuevo entra en escena la actuación entre la pareja, que supo usar el concepto low fi con picardía, exprimiendo las herramientas en virtud de grabar un disco que sonara bien. “Todo lo grabamos para que mantuviera cierta coherencia y aprovechamos el último segundo y el último gramo de la tecnología al servicio de lo rústico porque tratamos de mantener el sonido lo más claro y nítido posible”, cuenta Pagani. El disco que se viene seguro tendrá mucho de esta inteligencia. Pero también tendrá inventiva a la hora de cranear el concepto y combinar el arte con el packaging, que no publicaremos en el NO. A ver si les roban la idea, los Vaqueros se ponen loquitos y al fin se convierten en criminales.
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