Cuando al francés Bernard Batzen, un duro en la gestión cultural global que incluso llegó a ser manager de Mano Negra, se le consultó cuáles eran las ciudades que darían la pauta musical en los próximos tiempos, no dudó en responder: “Estambul y Bogotá”. Y no se equivocó. La metrópolis colombiana, abriéndose paso entre los fenómenos de Shakira y Juanes, es el epicentro de la cumbia underground, escena que tiene en Bomba Estéreo a su mayor exponente y en Sidestepper a su pionero. El proyecto se encuentra encabezado por Richard Blair, productor inglés que tras grabar con la encantadora Totó La Momposina viajó a Colombia para conocer el país y quedó tan fascinado con su pueblo y su cultura que renunció a su trabajo como ingeniero en los estudios Real World de Peter Gabriel para probar suerte en la nación cafetera. “No me como el cuento de que somos los creadores de esta movida”, afirma desde su casa en el pintoresco barrio de La Candelaria, en la capital del país. “Esto era algo que estaba pasando en muchos lugares del mundo. La gente buscaba cómo hacer su propia música, rescatando sus raíces. Esa mezcla la probamos en el disco 3AM: In Beats We Trust (2003), pues antes lo que hacíamos era más salsero.”

Al tiempo que prepara su quinto álbum, el sucesor de Buena Vibra Sound System (2008), Sidestepper bajará hasta Buenos Aires para hacer un recorrido por su discografía. “Es muy grato ir a la Argentina”, expresa Richard con su marcado acento colombiano. “También adelantaremos temas del próximo trabajo del conjunto, que espero salga este año. En esta producción, si bien revisamos todo lo que ya hicimos, buscamos el punto de confluencia entre la salsa y la cumbia.” Su debut en la capital argentina coincide con la visita de otros exponentes de la movida (la reincidencia de Puerto Candelaria y Bomba Estéreo, y el estreno de Systema Solar) y con la redención de la champeta. “El año pasado había 15 o 20 bandas colombianas girando en Europa. Para mí es muy grato porque ésta es una nación muy musical, tanto como Cuba, Nigeria o Irlanda, y tuve miedo de que nada de esto sucediera.” A diferencia de otros grupos que se aferran a la tecnología en la medida en que evolucionan, el septeto, que en sus inicios hizo hincapié en la fusión de la salsa con el drum and bass, se soltó de los samples para probar con la experiencia analógica. “Supongo que el show en vivo influye mucho. Estoy de acuerdo con Keith Richards en que no se puede hacer música viendo a una máquina sino entre mucha gente.”

Paradójicamente, y como si se tratase de una fábula propia del realismo mágico –nada raro en la cuna de Gabo–, este auge de la música colombiana sucedió en un contexto en el que la derecha se perpetuó en el poder con un presupuesto que pesa más para la guerra interna que para la cultura. “La guerra ha existido como siempre, y parece, ojalá que no, que la cosa se transmuta”, sospecha Blair, artífice asimismo del éxito de Carlos Vives. “En los ‘90, las FARC eran muy fuertes, y ése era el miedo de todos. Después fueron los paramilitares, y ahí la derecha volvió a tomar el poder. Pero nunca cedió en su afán desde Bolívar. Aquí la lucha cultural es verdadera. En Colombia no respetan al intelectual y menos al arte. Los que se mantuvieron en la música lo hicieron por amor.” Cuando se le consulta al artista londinense de 45 años, formado en las filas del punk, por qué decidió apostar por la nación sudamericana, responde sin reparos: “Aquí he recibido una educación de cómo se debe vivir. Esta experiencia, aparte del cariño de la gente, es un privilegio para un inglés que iba a pasar toda su vida allá. Es fascinante tener dos vidas. Es un intercambio constante, y no para”.

* Sidestepper debutará en Buenos Aires el 22 de marzo en Niceto Club (Niceto Vega 5510). A las 21.