Jue 31.03.2011
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DEVENDRA BANHART PRESENTA WHAT WILL BE

“Me identifiqué con todas las abuelitas”

Abandonó el pelo largo, se separó de Natalie Portman y vuelve a Buenos Aires, recordando su anterior visita en la que terminó cantando para “cinco ricos de mierda que no sabían y no les importaba un coño que nosotros estábamos allá”.

› Por Yumber Vera Rojas

Se acabó la utopía: ¡el último hippy por fin encontró lo que buscaba! Al igual que el sencillo Baby, en el que registra la reveladora afirmación, el resto del repertorio de What Will Be (2009), el más reciente disco de Devendra Banhart, trasluce un racimo de certezas que fue recolectando el cantautor estadounidense antes de que concluyera la década anterior. “Me gusta que lo experimental sea pop”, argumenta el músico de madre venezolana y de atractiva rareza artística. “Quiero hacer canciones que ofrezcan ideas nuevas, pero que yo pueda cantar. Lo que deseo es que el arte sea entendido con el cuerpo, la mente y el espíritu. Ese es el trabajo y el efecto a conseguir.” En el séptimo título de su prolífica discografía, producido por Paul Butler (líder de Band of Bees), su folk cósmico, ecléctico y bilingüe procuró una impronta todavía más personal que en Cripple Crow, álbum con el que saltó a la exposición masiva en 2005 y que al mismo tiempo se tornó en el cigüeñal del New Weird America (denominación con la que se pretendió englobar hace un lustro a los sucesores de The Holy Modal Rounders o de The Incredible String Band).

What Will Be es además el primer disco de este símbolo del indie norteamericano publicado por una multinacional. Pero el matrimonio corporativo duró poco. “Acabo de terminar con ellos”, advierte el trovador de espíritu rebelde. “Si bien el contrato era para tres álbumes, yo hice sólo uno. El acuerdo al que llegamos fue que si no me gustaba cómo iba la cosa, o viceversa, podíamos darle fin al convenio. Y a mí no me convenció la experiencia. Ahorita estoy grabando nuevo material, que no se lo voy a dar a ninguna disquera grande.” Justo en medio del proceso de realización de este inminente trabajo, Devendra, que cambió su larga melena y espesa barba por un look beatnik y protagonizó en enero la campaña de una lujosa marca de lentes de sol, regresa a Sudamérica la semana que viene para estrenar sus flamantes canciones, así como para repasar esos temas de sus álbumes anteriores que el propio público se encargó de convertir en pequeños hitos populares. “La única razón por la que estoy haciendo esta gira es porque me hace falta América del Sur, y porque los Strokes me hicieron el honor de invitarme a abrir su show en el Madison Square Garden.”

No obstante, su reencuentro con Buenos Aires –adonde vino para actuar en la apertura del Personal Fest de 2006, lo que significó asimismo su debut en el país– tiene sabor revancha. “Cuando fui a la Argentina me contaron que íbamos a participar en un festival. A un evento así puede venir todo el mundo, es mejor que un show. Pero la verdad es que era una fiesta privada para cinco ricos de mierda que no sabían y no les importaba un coño que nosotros estábamos allá. Mientras tanto, todos los que conocían nuestra música estaban afuera. Apenas terminó el concierto, fui a tocar gratis a otro lugar para la gente que no pudo entrar. Eso ayudó un poquito a contrarrestar la situación. Pero el punto es que nunca voy a poder cambiar lo que pasó.” A pesar de que cada vez que le preguntan por alguna leyenda de la música popular latinoamericana él contesta que es “su Bob Dylan”, la realidad es que por Atahualpa Yupanqui siente una fascinación especial. Así que también vuelve para seguir aprendiendo sobre él. “Ocupa un porcentaje importante en la música que escuché en los últimos 10 años. El es mi Corán, mi Tao, mi todo. Me basta con leer las letras de sus canciones para emocionarme”.

Después de que pasaran poco más de cuatro años desde que concedió a este suplemento la primera entrevista que ofreció a medio argentino alguno, este juglar de la Generación Y, nacido en Houston y criado en Venezuela, recibe nuevamente por teléfono al NO, esta vez en la ciudad de Los Angeles. Cuando contesta su celular y entiende que la llamada proviene de la Argentina, se ve en la necesidad de desconectarse parcialmente de su delirante universo. “Perdóname, perdón, perdón. Qué bueno, qué honor. Vamos a tener esta interlocución. ¿Existe esta palabra?”, pregunta en un español con acento caraqueño. Al principio pone su aparato en función de manos libres y luego se oye el titilar de los autos antiguos al momento que tienen las puertas abiertas. Se nota que alguien lo acompaña, pero no se escucha su voz. Natalie Portman no debe ser, terminaron hace rato. Ni tampoco Noah Georgeson, su coquiper y violero, pues estaba metido con otras cosas tras mezclar el nuevo disco de The Strokes. ¿Quién estará por subirse al Mercedes que compró hace unos años en honor a su abuela venezolana porque se llamaba así? Mientras la incertidumbre aumenta, Devendra confiesa que What Will Be está inspirado en las abuelitas.

–¿A qué te referís con que está inspirado en las abuelitas?

–Una cosa rara me pasó antes de grabar ese disco: me identifiqué con todas las abuelitas. Me tatué el nombre de la mía, y empecé a pensar en ellas de la misma forma que lo hacía con Iggy Pop, Lou Reed, Jello Biafra o The Cramps cuando era joven. Como lo más punk rock posible. Ya no tengo esa misma sensación, pero en ese momento sí. Por eso canto de una manera más relajada, aunque de una forma muy glam rock. Fue una etapa extraña. El álbum que estoy realizando ahora no se parece a ése.

–¿Y cómo es?

–Desde que empecé a grabar discos, para mí todo ha sido una progresión: más micrófonos, más gente, mejores cosas, mayor experimentación. Para avanzar necesito regresar. La única manera en la que puedo evolucionar es caminando hacia atrás. Y el álbum que estoy gestando ahorita es mucho más parecido al primero que hice.

–¿Sin banda, sin esa mezcla de folk, soul y psicodelia de tu último disco?

–Así es. Sólo somos Noah y yo grabando en mi casa, implementando la filosofía aleatoria, distópica y caótica de John Cage. Intento hacer una música que no pueda ser controlada por una escena que maneja todo. Metafórica y literalmente, tenemos las ventanas y las puertas abiertas. Como mi primer álbum fue grabado en cuatro canales, se colaron sonidos de carros, pistolas y fuegos artificiales. Y me hacía falta volver a eso. También a Noah, que va conmigo a Buenos Aires a tocar y que acaba de trabajar en el nuevo disco de The Strokes. Queremos hacer algo más humilde.

–Antes de tu regreso a Buenos Aires, compartiste escena con Caetano Veloso en Los Angeles junto a Beck, y que sirvió para recaudar fondos para el Museo de Arte Contemporáneo de esa ciudad. Si bien ya se conocían, ¿cómo fue tocar al lado de uno de los artistas más influyentes en tu obra?

–No tengo palabras ni la manera de procesar el honor que eso significó para mí. Escogieron a tres personas de diferentes generaciones, y elegirme a mí para actuar junto a ellos fue increíble. También fue una responsabilidad. La vez que conocí a Caetano fue en Brasil. Toqué a las cuatro de la mañana en un festival donde no servía nada. Estaba cansado y al mismo tiempo nervioso porque sabía que él se encontraba entre el público. Cuando bajé del escenario, se acercó hasta mí y me dijo: “Oye, eso fue muy malo, ¡pero me encantó!”.

–Después de abandonar la escuela de arte en San Francisco, paulatinamente fuiste retomando tu faceta de artista plástico e incluso te encontrás curando muestras con obras de otros músicos. ¿Pensás incursionar de lleno en esto?

–Nunca abandoné el arte. Durante los últimos 10 años lo estuve mostrando mediante las tapas de mis discos o en pequeñas exhibiciones. Y ahora que soy una viejita, empecé a curar exposiciones. Estuve en México y pronto iré a Roma a inaugurar otra. Invité a artistas que no sólo me gustan sino que son interdisciplinarios. Y eso me parece muy contemporáneo. En el pasado, el arte era muy purista. Un fotógrafo, un dibujante o un músico nada más podía dedicarse a lo suyo. Nuestra generación cambió eso. Beck no sólo es músico sino que hace fotografías, collages y escritos increíbles. Si bien a Fabrizio Moretti se le conoce como el baterista de Little Joy y The Strokes, es un dibujaste fantástico.

“¿Conocés a Ana Kras?”, pregunta Devendra al volante. “Es exactamente un estupendo ejemplo de lo que es el arte interdisciplinario. Ella hace fotos, dibujos, esculturas, diseña muebles. Es asombrosa. Tienes que ver su website” (N. del R: las fotos que acompañan esta nota son de esta artífice de origen serbio, quien acompañará al cantautor en su travesía sudamericana). Además comparte: “No sólo es mi mujercita sino que es mi artista favorita. De repente nos vamos a casar, pero antes debes ver lo que hace”. Y finalmente destapa: “Mi mujercita está conmigo en este momento. Disculpa que estoy llevándola”.

Admirado tanto por la audiencia angloparlante como por la de habla hispana, Banhart, cuya propuesta se encuentra permeada por lo mejor de ambas culturas, es uno de los noveles símbolos de la colonización de la música latina en el corazón del indie norteamericano, al igual que Omar Rodríguez López de The Mars Volta. “Los grupos latinoamericanos eran espejos y reflexiones del universo anglo”, asegura este fan del skate. “Sin embargo, creo que ahora el resto del mundo está siendo marcado por la cultura latina de una manera muy palpable y obvia. Y eso me parece muy novedoso. Muchos artistas en los Estados Unidos estamos influenciados por la música argentina, chilena, brasileña, mexicana o venezolana, nueva o vieja, y por primera vez un poquito de esa sangre latinoamericana se está mezclando con la europea. A pesar de que la propuesta de los Strokes, por ejemplo, está relacionada con Nueva York, Fabrizio Moretti nació en Río de Janeiro, la madre de Albert Hammond Jr. es argentina y Nikolai Fraiture, aunque es judío, conoce bien nuestra cultura. También habría que destacar el caso de Rodrigo Amarante, quien es brasileño y forma parte de Little Joy.”

–Hablando de los Strokes, ¿te gustó su último disco, Angles?

–Me encantó. Tuve la suerte de oír todas las canciones en diferentes etapas. Las escuché hace dos años, cuando empezaron a escribirlas. Vi la evolución de donde empezaron a donde están. Son dos mundos diferentes. Son más sofisticadas, perfectas y evolucionadas.

* Devendra Banhart actuará 5 y 6 de abril con su grupo The Grogs, en Niceto Club (Niceto Vega 5510). A las 21.

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