Jueves, 14 de abril de 2011 | Hoy
VETUSTA MORLA
La banda presenta Un día en el mundo, una galería de lemas, consignas, definiciones y contrasentidos.
Por Luis Paz
Hay cierta mistificación latente de las canciones de rock como mensajes de un autor a su generación, que invitan a cambiar el mundo y que explican cómo hacerlo. Una buena declaración de principios, una lista de compras (“una bandera que diga Che Guevara, un par de rocanroles y un porro pa’ fumar”) o una instrucción severa (“probar tu galletita con toda devoción”), con un estribillo para despegarse del piso, puede ser tan explosiva como un misil tomahawk cayendo en Dock Sud. Pero no siempre ocurre así: la banda española Vetusta Morla, última en hacer el crossover desde el under de ese país hacia un pre-mainstream hispanoparlante (con video en MTV, notas en los principales medios de España y fechas como banda soporte de No Te Va Gustar en el Luna Park), logró en su debut Un día en el mundo (2008) una galería de lemas, consignas, definiciones y contrasentidos, pero ni idea tienen de cómo. Es, quizá, sólo rock para confundirse, pero igual nos gusta.
Para Pucho, cantante y uno de los letristas del grupo, que su primer disco haya salido cuando ya llevaban diez años de banda, que el nombre haya surgido por casualidad (en una remembranza de la tortuga gigante de La historia sin fin) y que estén por volver a tocar en la Argentina, tiene un origen común: la Pacha Mama. O su idea de lo que surge “naturalmente”. Claro es que hay un punto en el que el “naturalmente” queda de lado: cuando sucede que agarraron una guitarra, pusieron un par de acordes juntos, alguien les alquiló un estudio, alguien los va a ver tocar y alguien sirve bebidas en el local. Hay todo un sistema en función que hace que no todo sea “natural”. Y en ese sistema está funcionando también la ilusión del que escucha: “No nos gusta encasillar el disco en un solo concepto; la lectura correcta de Un día en el mundo es la que cada uno piense que es la correcta”, insiste, y hay un punto en el que dan ganas de gritar al teléfono: “¡Pero, ¿por qué?!”.
O, aún mejor, ¿para qué? ¿Qué le pasaría a un ricotero si un día Solari dice: “Mmm, la verdad es que no escribí Ji ji ji pensando en nada, es una canción que surgió naturalmente, no tiene un significado”? Harakiri ricotero. Pero tal vez no haya que ser tan duro con Vetusta Morla, porque implicaría someter a escarnio una obra que tiene sus ribetes de dignidad, sobre todo poética (“El veneno es la luz y la sombra, mi cachet”, cantan por ejemplo). En un momento de Un día en el mundo, Pucho entona que “puede ser que mañana esconda mi voz por hacerlo a mi manera, hay tanto idiota afuera”. Habrá que terminar de perder la inocencia, entonces, y volverse psicodélico, polisémico y comprensivo con su obra: canciones de rock down & midtempo con las guitarras como protagonistas climáticas y las lapiceras y voces al servicio del relato de una galería de personajes enclaustrados en su propia alienación emocional (“No quiero pensar en Madrid, ni en su reloj”, insisten). “Creo que no perdimos la inocencia como individuos sino como sociedad. Socialmente, la inocencia ya no existe. El antiguo régimen de la inocencia se acabó para nosotros como sociedad”, dice y anticipa otra reflexión: “No tenemos inocencia, entonces nos ponemos adolescentes de ansiedad. Esa ansiedad es lo que ahora nos tira para adelante, no la inocencia de lo que había para descubrir en el Viejo Mundo”.
* Vetusta Morla toca el viernes 15 y el sábado 16 en el Luna Park con No Te Va Gustar (Bouchard y Corrientes, a las 19.30) y el domingo 17 en La Trastienda Club con Xoel López (Balcarce 460, a las 21).
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