Jue 05.05.2011
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ENTREVISTA A JAMES SKELLY, DE THE CORAL

“El rock está corporativizado”

La banda lanzó el disco Butterfly House el año pasado, y ahora le creció un hermanito unplugged “por pedido” de los fans. “Yo nunca haría una canción para encajar”, dice Skelly al NO desde Frankfurt.

› Por Cristián Elena

Desde Frankfurt

Definitivamente no son una de las bandas que llenan estadios con un despliegue de producción capaz de dejar a un país entero babeando superlativos durante semanas. Tampoco han ingresado al club de la aristocracia rockera británica, donde los anuncios grandilocuentes se cumplen con cuentagotas (la reunión de Blur) o terminan en proyectos de cáscara importante y contenido mezquino (Beady Eye y las “Naciones Unidas del Sonido” de Richard Ashcroft). Sin embargo, The Coral –de ellos se trata– ha encontrado su nicho en una especie de “segunda línea”, donde su carrera gana en consistencia y ellos pueden seguir haciendo los discos que quieren, aún sin una compañía major cubriéndoles las espaldas. O, tal vez, precisamente por eso.

Butterfly House se llama el álbum que están presentando desde el verano (boreal) pasado y al que a principios de 2011 le nació un hermanito unplugged: “Hicimos unos shows acústicos y aparecieron fans en Internet diciendo que les había encantado escuchar las canciones tocadas de esa forma. Así que nos metimos en el estudio, las grabamos en un día e hicimos un par de miles de copias. Algo pensado en principio sólo para los fans”.

Con la mira puesta en un puñado de apariciones que harán en la próxima temporada de festivales de verano, el NO charló con James Skelly, frontman y compositor principal, antes de uno de sus shows en Alemania, café espantosamente caliente de por medio.

–Escuchando los discos anteriores y el nuevo, éste suena mucho menos experimental y enseguida viene a la mente el término “madurez”. ¿Cómo lo ves?

–Sí, es algo natural. A través de los años aprendés a dejar algunas cosas y ganar otras.

–En el intento de clasificar a The Coral se suelen tirar sobre la mesa adjetivos como “clasicistas”, “revivalistas”, “retro”... ¿cuál es el que odiás más?

–¡Me importan un carajo! (risas) El hecho es que... ¿qué es “retro”? Yo ya ni sé qué es. Por ejemplo, no había nadie con más visión de futuro que Jean-Michel Jarré en 1976, así que, si partís de ahí... ¿entendés? Vos hacés música y después a la gente le gusta o no. No conozco las reglas. Si le robabas a... no sé... Joy Division en 1979, ¿eso te hacía menos retro que robándole algo a The Band en el ‘69?

Desde los comienzos de su carrera, The Coral tuvieron ayuda prominente en el estudio (Ian Broudie, de Lightning Seeds, o Geoff Barrow y Adrian Utley, nada menos que 2/3 de Portishead) y para Butterfly House sentaron en el sillón del productor a John Leckie, cuyas credenciales (desde XTC hasta el primer Radiohead, pasando por los Stone Roses y Robyn Hitchcock) se leen como el who’s who del britanismo rockero. Si bien la mano experimentada de Leckie se nota en el sonido del álbum, Skelly está dispuesto a conceder sólo un crédito parcial: “Sí, influyó un poco; pero nosotros ya teníamos demos con el mismo tipo de onda y a él le gustaron, así que hicimos una especie de versión ‘en grande’ de esos demos”.

Lejos quedaron los tiempos en que los grandes de la industria discográfica invertían (y arriesgaban) plata fuerte en el desarrollo de bandas jóvenes. La crisis parece haberse devorado tanto el dinero como la actitud empresaria y así, en el camino entre su penúltimo álbum y Butterfly House, The Coral no sólo se despidieron de Bill Ryder-Jones (guitarrista y miembro fundador) sino también del apoyo de Sony Music a través de una recopilación de singles. Quién sabe... si tal vez hubieran autorizado un remix por Mark Ronson o hubieran jugueteado un poco con samples y loops... En ese punto, Skelly demuestra que, aparte de ser un fino compositor, en su acicalado flequillo no tiene un pelo de tonto.

–¿Pensaron alguna vez jugar según las reglas de la industria?

–Ni siquiera sé cuáles son esas reglas (risas). El rock está corporativizado, no es algo nuevo, pero es algo a lo que no adhiero. Nosotros caímos en desgracia con Sony por esas razones: yo nunca haría una canción “para encajar”, porque –para mí– los medios quieren tener a la gente como zombies, mirando a Rihanna. Quieren que todos suenen igual.

–En un mundo perfecto, una canción como “Walking in the Winter” debería haber sido un hit...

–Sí, tal vez hace mil años. La hemos tocado en festivales y al público le encanta. Es una gran canción, pero en la radio nunca la pasarían porque dicen que es “demasiado psicodélica”...

–... y es sólo una delicada canción pop.

–Sí, pero no quieren saber nada con aquello que se aparte un poco de su agenda.

En la música de The Coral, el influenciómetro señaló desde el principio en direcciones atípicas, considerando que se trataba de una banda sub-20: ecos patentes de Scott Walker, Fairport Convention, Syd Barrett y otras joyas del relicario musical inglés de fines de los ‘60. Quizás el hecho de haber crecido en Hoylake, un pueblito frente al mar a 20 minutos de Liverpool, haya moldeado la cápsula que los aisló de modas y tendencias al momento de concebir su propio estilo.

–Algunas de las influencias de The Coral son reconocibles, pero, ¿cuál es la música que escuchás actualmente?

–(Piensa) Cosas de blues, Robert Johnson... Rolling Stones en todas sus etapas, especialmente Exile on Main Street, Tom Petty & The Heartbreakers, Springsteen, Grateful Dead. También algo de Motown.

Al escuchar Motown, el cronista piensa en el gran Otis Redding, en lo que es una asociación ilícita (Redding era artista de Stax, la competencia), pero no exenta de cierta lógica: después de todo –y como queda claro en las versiones acústicas de Butterfly House–, las canciones de The Coral están atravesadas por la melancolía de las que han sido escritas por alguien sentado en el muelle de la bahía.

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