SOBRE EL PúBLICO DE ROCK
› Por Mariano Blejman
¿Quién es el responsable cultural de la muerte de Miguel Ramírez, de 32 años, fallecido por el impacto de una bengala durante el recital de La Renga? El responsable penal, sin duda, es aquel descerebrado que se lo vio borracho tirando una bengala desde arriba de uno de los baños móviles del Autódromo de La Plata, con una larga cadena de responsabilidades detrás. Quien hizo esta descripción es Leonardo Garay, que asegura ser capaz de reconocer a quien tiró la bengala durante la “intro” del show de La Renga, y de cuya descripción se detuvo a un sospechoso. Pero, ¿quién es el responsable cultural de este disparo bengalero a quemarropa? ¿En qué mente afiebrada queda todavía parapetada la pretendida pasión del público por subirse a una fiesta que no es propia?
Es cierto que casi todas las bandas de rock más o menos importantes han lidiado en el post-Cromañón con el tema de las bengalas, intentando apagarlas cada vez que aparecían. Lo hicieron Los Piojos, La Bersuit, Las Pelotas, e incluso lo hicieron varias veces La Renga, una banda que acusó recibo de “perder la inocencia”, después del incendio culposo de Cromañón. Al principio, los controles de los músicos se hacían con más ahínco; con el paso de los años, la cosa se fue relajando. También acusaron recibo del riesgo que implicaba seguir estimulando su uso, tanto en lugares cerrados como abiertos, varias bandas de la “segunda generación del aguante”, como Los Gardelitos, La 25, Ojos Locos, Hijos del Oeste, entre muchas otras. Pero, ¿qué es lo que lleva al público, todavía, después de tantos muertos, a repensarse como algo más importante que la fiesta de la música?
El fuego encendido debajo del escenario tiene que ver con la característica más egocéntrica del público argentino: la fiesta no está sólo sobre tablas. La ceremonia rockera se festeja sobre el piso y se le demuestra al músico que está arriba la presencia física y festiva del aguante. Y para que eso suceda, el público necesita su reconocimiento explícito o implícito desde el escenario. Si no, no funciona. Es evidente que los dichos del Indio Solari a la revista Rolling Stone en 2005 no rompieron con esa pretensión de épica: “Yo no quiero renegar definitivamente de todo eso. Aunque, desde ya, en este momento tiene que primar el respeto y el cuidado. La pirotecnia dejó un acento, una marca estética en casi todo lo que llamamos rock nacional, que por algo es diferente del rock belga, del rock japonés o de cualquier otro”, dijo.
Cuando este cronista se lo repreguntó en su casa de Parque Leloir, insistió con la idea: “Dije que formaba parte del folklore de las bengalas. Porque ya nos empezaron a prohibir los lugares abiertos, y García dijo: ‘¿Qué? ¿Van a prohibir las navidades?’. Hay como una especie de locura en tirar una bengala en un lugar cerrado. Los lugares de Chabán no han sido mucho más seguros que el CBGB, que tenía una sola salida. Pero no era una cuestión fundamental. El rocanrol no tiene ningún condimento fundamental. Pero yo tengo imágenes impresionantes de River que venían con las bengalas y se generaba una estética muy fuerte”. “¿Epopéyica?”, preguntó este cronista. “Epica. Pero no soy un fanático que si no prenden las bengalas, no sienta que no esté pasando nada.”
La semana pasada, antes de la muerte de Miguel Ramírez, un comunicado atribuido al Indio Solari y no desmentido dijo: “Mi posición frente al juego de bengalas en los conciertos al aire libre siempre se sostuvo en entender que si esos fuegos de artificio se entendían como de extrema peligrosidad aun fuera de los locales cerrados, lo correcto y conveniente sería la prohibición de su venta al público y no el traslado del deber policial a los organizadores de los eventos”. Es cierto, como dice el Indio, que controlar un concierto por parte de los músicos es muchas veces imposible, aunque haya intención política de hacerlo, pero es la primera vez en seis años después de Cromañón que el Indio se expresa (valga la redundancia) expresamente sobre el no uso de las bengalas en sus shows: “De cualquier manera, y tomando en cuenta los accidentes que puedan ocasionar, les pido a quienes se acerquen a mis conciertos que se abstengan de su uso”, se supone que escribió. Era hora.
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