Jueves, 2 de junio de 2011 | Hoy
TENDENCIA: MúSICA EN “LA NUBE” DE INTERNET
Las grandes empresas de Internet apuestan a que la gente depositará en línea sus discotecas digitales, y cualquier fiesta se podrá organizar con apenas una buena conexión wi-fi. Colgados de la nube.
Por Federico Lisica
Los “4 Fantásticos” compiten por un codiciadísimo superpoder: la música en la “nube” de Internet. Amazon lo hizo en marzo con el anuncio de dos nuevas plataformas. El 10 de mayo se sumó Google Music. Todo indica que en junio lo haría Apple con ¿iCloud? Y Facebook estaría por saltar del muro para aprender a volar. Para explicarlo sin revolotear demasiado: se trata de escuchar música “desde” Internet –vía streaming– junto a la posibilidad de subir las canciones guardadas en el disco duro personal. Algo que ya vienen demostrando con éxito opciones distintas como Spotify o Grooveshark, y emprendimientos “argentinos” como Musicuo y Sonora. De este modo se podría disfrutar de cualquier canción –o casi– desde donde y cuando se quiera, y no se necesitaría (el potencial en estos casos es fundamental) de gigas propios en la PC, laptops, celulares de última generación y demás dispositivos móviles. Y adiós a las memorias pesadas por la discografía de un salmonero Andrés Calamaro, cada rapeo de 2Pac, el bootleg de un show ofrecido por Radiohead en Taipei y las melodías de ukulele con que Eddie Vedder hizo su nuevo disco solista. Y esto último no es chiste.
Lo llamativo es que el estandarte del cambio de paradigma en Internet (de la navegación al espacio aéreo) vuelve a ser la música. Más allá de cualquier interpretación sobre pros y contras de lo que permite “la nube” (ver nota aparte), que Amazon, Google, Apple y Facebook muestren su interés en ella –ciertamente no son avionetas– es una clara señal de que el chubasco viene cargado. A ver: empresas que en principio fueron una tienda virtual de libros, un buscador de sitios, un productor de equipamiento tecnológico y software, y... bueno, sea lo que sea Facebook, se juegan el todo por el todo en la música.
“Si vas a una fiesta y se pincha, abrís tu portátil y vas cargando lo que querés y lo que te van pidiendo”, cuenta Esteban Lo Sasso, conductor de radio en Mega y DJ ocasional. Desde que descubrió Grooveshark, la única necesidad real para darle rienda suelta a su expertise digital y musical es que donde vaya tengan una buena conexión wi-fi. “Si bien no es ideal para un DJ, te abrís dos páginas y listo: lo que tiene de divertido es que no llevás nada encima y tenés tu playlist al que le podés ir sumando cosas”, apunta sobre este servicio al que llegó bastante temprano. Algo al margen y que le llama bastante la atención: al igual que con Goear y Spotify, no se enteró de la plataforma desde un blog especializado sino por la recomendación de residentes extranjeros en el país.
Grooveshark fue ideado en 2006, y hoy es el ejemplo cabal de todo lo que habilita la música en la nube. ¿Qué es lo fantástico? Muy simple: permite escuchar y compartir canciones, en su mayoría, subidas por los propios usuarios. Tal cual suena. No hay necesidad de suscribirse, ni de instalar un programa, y se puede utilizar con cualquier navegador. Su servicio freemium (gratuito) funciona en forma y calidad. Aunque registrándose (empleando incluso las cuentas de otras redes sociales) permite guardar listas, marcar los temas favoritos, viajar por las recomendaciones y ver los gustos del resto de la comunidad. La misma que en la actualidad cuenta con cerca de 10 millones de usuarios que les dan 60 millones de streamings al mes.
El suceso de la web con el logo del tiburón (¡ay de los programas de intercambio musical y los animalitos!) llevó a que el año pasado sea elegido como uno de los mejores cincuenta sitios según la revista Time y (ejem) lo mismo sucedió en la última edición de la encuesta del NO. Fue votada, entre otros, por integrantes de Autocine, Poseidótica, por el Mono de Kapanga y Ariel Minimal de Pez. “Grooveshark es el más inclusivo de todos los servicios de música bajo demanda en la web”, explican en el propio portal de la plataforma concebida por Sam Tarantino y Josh Greenberg.
Ambos cursaban en la Universidad de Florida cuando lanzaron su primera versión circa 2008. “Con la tecnología existente se puede facilitar el uso amigable y legal de la música”, dicen, y aseguran que Grooveshark se sostiene por publicidad y servicios premium (pagar por downloads, ringtones, etcétera). “Es una radio en la que vos elegís un canal, un grupillo, no es que está todo –marca Lo Sasso–. Hay mucho y de muy buena calidad, pero estás bastante supeditado a lo que subieron los otros. A ver: no está todo lo de The Boo Radleys, por ejemplo, y además como la gente sube todo su disco duro, a veces te encontrás con cosas repetidas o mal descriptas.” Y es cierto. Si uno quiere escuchar Pink Floyd, no se hallará ni un gemido lunar de Roger Waters. La cuestión es simple: en 2010, la banda demandó a EMI por el dinero que recibían en concepto de regalías digitales. Ganaron y casi instantáneamente todos sus temas fueron levantados de varios sitios, entre ellos, Grooveshark. La delgada línea de la legalidad que las nuevas herramientas tecnológicas se encargan una y otra vez de borronear.
Quién sabe cuándo fue que decidieron incluir en su gacetilla de prensa el comentario de @vikkambli (“Grooveshark transformó rápidamente mi iPod en un pisapapeles”). Sea como fuere, hace unos pocos meses Apple quitó la aplicación de Grooveshark de su tienda para móviles-apps. Y el pasado 6 de abril, Google emuló a la empresa de la manzanita, borrándolo de las apps para Android (su sistema operativo que funciona con código abierto). Apple no explicó las razones de su decisión, pero desde Google alegaron la violación de los términos de servicio. “Somos legales y somos el futuro”, se defendieron con una carta. Y aunque reconocieron que no cuentan con todas las licencias provistas por los sellos discográficos en la web (en total unos 13 millones de tracks) alegan que la cuestión no pasa por borrar una aplicación. Lo que se busca, insinúan, es eliminarlos como competencia.
Tal vez Grooveshark, en su flexibilidad y facilidad de uso, en su amplia ¿discoteca?, en su generosa mezcla de modelo gratuito y pago, haya dado en la tecla para el negocio de la música. Es que mientras las discográficas siguen maldiciendo por lo bajo a lo digital, salen al voleo de lo que queda. Según datos del Digital Music Report 2011, en el período 2004-2010, el volumen del mercado descendió globalmente en un 31 por ciento, mientras que la porción digital aumentó en un 1000 por ciento. Sólo en 2010, la venta de música en este formato creció un 6 por ciento y llegó a la friolera de 4600 millones de dólares. En fin, la torta se ha achicado, pero mantiene una porción más que apetecible. Hacia ella van los que están más cerca de la mesa y con los mejores cubiertos: Amazon, Google, Apple y Facebook. Y es ahí, en ese codeo por el postre, donde los 4 Fantásticos comienzan a parecerse al Big Four: la gira en conjunto de Anthrax, Slayer, Megadeth y Metallica que no deja nada tras su paso. Y eso incluye a las discográficas.
Amazon fue el que picó en punta con Cloud Drive (para música, videos, fotos) y Cloud Player (reproductor musical sólo para Estados Unidos). En parte sigue la lógica de servicios de almacenamiento como Dropbox, aunque claramente está orientado a lo musical. Lo que se publicita como gran cosa nueva es tener acceso al contenido propio de forma segura y en cualquier instancia. Para que quede claro: al estar subido a la nube ya no se necesitaría siquiera de la computadora personal. El sistema funcionaría como un depósito de lo que se bajó sin culpa alguna. El servicio es pago, aunque permite cinco gigas de almacenamiento gratuito para los que estén registrados a Amazon.
“Por ahora no estamos comentando sobre ese producto”, fue la respuesta que obtuvo el NO de los responsables de Google Argentina al preguntar sobre Google Music Beta. Y en un punto es entendible. Su propia plataforma para música en la nube funciona sólo para el mercado de Estados Unidos y se accede a ella a través de una invitación. Al igual que en el servicio de Amazon, la plataforma de Google permite subir y guardar los contenidos propios en Internet y escucharlos “desde cualquier lugar” vía streaming. “Queremos hacer la experiencia musical mucho mejor y libre de cables”, dice el correcto y anodino Chris en el video explicativo subido a YouTube (“Introducing Music Beta by Google”). El servicio habilita varias funciones: on y off line, arma listas a piacere, y claramente está orientada a las aplicaciones móviles y a la futura venta de canciones.
Pero, más allá de toda la gama de tareas, lo que resalta es la apuesta de Google de competir por la música digital. Un ámbito que Apple tenía cercado con iTunes y sus reproductores (vale apuntar que iTunes aún brilla por su ausencia en estos pagos). Mientras esta empresa ha dibujado su trayectoria con un hardware y software propios, los desarrolladores de Google apelan a la “libertad” de formatos accesibles con una simple cuenta.
El modo en el que Apple se montará a la nube todavía guarda varias incógnitas y algunas certezas. No está muy despejado que digamos. No se sabe si al emblema de la compañía le dibujarán unos bordes blancos y esponjosos, pero sí que a fines de abril desembolsaron 4 millones y medio de dólares por el nombre de iCloud. Su servicio de streaming sería presentado oficialmente en la Conferencia de Desarrolladores de Apple que se llevará a cabo del 6 al 10 de junio en San Francisco. Se descarta que será pago. Todo indica que iCloud rastreará al usuario, permitiéndole el acceso a su librería sin necesidad de transferir sus canciones.
La “gran” diferencia de Apple serían los acuerdos firmados con EMI, Warner y Sony (sólo le faltaría poner el gancho a Universal), algo que no han hecho Google, ni Amazon. Sin ir más lejos, desde Sony pusieron el grito en “la nube” porque los estrenos de Amazon no contemplan las licencias establecidas para la reproducción. Desde la compañía de Seattle respondieron que Cloud Player hace lo mismo que un gran número de aplicaciones multimedia existentes y que no necesitan hacer nuevos tratos. Según esta línea, los sellos quieren cobrar por el mueble donde uno guarda los discos y tiene el reproductor. El problema es que eso también está en vías de extinción. Todo el modelo está cambiando. Lo cierto es que Apple tendría la nube atada. Con reconocer qué canciones ha comprado, el usuario podrá permitir su ejecución vía streaming. O sea, “la nube” sería una simple metáfora de una transacción comercial. Quien ya bajó el tema estaría pagando nuevamente por su reproducción más que por colgarla o guardarla en un espacio.
El que menos pistas dio sobre cómo y cuándo se haría vapor es Facebook. Como recordó The Social Network, Facebook era “The” Facebook hasta que Sean Parker de Napster conoció a Mark Zuckerberg. Paradójicamente, ahora esta red social busca poner la música en la nube para no quedarse por detrás de la competencia. En este caso se trataría de un acuerdo con Spotify (servicio al que no se puede acceder desde nuestro país salvo que se cuente con un parche, un código y un amigo desde los países en los que está habilitado) y en una primera fase. Sí: sólo estaría disponible para aquellos países donde Spotify tiene presencia. Se habla de un icono en la parte superior izquierda de la página y que priorizaría la escucha de los amigos en una comarca que cuenta con 600 millones de usuarios. Entre tantas incompatibilidades de zona, Grooveshark sigue siendo la mejor opción para subirse a la nube musical.
Sonamos pese a todo...
“Nosotros te inyectamos música”, dice Aldana Ghioldi, responsable comercial de Sonora. Esta plataforma fue lanzada en 2009 y brinda un servicio bastante similar al que proveerá iCloud. O sea, no se sube música a la nube sino que se la ofrece desde el sitio o para el download. Otra similitud es que el espacio vinculado con Speedy y Terra tiene contratos con las cuatro discográficas ya mencionadas. “Además tenemos deals locales con Leader, Pelo y Magenta; de esta forma todo el catálogo está ordenado y nos aseguramos de su buena calidad”, aclara Ghioldi. En cuanto a sus armas, Sonora hace propio cierto lema actual: serás freemium y/o premium o no serás nada. Al modelo pago recientemente le sumaron una plataforma a la que se puede acceder sin ser socio de Speedy. La respuesta fue inmediata: 300 mil usuarios mensuales únicos. Por otro lado, pero en la misma línea, tuvieron un pico de demanda con el estreno del disco de Lady Gaga (Born this way), la transmisión en directo del show de Paul McCartney en Río de Janeiro y un aumento exponencial de conectados gracias a un concurso con Paramore. Sobre si el streaming matará al “downloadstar”, no tienen muchas dudas: “El streaming está sumando mucho, todo va todo para ese lado”.
En el medio de este furor por la música en la nube, bien vale hacerse algunas preguntas antes de que comience a llover. Realmente, ¿para qué volver a subir todo lo que ha demandado muchísimas horas en bajar y demandará nuevamente bastante tiempo? ¿Por qué habría de pagar por un locker digital cuando aparecen bibliotecas –pagas o gratuitas– mucho más amplias en contenido? ¿Se va a adecuar lo subido a las distintas plataformas físicas que uno posea? Y si viajo, ¿por cuáles filtros pasará mi nube? Y una última: a todo esto, ¿Windows no hace nada? No exactamente. Ya existía un programa de Windows Phone con la posibilidad de subir los bytes musicales a la nube. Es que, aunque no lo veamos, Bill Gates siempre está.
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