EN OJOTAS TOCA EN BUENOS AIRES
Villa Gesell, el lugar donde arrancó el rock nacional hace casi medio siglo, nunca tuvo una banda que explotara más allá de las fronteras. Ahora es el turno de En Ojotas.
› Por Juan Ignacio Provéndola
“Aquí funcionó el Juan Sebastián Bar, donde Moris y sus amigos dieron comienzo del movimiento del rock nacional, verano de 1965/66”, dice un cartel de madera, empotrado en un balcón para bancarse los vientos encontrados de la 107 y 2. Pese a las discusiones aún vigentes entre sus propios protagonistas acerca de los orígenes (en donde cada quien aporta desaforadamente datos, cifras y esmeros para que la historia los bendiga por sobre los demás), no hay duda alguna de que la semilla germinal del rock doméstico no se plantó ni en el Rosario de Los Gatos, ni el baño de La Perla de Once donde compusieron La Balsa, ni en la avenida Rivadavia del blues de Los Gatos, sino a dos cuadras de la playa, 400 kilómetros al sur de Buenos Aires, donde Moris, Javier Martínez y cía. formaron Los Beatniks y tocaron por primera vez Rebelde y No finjas más, combinación cristalizada meses más tarde en el primer simple de la discografía rocknac (ni más, ni menos).
Villa Gesell guardará eternamente para sí ese mérito inexpugnable, alimentado por la bohemia y la informalidad que distinguió a esa ciudad por sobre otras, en las décadas del ‘60 y ‘70. Pese a que el tiempo es implacable con el espíritu y Gesell tuvo que resignar su identidad de temporada alta en aras de un turismo cada vez más demandante; las ínfulas rockeras siempre se mantuvieron a temperatura ambiente a través de veranos en los que se cruzan historias de largos acampes, dura supervivencia y shows para unos pocos curiosos, episodios que lo mismo podrán dar fe La Renga, Spinetta, Sumo, Los Piojos, Jóvenes Pordioseros o Los Tipitos.
Como si se hablara de otra ciudad (o, al fin de cuentas, se habla de otra ciudad), la contracara de esta letra caliente de verano es tan cruda como los inviernos de heladas y sudestadas en los que miles de voluntades anónimos acaso buscaron repetir lo que alguna vez hicieron todos aquellos que vieron en temporada alta. Pero no sólo el frío apaga el fuego: también, la falta de posibilidades. De ensayar, de tocar y de grabar. Ni hablar de crecer o de vivir de la música: estos asuntos se atienden en Buenos Aires y, a partir de marzo, Gesell la siente a años luz de distancia. En el origen de todo, la nada misma.
“Es cierto que existe una mística rockera de verano, pero en invierno es imposible desarrollarse si el circuito se corta cuando se cierran los pocos lugares que hay para tocar o las autoridades deciden alejarse de la cultura, como si aún tuviésemos que explicar cuál es el impacto de la música en la cultura de una urbe o país”, apunta el bajista Diego Latorre. Su grupo, En Ojotas, se plantea con una seriedad inédita la quijotesca tarea de abrirse los horizontes más allá de la rotonda con ruta 11 a través de gira que esta noche los tiene en The Roxy Live.
“Este show nace porque rompimos las bolas”, se sincera Diego. “Nos comunicamos con el organizador del evento y lo convencimos de que nos diera un espacio.” El Loco Live es uno de los ciclos más interesantes de los jueves porteños es la primera y para ellos significa la primera escala de un periplo que continúa mañana en su patria chica, el sábado próximo en La Quadra de Ramos Mejía y, luego, por Azul y Olavarría.
En Ojotas es el proyecto de Diego Latorre y el guitarrista y cantante Sergio Sáez, dos treinteañeros que integraron las bandas más proyectadas de la mejor época del rock geselino de temporada baja: Carajo al Monje y La Peluca (en algún tiempo, pretendida por BMG para un sello de bandas nuevas) marcaron el camino en la década del ‘90 y sus cenizas regaron lo que vino después. Pero, a no confundirse: En Ojotas no habla de camisas floreadas o chicos de la playa. El nombre es concluyente acerca de sus orígenes, pero también remite a los tres tapones de su suela, en este caso un triángulo de guitarra, bajo y batería (a cargo de Charly Vázquez) que va al frente haciéndose cargo de todo lo que implica arrogarse el crédito de power trío: fuerza, destreza y corazón.
Algo de eso puede verse en Empuja (2007) y Welcome Wachoo (2010), sus dos discos –disponibles en www.enojotas.com– el último grabado en Pugliese, un estudio en el corazón de Mar Azul. “Un lugar increíble en medio del bosque, con cabañas, parrillas y la playa a pocos pasos. Ahí, sos vos, la naturaleza y tu contexto de persona para crear”, describe Latorre, para le envidia de todos. En ambos casos se huele un rock vibrante en su intensidad pero también en sus melodías. Es ir al palo o devenirse en cuarteto para formato acústico, con la guitarra de Nicolás Díaz. El grupo busca como nunca abrirse un circuito de frecuencias cada vez más amplio, haciendo base porteña bajo la complicidad de muchos de los geselinos que emigran a la gran ciudad una vez terminado el colegio secundario. Pero, así como el rock lo hace con Gesell verano a verano, En Ojotas golondrinea Capital sin casarse: “No es lo mismo mirar el mar que desde el balcón de un departamento en estación Once, y una plaza de Almagro que la inmensidad del bosque. Esas cosas no las queremos perder nunca”.
En Ojotas toca hoy en The Roxy Live, Buenos Aires, a las 22 y mañana en La Vieja Jirafa (3 y 104) en Villa Gesell. A las 23.30.
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