Jue 30.01.2003
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UN ARGENTINO ES LA NUEVA SENSACION DEL PROMOCIONADO ROCK ESCANDINAVO

“De un modo u otro, siempre termino en cana

Eduardo Martínez nació en Buenos Aires, pero ahora vive y da que hablar en Helsinki, Finlandia. Es el cantante de The Flaming Sideburns, una banda de garage rock en plena explosión en Europa y Estados Unidos. Desde su casa en medio del frío polar, Martínez repasa su vida, relata descontroles varios y se hace cargo de las comparaciones con Iggy Pop. Averiguá por qué...

POR ROQUE CASCIERO

lEl paisaje es casi de Heidi. Confortables casitas de madera, pinos, nieve, aire helado apenas atenuado por un poco de sol: eso es lo que Eduardo Martínez percibe cada día cuando se despierta en su hogar de Helsinki, Finlandia. Vaya uno a saber por qué, entonces, cada vez que se sube a un escenario se transforma en una bestia rockera que haría sentirse orgulloso a Iggy Pop. Martínez es el cantante de The Flaming Sideburns, una de las bandas de garage que desde hace años atronan Finlandia (y la región escandinava en general) y que el resto del mundo empezó a mirar con más atención desde el ascenso de los suecos The Hives. Pero hay algo más bizarro que el hecho de que este auténtico Rock’N’Roll Animal viva en una tarjeta postal de ensueño montañés: este Iggy vikingo es... ¡argentino!
Eduardo nació hace treinta y tres años en el Hospital Alemán de Buenos Aires, en Pueyrredón y Arenales, se crió en Vicente López y recaló en Finlandia en 1988, con la posibilidad de hacer un servicio militar más corto debido a que su madre es finlandesa. “Después de la colimba me quedé un rato trabajando y me volví a la Argentina, pero fue justo en medio del quilombo de la hiperinflación”, recuerda el cantante a través del teléfono. “Me puse a pensar un poco y decidí instalarme en Helsinki porque, sin tener un título, acá me arreglaba para vivir trabajando en una fábrica, empacando cosas, y podía ver qué oportunidades me traía la vida. Desde entonces, todo fue trabajar y vivir acá, comerme muchos inviernos y extrañar la Argentina. Me encantaría estar allá, con el calorcito, aunque acá hoy no hace tanto frío. La temperatura debe andar por los cero grado...”
–Menos mal que
no hace frío...
–Es que este invierno se vino duro y más temprano que antes. Para Año Nuevo hizo 25 grados bajo cero.
Aunque siempre le interesó la música, en la Argentina nunca pasó de un par de ensayos con bandas efímeras. “Soy un guitarrista frustrado, porque nunca aprendí del todo a tocar”, asegura. “Con el bajo, peor todavía. Y también quería cantar... Creo que el problema es que era muy indeciso. Les hice de plomo, de onda, a algunas bandas del barrio: era darles una mano, pero también la forma de colarse para ver los shows.” Uno de sus primeros palotes con la música lo llevó a una casa que luego se haría famosa: “Los hijos de (Alfredo) Yabrán tenían una banda. Como uno de ellos iba conmigo al colegio, me invitó a hacer una jam en la famosa quinta. Sonaba bien, pero nunca volví a verlos. Creo que poco después de eso uno de los pibes se dio un palo con una moto y quedó inconsciente por un rato”. Epa. En esa época, Martínez todavía no conocía ni a los Stooges ni al rock de garage. Escuchaba mucho heavy metal, después de haber pasado por los Beatles, Serú Girán y León Gieco. “Antes de irme, llegué a ver cuando empezaban los Ratones Paranoicos y Los Siete Delfines. A Sumo lo agarré de movida, pero me empezó a pegar de verdad en Finlandia. Cuando se reeditaron los discos en CD, me los compraba en cada viaje a la Argentina. Al final me hice re-fanático. El primer cover que hice con mi banda finlandesa anterior fue ‘El ojo blindado’. Tendría que haber salido en el compilado Fuck you, pero al final nos dejaron afuera. Ahora creo que fue mejor que no hayamos salido ahí. Igual, siempre tuve ganas de hacer algo en la Argentina. Por eso, para mí es un orgullo haber podido publicar un disco allá.”
It’s Time to Testify Again... Live at Gearfest 2000, el único CD editado aquí, muestra a The Flaming Sideburns en vivo, con una agresividad y una mugre heredera de los Stooges y los Seeds, pero con chispazos surf y rockabilly. Martínez vocifera letras en inglés y en español, y le habla al público finlandés en ambos idiomas. ¿Cómo lo entienden? Misterio. Pero ninguno deja de cantar. No cuesta demasiado imaginarse al cantante revolcándose por el escenario mientras los guitarristas Ski Williamson (¿no suena a Skay Beillinson?) y Johnny Volume se trenzan en explosivos duelos eléctricos, mientras el bajista The Punisher y el baterista Jay Burnside castigan sus instrumentos. “A veces, cuando estoyinspirado, me descontrolo sobre el escenario, de ahí las comparaciones con Iggy Pop. En Estados Unidos, en cambio, me dicen que me parezco a Mick Jagger. Y les contesto que, antes que con Jagger, me comparen con los Ratones Paranoicos (risas). Igual, no me creo nadie, apenas un cantante. Además, Luca Prodan fue mejor.”
Cuando regresó a Finlandia huyendo del caos alfonsinista, Martínez entró a trabajar en una fábrica de latas de cerveza. Poco después conoció a otros argentinos que tenían pizzerías en Helsinki y se fue a trabajar con ellos. Entre sus compañeros de exilio voluntario había algunos músicos y, de tanto ir a recitales, comenzó a ser una cara conocida en el ambiente rockero. En un momento llegó a tener pizzería propia, pero ya le tiraba más la música y, en cuanto comenzó a irle mal con el negocio, decidió colgar el delantal y agarrar el micrófono para siempre. “Había una banda que me gustaba mucho, Jack Meatbeat and the Underground Society. Siempre me cruzaba con estos pibes y les preguntaba cuándo tocaban, pero un día me dijeron que, como el cantante se casaba y se iba, no iban a hacer shows. Me invitaron a la sala de ensayos y de la nada tocamos ‘1969’, de los Stooges. Era la primera vez que cantaba en un micrófono en toda mi vida. En un momento me fui al baño a vomitar y cuando volví me dijeron que era el cantante de la banda. Al principio me parecía una broma”, cuenta.
Pero no era chiste: dos semanas más tarde, debutó en un show y poco tiempo después ya grababa sus primeros demos. Enseguida nació la leyenda del animal rockero. “Fuimos a hacer unos shows al norte y subí al escenario pasado de alcohol, demasiado tarde y demasiado violento, hasta un momento en el que me sacaron el micrófono (que era mío) porque lo estaba tirando al piso. Me dijeron: ‘Se acabó el show’. Y yo contesté: ‘El show recién empieza’. De repente tenía cinco monos encima, a los que el resto de la banda cagaba a guitarrazos. Nos echaron del festival, por supuesto”, se ríe Martínez. Después de cinco años y poca trascendencia, la banda se separó. En los últimos días de Jack Meatbeat nació The Flaming Sideburns, que el cantante define como “un remolino de integrantes que iban y venían”. “En aquella época, acá estaba de moda el rock sesentero, así que nos dedicamos a tratar de aprender a tocar la música que estábamos escuchando. O sea, mucho garage, los Sonics... Descubríamos a las bandas e intentábamos sonar así. Cada vez venía más gente a vernos, por el boca a boca, así que decidimos concentrarnos en eso y salir a tocar afuera”.
Las giras de The Flaming Sideburns son material para una hipotética “Historia del Descontrol Rockero”. Martínez se ríe y dice que eso es parte de otra época: “Ahora salgo a cantar sobrio. Ya no puedo fumarme ochenta porros ni tomarme una botella de vodka antes de subir. Nunca pude hacerlo y quedar bien, pero antes al menos salía adelante. Ahora ya no me dan ni la cabeza ni el cuerpo para eso. Pero hay distintas maneras de mover la agresión”. Sin embargo, reconoce que hay un sustento en lo que se dice de él, que justifica echándole la culpa a la mala suerte: “De un modo u otro, siempre termino en cana”, suelta entre carcajadas. La primera salida de Finlandia, en el ‘95, fue hacia Holanda, donde la banda debía tocar en un squat. “Estaban todos en plan político y nos hinchaban las bolas diciéndonos lo que podíamos o no hacer, entonces salimos a tocar en pelotas y se armó un quilombo bárbaro”, relata. “Por eso nos cancelaron el resto de la gira holandesa. Teníamos una semana al pedo hasta irnos a tocar a Alemania y terminamos en una fábrica ocupada. Era una fábrica que, en su momento, la policía había cerrado por drogas. Pero se ve que habían quedado muchos restos por ahí... (risas). Estuvimos de fiesta los cinco días, hicimos un par de recitales para cuatro personas. Cuando nos quisimos volver, el bondi se había enterrado en el jardín. Había llovido, se había inundado todo y nosotros ¡no nos habíamos dado cuenta!”
La historia no termina ahí. En la última fecha de la gira, en Dinamarca, los músicos ya había agotado todas sus reservas de dinero, así que los organizadores del show les dieron de comer y les regalaron una botella de Black Death Vodka. Camino a casa, antes de tomar el penúltimo ferry desdeSuecia a Finlandia, decidieron que era tiempo de festejar. La botella fue abierta y su contenido voló en segundos. “Al toque, los chabones le mostraban el orto a los autos que iban por la carretera, meaban en vasos de cerveza y los tiraban por la ventana... Yo me fui a dormir y cuando me desperté, miré por la ventana y vi que el bondi iba marcha atrás por la ruta. Se nos había roto el motor y nos estaba llevando una grúa. Estábamos en la mitad de Suecia, en pleno invierno, con 25 grados bajo cero. La gente de la estación de servicio nos tuvo lástima, así que nos dieron té caliente. Y ninguno de nosotros sabía hablar sueco. Al final, tuvimos que dejar el bondi ahí, porque el motor no daba más. Esa fue mi primera gira y después hice ocho más, así que imagínense el resto”, incita el crédito argentino.
En medio del descontrol de las giras, The Flaming Sideburns también grabó varios discos. La lista de simples en vinilo y de participaciones en compilados es larguísima, pero los CDs son más fáciles de enumerar. Primero salió un “pirata autorizado” en vivo que “está grabado con un solo micrófono y suena bastante mal, pero así es como tenía que sonar”, según el vocalista. Después de editar unos veinte disquitos siete pulgadas, reunieron los temas en It’s Time to Testify, Brothers and Sisters. El primer álbum de estudio pensado como tal fue Hallelujah Rock’ n’rollah y al poco tiempo salió It’s Time to Testify Again... Live at the Gearfest 2000. En Estados Unidos se publicó The Flaming Sideburns Save Rock’n’roll, que tiene todo Hallelujah... más un tema en vivo y un inédito acústico. Después de años de batallar en sellos pequeños, ahora la banda logró firmar un contrato con la multinacional Universal.
–¿La banda creció
mucho o las compañías están buscando
a los nuevos Hives?
–Pueden ser ambas cosas. Universal es uno de los cinco sellos grandes que se conectaron con nosotros, lo cual me sorprendió. Quizás los problemas contractuales que tienen los Hives, que los están frenando de algún modo, provocan que el mercado demande algo como nosotros para ocupar ese lugar. Pero no es ésa es nuestra intención. En Finlandia se está criticando a los Hives. Sin embargo, nosotros los conocimos hace dos años y son una muy buena banda en vivo, hicieron un disco bárbaro y se han pelado el culo, así que estoy contento de que les vaya bien. Se lo merecen.
Martínez se ilusiona con que el crecimiento de sus Flaming Sideburns lo traigan a tocar en la Argentina, donde sólo cantó como invitado en algunos shows de otras bandas. Dice que no puede quejarse de su vida en Helsinki, pero que hay momentos en que no sabe “para dónde disparar”. “En invierno te comés muchos días de oscuridad, de depresión, de gente que no quiere hablar. Estás como incomunicado. No podés salir mucho afuera porque hace un frío de cagarse, entonces lo único que te quedan son los bares, pero ahí te emborrachás y eso es más quilombo... (risas). A veces todos los días transcurren así, uno peor que el otro. Por eso, siempre que puedo me voy para algún lado. Me hace falta hablar en castellano.”

SE DICE DE EL
La revista Rolling Stone Estados Unidos es uno de los medios que le prestó atención a The Flaming Sideburns, al momento en que el sello neoyorquino Jet Set publicó ...Save Rock’n’roll. En la sección “Caras nuevas” de su edición del 28 de noviembre de 2002, publicó un recuadro en el que aconsejan apuntar hacia el quinteto. En especial, a quienes necesiten pruebas de que “el mundo se ha convertido en un gran garage”: “Estos locos escandinavos golpean en algún lugar entre el punk trash de los Hives y el garage soul a la ‘Wild Thing’. El frontman argentino Eduardo Martínez escupe letras en español y se sacude como su héroe Iggy Pop, un comportamiento que lo ha metido en problemas”, dice el artículo en uno de sus párrafos.

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