Jue 27.10.2011
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LA HISTORIA FAMILIAR, PERSONAL Y BOTáNICA DE NéSTOR RAMLJAK

“No se me mueve un pelo al decir que soy rastafari”

Al cantante de Nonpalidece, descendiente de croatas y crossover del conurbano, la marihuana le cambió de lleno su relación con la música. Recuerdos de barrio, colegio y noche de una cabellera insigne del reggae local. “No me siento un compositor vanguardista; muchas de las canciones que hago tienen frases hechas”, sostiene.

› Por Roque Casciero

Los Ramljak, cuenta el más famoso de los que portan el apellido (al menos por aquí), llegaron desde Croacia: Marko pisó primero Montevideo, donde se separó para siempre de su hermano. “El entró a un bar, el mozo no le entendía una goma, y le fue a decir al dueño: ‘Jefe, ahí hay uno que habla como usted’. Resultó que el tipo también era de ahí, y le comentó que en Buenos Aires había una paisana que tenía una panadería, que seguramente le iba a tirar una onda. Entonces Marko se fue para Dock Sud. Pudo establecerse, trajo a su familia y entonces empezaron las generaciones cien por ciento nacionales. Yo soy la tercera.” El que narra la historia de sus ancestros de apellido impronunciable es Néstor, cantante de Nonpalidece, quien no está del todo seguro de lo que cuenta. “Viste cómo son las historias familiares, cada generación les agrega un poco de fantasía...”, justifica. “Me pareció interesante conocer un poco la historia de mi apellido porque siempre es bueno saber de dónde viene uno, pero no siento una atracción por mis antepasados de ese lado. De hecho, siento más atracción por Africa. Siempre me gustó la música negra, me llamó más la atención. Sin demasiadas explicaciones.”

–¿Desde chico?

–Sí.

–¿Cuáles son tus primeros recuerdos al respecto?

–¿Blanco y negro? (Sonríe) Fue una serie que me acompañó mucho. O (la miniserie) Raíces... No sé, de chico flasheé la situación de esclavitud, sin profundizarla, me parecía que había algo injusto. Me sedujo la expresión del tipo oprimido, pero también lo musical, la onda. Fue algo natural.

A pesar de que Nonpalidece hizo correr la voz desde la zona norte del conurbano (hasta convertirse en una de las bandas más convocantes de la escena reggae argentina), su cantante nació en Lomas de Zamora y pasó sus primeros años en Avellaneda. Otra vez, la búsqueda del progreso hizo que su familia cambiara de rumbos, aunque sin inmigración de por medio. “Mi viejo hizo su carrera laboral en Terrabusi, una antigua fábrica de galletitas que existía acá”, retoma Néstor. “Aunque ahora veamos la marca, ya ha pasado por varias multinacionales. Mi viejo trabajaba en la planta de San José y había otra en General Pacheco, frente a la Ford, que era casi un depósito. En esa época el dueño iba a la fábrica diariamente. Y le ofreció a mi viejo una mejora si venía para acá; le prestaron una casa en un barrio que linda con las vías del ferrocarril que sale de Victoria, que va para Capilla del Señor. Entre esas vías y el alambrado de la fábrica Ford quedaba un triángulo de diez por seis manzanas, que era un barrio que había comprado don Terrabusi. Había muy pocas casas y a mi viejo le prestaron una con la propuesta de crecer laboralmente. Y llegué ahí a los 5 años, así que, si bien tengo recuerdos de Avellaneda, tampoco es que me siento del sur”.

–¿Y del norte sí?

–Sí, porque me siento más reflejado con el río. Lo viví en una etapa muy intensa: la adolescencia, el secundario. Salíamos del colegio dos horas antes porque faltaba una profesora, en noviembre, y el río nos permitía refrescarnos.

El cantante de Nonpa es el menor de cuatro varones, “todos muy distintos entre sí”. Para muestra, alcanza con decir que Marcelo, el mayor, es... ¡sacerdote! Pero antes de tomar los hábitos, su discoteca fue crucial en la formación musical de ese Néstor 10 años que se encerraba en su cuarto a soñar que esa raqueta que tenía en la mano era una guitarra reluciente. “Entre los 17 y los 23 años, Marcelo compró una bocha de discos muy diferentes, que sumados a los que tenía mi viejo hicieron que, de rebote, yo escuchara música rara para mi edad: Yes, Rush, Whitesnake y Zeppelin, y también las orquestas de jazz tipo Benny Goodman, Count Basie, Duke Ellington, Gene Kruppa. Escuchar eso a esa edad me marcó mucho”, confiesa.

Néstor no era un alumno destacado: “¿A qué escuela fui? ¡A muchas! El secundario no fue muy feliz, no me atraía. Sí desde lo social, porque me encantaba ir al colegio para encontrarme con los pibes”. En su grupo había muchos chicos del colegio Marcos Sastre que tocaban la guitarra. “Era muy fuerte ver en segundo año a un pibe con una criolla tocando rocanrol. Porque aunque ahora ha cambiado mucho, Tigre tiene una tradición stone fuerte, con Heroicos Sobrevivientes a la cabeza.” Entre los amigos y los hermanos, Néstor no necesitaba comprar discos. “Mis expectativas musicales estaban colmadas”, afirma. Claro, los otros dos vástagos de la familia Ramljak también hacían su aporte, mucho más “desprolijo” que el rock sinfónico y/o psicodélico del mayor: DRI, GBH, Dead Kennedys, 7 Seconds, The Smiths, los primeros discos de Metallica, Anthrax, Testament... Mientras “esa música estaba ahí”, según Néstor, él vivía rodeado de verde, y se lo pasaba jugando a la pelota, trepado a los árboles, fabricando desde gomeras hasta cabañas.

Obviamente, con tantos amigos guitarristas, era lógico que se les ocurriera armar una banda. “Hacíamos hard rock con influencias de KISS o de cosas que para mí después fueron re mentirosas, tipo Mötley Crüe. Nos juntábamos en la casa del abuelo del batero, que se había armado una sala y estaba buenísima. Ibamos a las tres de la tarde, lookeados para ensayar, por ahí nos tomábamos algún birrín, y después salíamos, en un contexto de pueblo: no había nada acá en Tigre. Te cruzabas a los que veías siempre. Y siento que eso me marcó.” En la banda, Néstor era el cantante, pero nada que ver con el saltarín de largos dreadlocks que, en la Plaza de la Intendencia de Córdoba, donde Nonpalidece tocó hace días como cierre del Budweiser Music On The Road (una gira de conciertos gratuitos de artistas como Catupecu Machu o Dread Mar-I en seis provincias argentinas), miró a los ojos del público desde arriba del escenario, montado sobre un trailer. “En ese época cantaba acostado atrás de la batería. No tenía letras, entonces me daba muchísima vergüenza”, recuerda. “No era que sentía que podía cantar, simplemente me animaba. Y nadie más se animaba, era el puesto que no iba a tomar nadie.” Entre los recuerdos que atesora Néstor está la primera visita de Faith No More: viaje en el 15 hasta Obras, una remera de Circle Jerks para “aparentar una cultura que no tenía”, y una banda que “tenía machaque, pero el loco (Mike Patton, claro) cantaba muy melódico”.

–¿Y cómo llegaste al reggae?

–Por Marley y por la marihuana, casi de la mano. Los primeros porros me depositaron en una vibración con la música que no había tenido con el rock. Me había pasado de flashearla fuertemente con The Wall, haciéndome una película, pero cuando apareció el porro en el grupo le enganché otra onda a escuchar música. La planta te sensibiliza muchos de los sentidos. Y vino de la mano con los primeros casetes de Marley.

–¿O sea que la banda cambió de rumbo?

–No, habíamos dejado de tocar. Yo repetí, se me hizo un poco más largo el secundario, y en un momento hubo una exigencia familiar de que le pusiera fichas a eso, entonces colgué un poco lo de la banda. En los barcitos a los que íbamos colaban algunos reggaes de Marley. Y muy al toque aparecieron Los Pericos con El ritual de la banana y Jamaica Reggae. Flasheaba con la música y junto a los primeros porros a escondidas, tratando de no volver a casa con los ojos rojos, se abrió una puerta que a mí me deslumbró. Además, eso tenía que ver con lo que me había llamado la atención de niño, con la raza de color y el tema de la opresión. Me acuerdo de ver a Los Pericos en un lugar que se llamaba Better... Ellos tienen discazos. Tengo re buena onda con ellos, Diego (Blanco, tecladista) nos produjo nuestro segundo disco, y a mí me cambió mucho la experiencia de conocerlos personalmente. Uno, a veces, puede ser muy pelotudo cuando habla sin conocer a alguien. Los respeto muchísimo, son altos músicos. Los Pericos llegaron en la época de los asaltos, Los Cafres cuando ya manejaba otra información y tenía más hábitos nocturnos. Cuando empecé a ir a El Mocambo o Prix D’Ami ya tenía otra desenvoltura.

Parte de esa “desenvoltura” era, cuenta Néstor, darse cuenta “de que un fasito era mejor que el otro”. “Para mí tenía mucho que ver, iban de la mano. Me hago re cargo: cultivo y fumo. Y lo relaciono mucho con la música que hago y con la que escucho, con cómo me sensibiliza para interpretar las ideas que quiero depositar en un papel y en un disco. La marihuana tiene mucho que ver conmigo. Cuando empecé a escuchar más reggae me di cuenta de que es sine qua non. He visto programas en los que perjuran que no, que es un mito, y debe haber experiencias personales diferentes, las respeto, pero diría que en mi caso y el del 73 por ciento de la banda, el proyecto y nuestro día a día está muy relacionado con los efectos de la marihuana. Incluso como militantes de nuestros derechos como consumidores.”

–¿Cómo tomaron tus viejos esa militancia?

–Fue difícil, porque son de otra generación. Ahora hay otra apertura, ellos vieron en mí y en otros integrantes de la banda que se rompía el estigma que transmiten los medios de comunicación con respecto al consumidor. Para mis padres, ver un hijo consumidor que lleva adelante un proyecto con seriedad, con alegría, tirando un mensaje, hizo que se les rompiera como un vidrio aquello del consumidor que a raíz de eso iba a empezar a consumir otras cosas y entrar en un mundo de marginalidad. Sé que no lo comparten, pero respetan mucho más que cuando tenía 22 años. De hecho, en períodos de vacaciones, mi madre me ha regado las plantas. Y todavía no entiende cómo de ahí “sale droga”.

El interés del cantante por el reggae y la marihuana lo llevó, lógicamente, a investigar acerca del rastafarismo. “Si rasta no hubiera aparecido, hoy Jamaica sería un Haití. El rastafarismo le ha dado una identidad cultural, religiosa e intelectual al afrojamaiquino, lo sacó de la perdición. Por eso a mí no se me mueve un pelo al decir que soy rastafari, considerando que rastafari es una persona que quiere ser mejor, que quiere evolucionar en su contexto, día a día. Podrán discutirme que no soy negro, pero no importa; aprendí de todos estos músicos que rastafari es el que quiere evolucionar. Hubo un momento en el que creyeron que Haile Selassie era la reencarnación de Jesucristo. Yo, hoy, no puedo creer en eso. Mi corazón no lo cree. Me cuesta todavía encontrar la semejanza entre lo que dice la Biblia y la historia. Creo en Jesús, pero como ser humano me cuesta asociarlo a su parte divina. Porque, más allá de investigar, está lo que siento. Y no hago proselitismo con eso, lo cuento porque son sentimientos que tengo.”

–Pero también hay reglas para ser rastafari.

–No importa.

–¿En algún momento te pegaste a eso?

–Sí, porque cuando llega esta información, a uno lo deslumbra. Fue muy fuerte cuando se formó Nonpalidece. Ibamos a una sala de Tigre con Facu, el actual bajista, Diego (guitarra) y Galo (batería), que hoy ya no están, y la flasheábamos lindo: colgábamos cuatro horas tocando. Aprendíamos a tocar, a tocar también bajo los efectos de la marihuana. Y era todo muy mántrico. Todo eso construyó. Fuera del proselitismo, porque nuestras letras respecto de la marihuana no son explícitas, tiene que ver con una realidad nuestra que llevamos adelante, pero que no profesamos. No tengo intenciones de convertirme en un predicador de nada sino que trato de transmitir reflexiones, de comunicar. No me siento un compositor vanguardista: muchas de las canciones que hago tienen frases hechas. Pero tiene mucho que ver el contexto, la actitud y el momento en que las decimos. Mucha gente conecta con “más grandes son, pero también caen más fuerte”. No se te cayó ninguna idea, pero como lo decís en la letra...

–¿Llegaste a ponerte excesivamente purista con el reggae?

–No tuvimos una cosa de purismo porque venimos del rocanrol y eso quedó. Hoy, que estamos cumpliendo quince años (la celebración será en el Teatro Coliseo, los días 14 y 15 de diciembre), estamos más relajados con las influencias naturales que tuvimos. En los primeros años éramos más cuidadosos con que los sonidos tuvieran que ver con un purismo, calculo que nos hacía sentir mejor. Como la inquietud de formar la banda tenía que ver con cómo sería tocar eso que nos gustaba escuchar, por ahí nos poníamos más ortodoxos o más cerrados en la manipulación del audio.

–Pero hicieron un homenaje a Bob Marley con Carajo y Ricardo Mollo como invitados, por ejemplo.

–Ese tiro podría habernos salido por la culata, pero queríamos mostrar la influencia del chabón fuera del estilo. Marley es como el Che Guevara, es la primera estrella del tercer mundo. Fue vanguardista en sonido, en actitud y en mensaje. Era un chabón con una lucidez grossa. Y con respecto al homenaje, si algo no van a poder decirnos es que no fue diferente. Cuando esté el DVD (Living Memory, que saldrá a fines de noviembre), verán a la fauna que convocamos. Y todos se relajaron en venir a interpretar a Marley con Nonpalidece. Porque que venga Corvata, con el que somos contemporáneos.. Pero, ¿el Negro García López? ¿Mollo? ¿Ricardo Tapia?

–Abrirse es parte de la evolución.

–Sí. Y relajarte, también. La evolución tiene que ver con el crecimiento. Y cuando uno crece, empieza a afinar las paredes de los prejuicios y a disfrutar más. Tengo 37 años y siento que estoy disfrutando de la creatividad con otro lenguaje que el que tenía antes. Tal vez sea porque la banda logró una popularidad que me permitió relajarme. De lo que estamos muy pendientes es de cómo está planteado el proyecto musical: no es sólo salir a tocar, tratamos de hacer algo. Si tenemos la posibilidad y la inquietud, alimentémosla, ya que hay tanta gente pendiente de lo que hacemos. A veces hablo y se hace un silencio que me ha llevado a plantearme ser mejor orador, porque siento que hay una atención que se capta con la banda. Sin ocupar el lugar de profeta, debo asumir la responsabilidad de que hay muchos pibes que esperan algo de nosotros. Y no es tan difícil decir algo. No decir cómo hacerlo, pero sí decir algo. Sabemos que hay cosas para decir: la tolerancia, la evolución, el respeto, el amor, el cuidado. Pero lo más interesante es que la banda sea un disparador, porque tampoco creo que tengamos la posta. n n n

* Nonpalidece cierra el año el 14 y el 15 de diciembre en el Teatro Coliseo (Marcelo T. de Alvear 1125).

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