Jueves, 8 de diciembre de 2011 | Hoy
COMPOSITOR, ARREGLADOR, ORQUESTADOR, EDITOR, DIRECTOR MUSICAL
Pera reflexiva es una colección de canciones de calidad que Nahuel Briones debió reeditar, pues agotó casi instantáneamente su primera edición. Se corrió de los espacios del rock para embarcarse en un septeto.
Por Luis Paz
Nahuel Briones escucha a Brahms y se emociona; y si escucha a System of a Down, también. Es un amplio espectro dentro del que trabaja su propia forma de canción, bastante poco ortodoxa y que se sirve tanto de Radiohead como de Peter Hammill, del carácter orgánico de las cuerdas de nylon y de la interpretación humana como del tono mecánico de los samplers. Briones, a sus 21 años, se perfila como un compositor, arreglador y orquestador a plazo fijo, y también ha incursionado como editor y director musical para espectáculos de teatro. Y en su modelo de producción, que intenta que sea sustentable, ya ha permitido vislumbrar qué tanta tela hay para cortar con su notable disco Pera reflexiva, una colección de canciones de calidad que debió reeditar, pues agotó casi instantáneamente su primera edición.
“Mírame otra vez, vos dejaste que muriera así”, es el primer verso del disco; y “si todo fuera tan sensato, dejarías de fumar”, otro punto alto de su poética. “Pero no estoy cómodo como letrista”, admite Briones. “Y muchísimo menos me veo como un poeta. Fundamentalmente hago canciones, compongo o arreglo piezas de música, porque a las letras también las voy pensando en función de lo musical, aunque siempre les otorgue un sentido.”
Posiblemente parezca que lo que suena en ese CD, el primero oficial –una música con elementos de exploración y ribetes de belleza clásica, con cierta oscuridad y mucha tensión–, fue grabado en un gran estudio local. Sucede así porque a Pera reflexiva le valen tildes en los casilleros de la buena interpretación, los buenos arreglos, las buenas melodías, el buen sonido, la buena producción y la buena orquestación. Pero el disco fue grabado de madrugada (a “altas horas” y entre semana) en lo que sería el cuarto de servicio del departamento de los Briones. “Un día me crucé a una vecina en el hall y me dijo: ‘Hace rato que no te escucho cantar’. Me quería morir porque hasta entonces pensaba que no se escuchaba, pero sí”, admite Briones. “No, no me molesta, suena re lindo”, le respondió la mujer cuando él, rojo de vergüenza, ese rostro púber adornado por esa curiosa barba, quiso disculparse. Eso fue, de algún modo, una prueba superada.
Una más de una serie de cuestiones que, a lo largo de dos años, Nahuel tuvo que ordenar para poder tener hoy este disco editado, que ni es el primero (de hecho, en algún lugar del departamento quedan aún copias y copias del disco de su banda del secundario), ni nació como una idea de disco: “Simplemente me había puesto a grabar canciones muy a largo plazo y sin la idea de publicarlas en un formato de disco, algo que apareció más tarde. En ese momento era sólo mi intención de crear y de grabar música que mezclara lo electrónico con lo orgánico. Relación que no veía, porque está el rock de Divididos, por ejemplo, donde no aparece un sintetizador o un teclado, y tenés a Miranda!, donde la parte humana de las guitarras a veces también está procesada para que parezca provenir de una máquina”.
Más allá de la utilización de la tecnología en su música y su cercanía generacional con el entretenimiento digital, Briones dice sentir un poco de vergüenza por “tener tan poca cultura de videojuegos”. En lugar de eso, dice: “A mí me gustaba jugar a otras cosas; tenía una réplica de la cancha de Huracán hecha con palitos de helado, ponía mis muñecos adentro, les pegaba unos stickers de instrumentos que venían con revistas, ponía Gulp! de Los Redondos y estaba horas imaginando cómo sería un concierto suyo”.
Perdería esa virginidad temprano: en 1998, a sus ocho años, un tío lo llevó a ver a Los Redondos a la cancha de Racing y desató un fanatismo que lo acercó a la música, a la interpretación y, finalmente, a la creación. Con el recurso a un entramado de influencias (Charly García y Spinetta, pero también Los Redondos y King Crimson, Radiohead y artistas de música popular), Briones encaró su Pera reflexiva de algún modo como “director” musical, además de compositor: se rodeó de un grupo (que, con él, ya es septeto) y se corrió de los espacios del rock que frecuentó de más chico.
“El rock es hermoso y es lo que más me interpela, pero en general en el circuito de rock las bandas de jóvenes, las bandas que están arrancando, tienen que pagar para tocar y eso no va conmigo, ya no me interesa ser parte de ese circuito. De pibe la pasaba bien, pero en un punto deseás que lo que hacés sea redituable y, de ese modo, el único rédito lo tenía el bolichero. Todo lo que hay en el disco parte de una decisión, más grande o más chica. Lo único que no decidí sobre el disco fue llamarme así, por eso es que mi nombre aparece más chico que el de la orquesta, Pera Reflexiva.”
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