EL CLUB DE TOBI: DEL ROCK AL REGGAE CON VIOLINES, VIOLA Y VIOLONCELLO
“Ahora es más fácil sonar bien, pero cada vez más difícil decir cosas interesantes”, supone el violoncellista Bruno Masci.
› Por Javier Aguirre
A fuerza de violar fronteras, el territorio de la cultura rock ya es un enigma a prueba de cartógrafos. Y los uruguayos de El Club de Tobi cumplen 15 años aportando a esa confusión –deliberada, estética, ideológica– de límites. Su repertorio está integrado fundamentalmente por versiones de vacas sagradas de genoma rocker del Atlántico (Beatles, Jimi Hendrix, Bob Marley, Sumo, Los Redondos, Luis Alberto Spinetta, Charly García, Fito Páez, Fabulosos Cadillacs). Pero es arreglado e interpretado a través de un formato que no tiene nada que ver con los estereotipos del rock: un cuarteto de cuerdas, compuesto de dos violines, una viola y un violoncello, que no accionan la cuerda rocker del escucha desde otro sentido que, precisamente, el oído. No, definitivamente El Club de Tobi no ha heredado del rock el reviente, ni la distorsión de guitarras llevada al extremo, ni la diatriba a la policía, ni el festipunk con alfombra de vómitos.
“Ojo con los prejuicios; los sonidos no tienen dueño, son un bien universal e infinito”, indica al NO, con la misma delicadeza que caracteriza la música de su banda, Bruno Masci, responsable del violoncello del Club, cuyos otros socios son Fernando Rosa, Mario Gulla y Fernando Luzardo. Y justifica su mirada rioplatense del mundo: “El rock, la murga, el blues o la zamba no están en el interior profundo de las vacas y los cereales, pero la música y los maestros, como Spinetta o Eduardo Mateo, saben qué hacer para integrar estos elementos con arte”. Así como la leyenda cuenta que el propio Skay Beilinson los quiso como soportes para un Cosquín Rock, esta vez el desembarco a Buenos Aires apunta a la presentación de su cuarto disco, Tobismo, en el que, además de composiciones propias, incluyen versiones de Mañana en el Abasto, De mí, Ciudad de pobres corazones y Cheques. ¿El Club de Tobi supone una forma “culta” de tributo al rock? “Muchas veces hemos pensado que es un homenaje a la música –evalúa Masci–, pero resulta ambicioso e inverosímil pretender homenajear a toda la música; es, en todo caso, la inquietud de tocar una página de algún autor específico, que deriva en un trabajo ‘arqueológico’, de búsqueda consciente, de preguntarnos qué canción de tal maestro nos calzaría bien.” ¿Qué piensan de la incorporación de instrumentos de cuerdas –además de los “clásicos”, guitarras eléctricas y bajos– en las formaciones de bandas de rock? “Los instrumentos son un medio, no un fin”, observa el violoncellista del Club. “Si una banda de rock decide colocar en sus canciones ‘olor a violín’, suele empantanarse. Si el plan está al servicio de la música, aplaudo, aunque el resultado no sea óptimo. Si la propuesta es honesta, consecuente y jugada, puedo disfrutar de un violoncello digital.” Y concluye: “Hoy en día sonar bien es cada vez más fácil, pero decir algo es cada vez más difícil”.
* El Club de Tobi se presenta mañana en el Samsung Studio, San Telmo. A las 21.
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