Jueves, 26 de enero de 2012 | Hoy
LA CULTURA Y EL NEGOCIO EN EL REGRESO DE LOS MUPPETS AL CINE
La película en cartelera admite un origen múltiple en la cultura juvenil, la necesidad de hacer dinero sin tener costos y la retroviralidad en auge. Así se desempolva un espectáculo que en los ’70 coqueteó, aparentemente sin contradicciones, tanto con la contracultura como con el mainstream. Dave Grohl, Feist, Jack Black y Weezer le aportan un anclaje bien rockero.
Por Federico Lisica
El gran éxito cinematográfico de estos tiempos no es ni una película, ni el formato 3D, sino la nostalgia. Así lo fueron demostrando los retornos a las salas de Volver al futuro, Top Gun, El Padrino (este año, entre otras, se sumarán Scarface y La fiesta inolvidable). Incluso Star Wars, Buscando a Nemo y Titanic mezclarán uno y otro fenómeno, pues serán reestrenadas para ver con los anteojitos 3D. El fenómeno puede compararse con lo que viene produciéndose en materia musical desde hace un buen tiempo (giras de bandas gigantes, boxsets, reediciones, los DVD y Blue-Ray de archivo, remasterizaciones). El deseo de ver nuevamente –o por primera vez– esos old hits, las producciones y promociones a costos muy bajos (porque los contenidos ya están y el gusto popular, también, y además ayuda la cultura digital como soporte), las salas llenas otra vez... la ecuación cierra.
Los Muppets se suma al fenómeno de forma paradigmática. No podía ser de otro modo: los muñecotes de Jim Henson siempre fueron unos cabrones entrañables. Como lobos con piel de rana, debajo de toda esa gomaespuma ofrecen algo muy particular. Su séptima llegada a los cines no es formalmente una remake de su show –aunque casi–, pero su universo se bate nuevamente a duelo –en forma tierna– con la cultura pop y hasta se la podría considerar como la primera película surgida de la retroviralidad. Ojo: a no confundir la manía por lo retro con la efectividad del doble click, como saben ya aquellos que infructuosamente lanzaron una campaña por la web para que Scott Pilgrim vs. The World llegase a las salas.
Como en otras ocasiones, las armas de pacificación masiva de esta comarca de monigotes son gags, más de un centenar de marionetas saltimbanquis, espíritu de music hall, y mucho rock en su actitud, estética, sonido, invitados, guiños y, sobre todo, en esa ideología muppet tan explosiva como bonachona. Parafraseando a Pete Townshend, René y los suyos no piden verdad, tampoco auxilio, sino un descarado y dadaísta: “¡Mhana Mhana!”. ¿La historia de este film? La troupe está desperdigada por el globo y su viejo estudio está a punto de ser demolido por el malvado de ocasión. A nadie parece importarle salvo a Walter –un muppet fan de los muppets–, Gary –un humano muy muppet– y su novia, Mary. No pasará mucho tiempo para que René, renombrado Kermit (¿?), salga de su Graceland para reunir al grupo. Animal, por ejemplo, abandonó la batería y está recluido en una clínica, aprendiendo a calmar su ira. El oso Figueredo, renombrado Fozzie, toca con un grupo tributo –Los Moopets– en el que la percusión está a cargo de Dave Grohl.
Pero hay mucha más interpelación rockera en Los Muppets por detrás de que el líder de Foo Fighters se llame “Animool”, se calce una peluca colorada o toque una tonta melodía pop con pandereta. En otra escena, un grupo de barberos entona Smells Like Teen Spirit, de Nirvana. Para entonces, la cantautora Feist ya bailó un musical y los muppets secuestraron a Jack Black. Por suerte, en el grand finale, en medio de una notable interpretación de Rainbow Connection, Animal se entrega a los ocho cuerpos. Es la misma canción que Weezer grabó para The Green Album, un trabajo de 2011 en el que My Morning Jacket, Sondre Lerche, Andrew Bird y otros versionaron temas muppets como aperitivo de este film, que se ha vuelto un éxito de crítica y de público en todo el globo.
Empezando por su título, el film se presenta como un gran regreso de la factoría creada por Jim Henson. Pero nada de llevarlos al espacio para jugar con el 3D (aunque pueda verse en ese formato), ni de descollar con efectos especiales (de hecho, la mayor explosión del film no se ve). Aquí, los Muppets hacen su viejo show televisivo: se desempolva un espectáculo que en los ‘70 coqueteó, aparentemente sin contradicciones, tanto con la contracultura como con el mainstream. Pues The Muppets Show podía tener como invitados a la cantante de protesta Joan Baez o al robot C-3PO y a Mark “Luke Skywalker” Hamill en pleno suceso de Star Wars. El programa piloto, “Sexo y Violencia”, era en el fondo un buen show de vodevil. Y no hay que olvidar a la inigualable Dr. Teeth and The Electric Mayhem, un conjunto que rebalsaba de flower power y magnetismo vudú en su líder, un homenaje al músico Dr. John. Y así podríamos seguir con esta gran bestia pop: The Muppets Show fue un programa popular y a la vez de culto, que inoculó la cultura de su época siendo, a su vez, parte estelar de ella.
En Los Muppets todavía se respira algo de ese caldo reactivo. Cuando plantean retornar con su show, se los tilda de hippies y el marketing los considera inviables. Eso y pequeñas gemas como un muñeco piromaníaco que explota el Monte Rushmore (emblema estadounidense), un puerco travestido jugando con navajas y las gallinitas de Gonzo eludiendo la censura al cantar Fuck you de Cee Lo Green. Gran parte del mérito está en el cuarteto que le dio forma al film. Jason Segel, comediante y colaborador del guión, había mostrado su amor muppet interpretando a un titiritero en Forgetting Sarah Marshall. Nicholas Stoller, también guionista, concibió y dirigió Get him to the Greek, perspicaz registro del estilo de vida pomeleano. James Bobin, su director, estuvo detrás de cámara en Da Ali G Show (del comediante Sacha Baron Cohen). Más importante fue su mano en otro show: Flight of the Conchords. Bret McKenzie, mitad de ese dúo neocelandés, tuvo en Los Muppets un cargo trascendental: fue el responsable de su música. Sazonó la banda de sonido (con Back in Black, de AC/DC, por ejemplo) y compuso Life’s a Happy Song, Me Party y ese hit del verano que no pasó, Man or Muppet, canción que da pie a una de las escenas más conmovedoras.
Que este tino (mitad travieso, mitad tierno) hoy asome en series como Glee y los universos de Katy Perry y Zooey Deschanel se comprende por lo generacional. Varios de sus creadores crecieron viendo los shows y las películas de la marca que hoy pertenece al grupo Disney, gran recicladora de cuentos infantiles tradicionales (con los que fundó su riqueza, su megacorporación y su capacidad de lobby sin tener que pagar por derecho alguno). Hasta Lady Gaga fue a una entrega de premios con René como pareja y se hizo un vestido lleno de ranitas. Pero hay una diferencia entre ese rescate vintage y la alegría de vivir muppet, que cala perfecto en la industria del entretenimiento: los muppets no tienen ironía. Su doble sentido nace de su sinceridad. Habrá chistes retro, pero aquí hay más de merecido autohomenaje. El paso del tiempo y el quiebre de fronteras entre lo real y lo ficticio son dos nudos del film, en un mensaje subliminal: si el mundo ya no necesita a los muppets, ¿qué clase de mundo es éste?
En estos juegos de tiempo y espacio, Internet dice presente, pues otro motivo del éxito actual tiene que ver con lo sucedido con los videos del show que circulan en YouTube. Así fue como los expertos 2.0 del grupo OK GO hicieron su versión del tema de apertura del programa. Le siguieron el cover de Bohemian Rapsody y el sitio Muppetsmahnamahna.com. La retroviralidad incluyó al diseñador canadiense Michael de Pippo, quien hizo circular por la web unos impactantes –y muy vintage– afiches de cada uno de los integrantes de la Electric Mayhem sin pedirle permiso a Disney. Aunque luego el multimedio le concedió la licencia para poder venderlos.
Los gigantes del entretenimiento se ven en una posición extraña: deben aceptar a regañadientes, discutir por copyright –y extorsionar– a aquellos mismos que les permiten subsistir. Un cambio de sensibilidad que se extiende a Star Wars Uncut, film hecho por los fans del universo creado por George Lucas, que le dio su venia. A este ida y vuelta entre fans y licenciataria se le suma el descontento generado por la decisión de la Disney local de cambiar los nombres de algunos personajes, lo cual genera un chiste impensado para aquellos que vean el film. Memoria: uno de los deseos de Tex Richman, archirrival de los Muppets, era variar su nombre.
Tanta agitación desatada por Los Muppets llevó a un análisis algo paranoico de un comentarista de la Fox. Tildó al film de “comunista” porque Richman es un empresario petrolero tejano. Ni al águila Sam se le hubiese ocurrido una acotación tan extrema. Aunque, a su favor, puede decirse que no estuvo tan errado. Hace un par de años y en este diario, John Kennedy y Bonnie Erickson, discípulos de Jim Henson, definieron a Richman, gran titiritero y responsable muppet, como un anarquista amable.
Johnny Cash: el auténtico y único man in black cantó Ghost Ryder in the Sky mientras Gonzo domaba vaquillonas y Miss Piggy hacía coros. http://www.youtube.com/watch?v=E4TRvYAyt3k
Elton John: tocó dos hitazos de su época glam, Goodbye Yellow Brick Road y Crocodile Rock, con la Electric Mayhem. Por sus trajes, es difícil distinguirlo de las marionetas. ¿Ya pasaron a Dr. Teeth y compañía en Peter Capusotto y sus videos? http://www.youtube.com/watch?v=lilZb_9MMHQ
Debbie Harry: la cantante de Blondie y su versión de Rainbow Connection junto a René en el banjo. Además de cantar el tema más famoso del show, tuvo tiempo para rockearla con One Way or Another y Call me. http://www.youtube.com/watch?v=I0DV4yHz6FQ
Alice Cooper: antes que Miss Piggy grabara su versión de Born to Be Wild con Ozzy, este otro dios del heavy cantó con ellos. http://www.youtube.com/watch?v=71hVIGjvuVY
Buddy Rich: según el jazzero, “todos los bateristas son Animal”. Aquí se bate contra sí mismo y al verlo queda claro por qué: según la revista Drummerworld, Rich y Animal son dos de los mejores percusionistas de todos los tiempos. http://www.youtube.com/watch?v=erE8WTngaAY
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.