EN BúSQUEDA DEL RITMO PERDIDO
Los rockeros argentinos ponen su atención en el continente olvidado. Morbo y Mambo, Val Venetto y La Orquesta Antropofónica se interesan en la obra del nigeriano Fela Kuti y sus celebrados combos musicales que lo convirtieron en un héroe cultural.
› Por Santiago Rial Ungaro
¡Por fin! Después de décadas de estar pendientes de lo que pasaba en U.K., EE.UU., Europa o, con un poco más de suerte, en Jamaica, ahora parece que algunos jóvenes músicos argentinos están empezando a poner su atención en Africa. Cierto es que todos los caminos musicales de la música popular parecen conducir a Africa, pero en general su música fue prácticamente ignorada. El interés de tres bandas locales como Morbo y Mambo, Val Venetto, La Orquesta Antropofónica en la majestuosa (y negrísima) obra musical de Fela Ransome Kuti (1938-1997) y sus celebrados combos Nigeria 70 o Africa 70 quizá sea el síntoma de un cambio de intereses y necesidades en algunos músicos locales. Durante la década del ‘70, Fela Kuti (héroe cultural nigeriano y africano que aparece como una extraña y fascinante mezcla entre Shaka Zulu, James Brown y John Lennon negro) unió sus esfuerzos creativos con Tony Oladipo Allen (1940), baterista prodigioso y responsable directo de la “creación” del afro beat. Fela y Allen tocaron juntos desde 1964 hasta 1979 y grabaron más de 30 discos inigualables, hasta que Allen se pudrió de no ver un mango y se mandó a hacer la suya. De todos modos, sin Allen y sus polirritmos jamás habría existido el afro beat.
Energizantes e hiperbailables, a la vez combativos y relajados, estos discos (todos increíbles, a la vez parecidos y diferentes) fueron inspiradores a nivel cultural y social para la oprimida sociedad nigeriana, al punto de que Fela fue llamado a declarar frente a un Tribunal de Justicia 356 veces. Así, por su talento y su carisma, Fela Kuti se convirtió en una leyenda y en un símbolo de la identidad y la lucha de los pueblos africanos por su identidad y su libertad. En el resto de mundo, quizá más frívolo, lo que llamó la atención fue su poderío rítmico. Por su parte, Allen (que actualmente vive en París) siguió experimentando con otros ritmos (dub, reggae, rap), así como también con la música electrónica, dándole forma en los ‘80 al afro funk, otro fenómeno musical interesante.
Este hombre (que desde hace un tiempo viene preparando una biografía junto a Michael E. Veal, y que según Brian Eno “quizás haya sido el mejor baterista que jamás haya existido) se hizo cargo de que la batería es, como su nombre lo indica, una batería de instrumentos de percusión. En sus palabras: “Un buen baterista tiene 4 miembros, así que cada uno puede tocar diferentes cosas”. Una explicación simple para explicar sus complejos polirritmos, mezcla de jazz y la música ceremonial yoruba de Nigeria (la Ju Ju Music) y de otras partes de Africa. Allen se convirtió en los últimos años en un estrecho colaborador de Damon Albarn (juntos hicieron en 2006 The Good, The Bad & The Queen y este año amenazan con concretar el proyecto Rocket Juice & The Moon junto con Flea). Volviendo a Buenos Aires, es importante destacar el aporte que viene haciendo desde hace varios años Santiago Vázquez con su proyecto La Bomba de Tiempo.
La respuesta de la gente (realmente de todo tipo) confirma un despertar rítmico de la ciudad, así como una necesidad de bailar, de des-atrofiar nuestros cuerpos rítmicamente: la gente quiere bailar, y cada vez son más los que sienten la necesidad de canalizar sus impulsos bailables al ritmo de tambores de percusiones humanas. Y es que si la explosión de los raves y de la música electrónica de finales de los ‘90 generó una mayor conciencia de lo necesario que es danzar, durante los últimos años cada vez son más los que confían o sienten la necesidad de bailar a un ritmo humano: en última instancia, para bailar con La Bomba de Tiempo no hace falta gastarse 100 pesos en una pastillita mágica (no le sumemos lo que sale tomar un par de litros de agua mineral dentro de un boliche).
En este contexto, la aparición de apenas un puñado de bandas nuevas (todas instrumentales y bien bailables) claramente influenciadas por el afro beat bien puede ser visto como una nueva “moda”: de hecho ya hace casi una década que esta música está siendo revalorizada por la prensa musical internacional. Pero también hay algo más: La Reina del Plata aparece despertando de su sopor melancólico y arrítmico, y explorando su ritmo perdido o desconocido. Lo cual puede derivar si no en una revolución, por lo menos en una búsqueda: la búsqueda del ritmo perdido. La alegría no es sólo brasilera.
“Ese flaco tiene un morbo... y la mina esa tiene también un mambo.” Los Morbo y Mambo estaban hablando de dos personajes enfrascados en una relación turbulenta, un amor difícil y adúltero entre dos anónimos personajes que resultaron ser el nombre perfecto para su proyecto de hacer “swing oscuro”. Parte del cóctel que hace de esta banda que comenzaron en Mar del Plata los hermanos Mateo González Aguilar (batería) y Manuel González Aguilar (bajo) algo original proviene de su origen stoner: “Nosotros veníamos de tocar en bandas de ese estilo, y de ahí salió nuestra onda ‘stoner groovera’”. A ellos se les sumó Carla Flores, guitarrista de origen punk y estilo sónico que también novia es de Manuel y sintonizaba con los gustos de ese entonces: Kyuss, Mars Volta, Los Natas, Pez. “El tema es que a todos también nos gustaba mucho James Brown, los JB’s, Curtis Mayfield o Roy Ayers.”
Ya instalados en Buenos Aires, y con la entrada de una valiosa sección de vientos (la trompeta de Fermín Echebeste y el trombón de Maxi Russo, dos vientistas precisos e imaginativos a la hora de improvisar), los M & M no pararon de crecer. Lo que tantas veces uno añora en las bandas stoner (que además de un género musical también es una moda como cualquier otra, con sus propios clichés), cierta “groovedelia” que ya se escucha en Black Sabbath fue creciendo en Morbo & Mambo hasta convertirlos en una banda decididamente bailable, ideal para un público heterogéneo que quiere bailar mientras escucha buenos arreglos. Su primer disco resulta clave para que se destaquen en esta efervescente escena: grabado en los estudios ION con la banda tocando en vivo y luego post-producido por Ernesto Romeo (Klauss), fue mezclado en vivo a la vieja usanza (es decir, sin tecnología digital), lo que le da a la mezcla análoga ese vértigo que también logran buscar en vivo.
La producción de Ezequiel Spinelli (también parte de Mompox) tiene el mérito de que la banda pueda seguir evolucionando: “Lo que a nosotros nos pasó con Fela es que a Mateo lo volvió loco la manera de tocar de Tony Allen, que creó una forma de tocar la batería. Es cierto que Damon Albarn en 2006 se puso a tocar con Tony Allen, pero también escuchás su influencia en Radiohead o en bandas como Vampire Weekend. Yo lo escucho hasta en Animal Collective, aunque ahí esté más escondido”, analiza Manuel. A los M & M les gusta zapar, así que su sonido va a seguir mutando. A eso se le suma que, cuando pueden (en lugares como el C.C. Matienzo o en Plasma, lugar clave de esta nueva movida), tratan de armar todo un “contexto” con luces, instalaciones, proyecciones. Maxi: “Lo que buscamos es entrar en un trance, o un viaje. Pero nunca hacemos un show sin zapada: siempre nos gustó la psicodelia. La verdad es que la gente la flashea bastante con lo que hacemos. Y más importante todavía: la gente baila”.
No es casual que al momento de hacer esta nota La Orquesta Antropofónica esté de gira en Brasil. El grupo liderado por Lifo Fernández es literalmente una banda de gente. Ahora son 15: Tobías Beltrán en batería, Ezequiel Tedesco en piano, Lisandro Fernández en bajo, Martín Schneider en voz y Marco Domini y Francisco Almeida en guitarras, a los que se suman las percusiones de Mariana Delpiane, Nicolás Jalfen y Covre y los vientos de Hernán Soto, Santiago Zarba, Fernando Villarruel, Leandro Lombardi y Camila Nebia, todos provenientes de distintos ámbitos y lugares. Nuevamente la fascinación por la música de Fela Kuti o Mulatu Astatke (músico etíope) aparece como un factor de unión: “Hace más o menos unos 3 años que escuchamos a Fela, pero también a Antibalas; ellos son los intérpretes con los que ‘entramos’ al género. Pero en poco tiempo la oreja te pide más, así que buscamos otros referentes menos conocidos, más crudos y más extraños. La primera que se me ocurre es The Budos Band, que tienen mucha más influencia etíope: suenan más a Mulatu que a Fela. Y hay un montón de otros músicos que ya no están tocando: Saxon Lee & The Shadows International, CK Mann, The Funkees, Dan Satch & His Professional Atomic 8 Dance Band (todos nigerianos) o CK Mann y Honey and The Bees Band, que son de Ghana. Algunos, como Orchestre Poly-Rhythmo, se juntaron hace poco. Y a la vez descubrimos todo lo que tienen de afro beat otros estilos contemporáneos a nosotros, como el trip-hop por ejemplo, o mucha música electrónica.” Un dato que demuestra que esta movida tiene un potencial verdadero: la conexión de M & M con los músicos de Do Amor (músicos de la Banda Cê de Caetano Veloso) con lo que ambas bandas hicieron amistad y que llevó a que el combo viajara de gira por Brasil, donde también llegaron a tocar con el percusionista brasilero Curumin.
Val Venetto (viejo nombre del barrio de Balvanera donde viven varios de ellos) fue el nombre que eligieron los ex integrantes de Los Alamos para bautizar su nuevo proyecto: “Venimos escuchando afro beat desde hace unos 5 años atrás, y cuando empezamos con algo distinto a Los Alamos surgió la idea de hacer eso. A veces cuando escucho algunas bandas cierro los ojos y suenan igual a Fela Kuti... pero quizás eso no está tan bueno”, confiesa Joaquín, batero de la banda: “Lo que pasa es que es una música que es bastante mántrica y que está bastante alejada del formato canción, por lo que es bastante fácil hacer que algo suene. Por eso nosotros tenemos bastante asumido, los cinco Alamos que estamos en Val Venetto, que eso es una base: no queremos hacer de eso un género”, agrega Joshua, guitarrista que se instaló en Buenos Aires abandonando Filadelfia y USA, y quien nos cuenta que su ¿ex? banda quedó en una pausa obligada: “Quedamos en stand by desde que Peter (cantante de Los Alamos) se instaló en Francia y tuvo familia allá”.
Y aunque la posibilidad de editar en vinilo el último disco de la banda en Francia o de volver a ir de gira sigue latente, hoy por hoy hay 5 miembros de Los Alamos que son Val Venetto, proyecto al que aún le juega en contra no tener un disco “real” grabado, aunque lo más probable es que eso no tarde mucho en resolverse: hace apenas unos meses que la banda le dio forma este año a un disco producido por Ivy Lee de Nairobi y que fue mezclado por Aria, el hijo de Mad Professor: “Esas mezclas en algún momento van a salir en vinilo”. Paradojas de los formatos: mientras esas mezclas se pueden bajar por Internet, la banda (que a la hora de explicar sus influencias se limita señalar una pila enorme de vinilos) espera con calma la edición de un vinilo que probablemente permita que vuelvan a girar por el mundo... tal como les pasó por otra parte con Los Alamos. Joshua: “Nuestra música está influenciada por lo que pasamos en las fiestas, que no es sólo afro beat sino que también hay cumbia, jazz, funk. A nosotros nos pasaba que la gente ya bailaba con la música de Los Alamos, que no era muy bailable que digamos”.
En algo que coinciden estos músicos inquietos (responsables también de proyectos como Springlizard o Los Palos Borrachos) es que el público actual “tiene menos rollos que el público alternativo: es gente que va a bailar y tiene ese viaje. Todo el mundo está más abierto”. Además de los ciclos de Fabián Dellamónica en Le Bar, todos estos músicos coinciden en señalar a Plasma como un lugar en el que las bandas se pueden “sentir cómodas”. Desde ahí, Nacho Perotti se animó a decretar que los martes son “El Día Fela Kuti”, dándole vida a un ciclo de improvisaciones “que nos hicieron querer aún más el género, haciendo que el motor del afro beat no deje de andar”. Perotti, que no casualmente también es músico, quizá sea el indicado para dar el cierre a esta nota: “Esto no es Nigeria, pero creemos en la hermandad. Seremos unos blanquitos, pero con el corazón y el norte en la ruta que apunta al groove, al pulso y a la cadencia de una buena base de esas que te hacen vibrar y bailar. Y ojo que además de Val Venetto, la Antropofónica (que fueron los pioneros en el género) y Morbo & Mambo, que para mí inventaron el afro stoner marplatense, hay otras bandas como Akoko, Cheremeque y Tam Tam, entre otros. ¿Cómo no seguir?”.
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