PABLO LESCANO
Noviembre de 2006. La revista Science predice que, para el año 2048, el 90 por ciento de la vida marina se habrá extinguido; y un tribunal condena al líder iraquí, Saddam Hussein, a morir en la horca. El líder de Damas Gratis, Pablo Lescano, se autointerna en una clínica de la que sólo sale para tocar en vivo; en una de esas salidas programadas aprovecha para hablar con el NO:
› Por Mario Yannoulas
“Me hubiesen avisado antes, mirá cómo estoy, déjenme afeitarme por lo menos”, reclama Pablo Lescano. Sube a la camioneta, hasta el momento en silencio, y pone el estéreo al palo. Cumbia para todo el mundo, hasta para los transeúntes. “¿Querés escuchar?”, pregunta, pone el mismo tema y le da más rosca. “Está medio copeteado el cantante, ¿no? Es colombiano, el maestro Andrés Landero”, alecciona mientras canta sobre el disco y mueve las manos como si tocara un acordeón.
“Tenemos que tocar setenta minutos, por contrato. ¿Cómo hago para tocar tanto? No llego. A lo sumo, una hora. No somos como Leo Mattioli, que toca un tema y habla veinte minutos”, revela antes del show.
“Una vez me dedicaron el tango Fanfarrón; me mataron”, bromea, descargando de la red la versión de Lidia Borda con su laptop. Es casi compulsivo. “En la clínica escucho música todo el tiempo, y a los que se juntan conmigo también les gusta la cumbia. Ya perdí dos iPod de 60 gigas, soy un boludo bárbaro”, se ríe, y exhibe su celular, que –casualidad– también reproduce mp3. Le gustan los chiches electrónicos.
“Ahora vamos a hacer el tema más reggaero que tenemos... como para parecernos un poco a lo que hubo antes”, dijo Pablo promediando el show. Compartió grabaciones con Fidel Nadal –”metí mano en su segundo disco solista, Cabeza Negra”, dice Pablo– y con los Decadentes, a quienes sumó su teclado en nuevas versiones de Vení Raquel y Entregá el marrón. “Buena onda Fidel, el loco me vino a buscar y nos hicimos amigos. Lo que no me acuerdo es si los Decadentes me buscaron a mí o fue al revés”, confiesa. “Yo, de rock, poco; hay un tema de Intoxicados que está bueno, ahora no me acuerdo cuál es. Otros que saben hacer temas son los de Bersuit, son inteligentes. Y me gustan un par de temas de Calamaro”, declara tocándose la panza.
Algunas frutas, bebidas sin alcohol y más tarde pizza y empanadas engalanan la mesa. Cuando llegan las cervezas, Pablo se harta de esa comida. “Basta de esto, Cuarto de libra para todo el mundo”, arenga, y al rato, varias bolsas con una gran M traen las preciadas hamburguesas. “Apúrense a papear que se acaba, eh”, advierte. Aquel flaco de cincuenta kilos que hace algunos años era detenido por tenencia de drogas y armas de guerra –después reincidiría– engordó treinta kilos y, ya cerca de los treinta años, sus facciones prueban que vivió intensamente. “Ya me acostumbré a la clínica, por eso ahora estoy tramitando la externación.”
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