Jueves, 15 de marzo de 2012 | Hoy
ENTREVISTA EXCLUSIVA CON MICHAEL CERA, EL ACTOR DE LA JOVEN VIDA DE JUNO
El personaje de Supercool y Scott Pilgrim contra el mundo llegó recientemente a las librerías porteñas. ¡Sí, librerías! El hermoso perdedor que enamoró hasta a Lisa Simpson, el indie rocker llevado a la pantalla grande, ha publicado Piña, una obra de ficción en la que narra el devenir de un actor en decadencia. Va como piña.
Por Federico Lisica
Si existiera algo como “las divinas proporciones” del mundo indie, la fisonomía debería quedar para Michael Cera con su cara de “ciertamente no sé qué carajo hago acá, ¿o sí?”. Hace cinco años, con el éxito de Supercool y La joven vida de Juno, este canadiense nacido en 1988 se transformó en una de las figuras más prototípicas del cine estadounidense. De forma casi natural, a sus portarretratos de antihéroes incómodos, algo tímidos, pero con la respuesta exacta y cierto encanto para ganarse a la chica de la película, le fue sumando un exquisito gusto fuera de la pantalla en otros campos. Los deditos de su anatomía renacentista se dedicaron a difundir –y hacer– buen rock, a jugar de forma semiprofesional al tenis y a interesarse por la fotografía; una última mano apunta hacia la carátula de su libro.
Piña, su primera obra de ficción, narra el trance de Carroll Silver, un actor de cine al que se le pasó el cuarto de hora en gran parte por la decisión de estelarizar la película que le da nombre al libro. No hace tanto fue un chico “apetecible”, pero ahora lo llaman para esas películas que dan por la tele de aire un sábado por la tarde (su último papel fue el de un entrenador de básquet para una comedia deportiva). En su derrotero recuerda al agente que ha despedido, cuenta el dinero que comienza a escasear, piensa hacer ejercicios cardiovasculares, flirtea con una chica de “uñitas repulsivas” que lo atiende en un local de comida rápida y maldice a cada uno de los que le recuerdan sus mejores interpretaciones. Como narrador, Cera es meticuloso y seco, con un humor incisivo, de nervio apagado, en donde no faltan las reflexiones sobre a la industria que conoce muy bien por dentro. Justamente esa honestidad es clave, no se trata del artista que se prueba otro traje y detesta las comparaciones. La historia, el tono, los personajes, las referencias pop, cuadran dentro del universo de su creador, alguien que de chico soñaba con ser Dr. Pete Venkman –el personaje de Bill Murray en Los Cazafantasmas– y ahora está en Nueva York ensayando para la reposición teatral de This is Our Youth. “Estoy tan ocupado que te pido algo de tiempo”, suplica Cera, discípulo sin saberlo de Andrés Calamaro en eso de ser entrevistado por mail.
–Escribí la historia mientras trabajaba en una película, tenía mucho tiempo para distenderme y lo usé para mantenerme ocupado en mis días libres. Se me ocurrió rápido y el proceso también fue veloz, me sentía muy envuelto en el medio de la escritura.
–Me parece que sus problemas van más allá de su gran ego. Creo que él no es capaz de amarse a sí mismo porque por su éxito tempranero le ha generado una enorme expectación por todo, es como que se le hace muy difícil aceptar cualquier tipo de amor más allá del que se da a sí mismo.
–Nada en la historia fue premeditado, comencé a escribir cuando la idea se me apareció, y al terminarla se desvaneció. Creo que mi interés era escribir sobre un personaje que fuese un actor profesional. Porque los actores son personas por los que generalmente los demás no tienen ningún tipo de simpatía, lo cual hace fácil escribir sobre un tipo patético y que en cierta forma tenga gracia. Su fracaso es la gracia.
–Es difícil de decir. Creo que al final se pierde la oportunidad de crecer; Carroll está como trabado con los mismos problemas una y otra vez, por lo menos hasta que continúe pensando de la misma manera.
–No estoy muy seguro de quién lo haría en una adaptación. La edad es muy importante. Bill Murray es un poquito viejo para estar en un raro momento de toma de decisiones. Puede ser Luke Wilson en cinco años.
La recepción de Piña por el mundo de las letras fue tan auspiciosa como auspiciada. Su primera publicación fue en la revista literaria McSweeney’s Quarterly, y su editor, Dave Eggers (guionista del film Donde viven los monstruos de Spike Jonze), señaló que se molestaría muchísimo si Cera “no tuviese la certeza de que va a seguir escribiendo y publicando más historias como ésta”. En cierta forma lo ha desilusionado. “No he escrito más desde entonces, pero espero tener la suerte de poder hacerlo en algún momento”, asegura el actor. El runrún generado por la historia sobre Silver (que Cera niega a reconocer como alter ego) llevó a que Eggers, un tótem de la literatura norteamericana actual, lo compare con David Foster Wallace, el notable autor de Infinite Jest, reconocido por sus sátiras posmodernistas y que se suicidó en 2008. “Eso sí que me sorprendió; me mandó un mail donde me dijo que había leído mi historia; no lo esperaba, fue completamente increíble.” Los blogs literarios destacaron el trabajo puesto en la obra, su pulido estilo low-fi, aunque aparecen una y otra vez las mismas preguntas: ¿le hubiesen dado lugar de no ser quién es?, ¿se recomienda por lo que realmente vale o por quien la ha escrito? A la primera se responde fácil: es obvio que no. La segunda dice más sobre lo hipster que sobre Piña en sí o su autor: un lector generoso que recomienda a Charles Portis, John Fante, Mark Twain, P.G. Wodehouse, Joan Didion y George Saunders.
La versión en castellano de Piña fue publicada a fines de 2011 por la editorial catalana Alpha Decay, y por estos días aterriza en las librerías porteñas. Vale mencionar el trabajo de Mercedes Cebrián en la traducción, encapsulando el tino entre sórdido y tierno de su autor, junto a las ilustraciones de Blanca Miró que más de un desprevenido imaginaría realizadas por el mismo Cera. En una de ellas aparece un irritante fan de Silver con la famosa remera de Daniel Johnston que popularizó Kurt Cobain. El protagonista está allí para cargar música en su iPod. Cosa que finalmente no hace, pero sirve de excusa para preguntarle a un melómano como Cera sobre lo que tiene cargado en su propio reproductor. Hay clásicos noir como Television, Neil Young, David Bowie, rarezas como Tito Puente, alternativos como Blonde Redhead, junto a lo más florido y selecto de la escena de Montreal: “Alden Penner, Unicorns e Islands”, recuenta.
El radar de Cera está mucho más allá de un usuario afiebrado de Pitchfork Media: él mismo llegó a grabar con Weezer para su disco Hurley y salió de gira con Mister Heavenly tocando el bajo. El ida y vuelta con la música también tuvo su combustión en más de una de sus interpretaciones en el cine. En casi todas, mejor dicho. Como la memorable escena final de Juno, donde se cargó la acústica y tocó Anyone else but you de Moldy Peaches con Ellen Page. En Nick & Norah: noche de música y amor fue bajista de un grupo llamado Los Pajeros y repasó con su partenaire una “infinita lista de canciones”.
–La verdad es que no lo he considerado como una persecución profesional; lo que más me gusta es ser capaz de tocar con amigos. Es algo realmente increíble subirte a escena para hacer música con otras personas. Cada vez que lo hice sentía que la música siempre había estado allí, incluso antes de empezar a tocar.
–Tonight’s the Night, de Neil Young.
Tras la fría recepción de Youth in Revolt (basada en una novela de culto noventosa), en 2010 llegó el súmmum de todos de los metamensajes en una sola película: Scott Pilgrim vs. The World. Cera fue el protagonista de esta cinta basada en un comic, con estructura y efectos especiales símil videojuegos, que incluía parodias hasta a Seinfeld y les daba codazos en el hombro al indie rock y a la cultura geek. Pero por alguna razón falló (en la Argentina fue directamente al video), algunos la amaron y otros la aborrecieron, tanto que comenzó a hablarse en blogs y revistas del “no va más” en el interés del mainstream por lo under. Al menos Cera se dio el gusto de estamparles sendos besos a sus heroínas (Portia Doubleday y Mary Elizabeth Winstead). Las imantó con ese magnetismo bien definido por Juno y que habita en sus caracterizaciones: “La persona más cool del mundo sin siquiera intentar serlo”.
Hace algunas semanas, otro de sus galanes bajo la manga apareció en un capítulo de la nueva temporada de Los Simpson. Le puso la voz a un tal Nick, que se ganó el corazón de Lisa.
–La crítica no molesta, al menos ya no lo hace. En parte hay algo de mí que extrañamente las disfruta. Está bueno ser forzado a mejorar tu trabajo.
–No me acuerdo haber dicho eso, seguramente debe haber sido hace mucho, mucho tiempo atrás. Y no sé bien qué debo haber querido decir. Supongo que estoy tratando de mantenerme vivo y vivir feliz, como todos los demás.
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