Sin abandonar la “jarra loca”, Los Alamos viajaron a Chile, Brasil, Europa y también anduvieron por el país. Pero el amor se llevó a Peter a perseguir a su Manuelita hasta Francia y se fue de luna de miel con ella y sus compañeros de ruta. Esta podría ser la banda que nunca vas a escuchar, pero los vas a ver en el documental Lost Alamo, de Francisco Forbes, en el Bafici.
› Por Julia González
Kentucky Pacífico es la pizzería que funciona como reducto bajonero de quienes gozan de esa belleza del under llamada Salón Pueyrredón. Van muchos otros comensales que no necesariamente pasan por el Pueyrredón, pero es cierto que los fines de semana, si sobraron unos pesos después de algún recital, nadie puede negarse a irse a dormir con la panza llena, un par de porciones al molde, enarbolar tal vez la última cerveza y listo: otra noche ganada. Pero también Kentucky Pacífico es una canción de Los Alamos, influenciada justamente por esa esquina que muchas noches devenidas en madrugadas los albergó. La franja histórica de 2004 a 2009 los tuvo como abanderados del indie junto a las bandas que comenzaban a destacarse, como El Mató a un Policía Motorizado o Los Peyotes. Por aquel entonces no pesaba el hecho de que si unos tocaban blues, otros estaban enganchados con los sixties o con el indie cabeza, o con esta mezcla de folk y country que más tarde se lo bautizaría (esos vicios del periodismo) como narco country. Lo que valía era la comunión entre ellos y la certeza de que se estaba armando una escena en la que todos aportaban por igual. Porque una “escena” es eso: la participación que tiene cada una de las partes en una obra.
Entonces a fuerza del narco country y de una actitud irreverente, Los Alamos conquistaron esa movida indie, junto al resto de las piezas. Se los vio tanto por los sótanos con olor a vómito como en Niceto y La Trastienda, tocaron de la mano del otrora jefe de gobierno, Jorge Telerman, y en el subsuelo del Bauen se camuflaron tras el alter ego de Los Palos Borrachos para tocar en fiestas o terrazas temas del folklore americano, prescindiendo de la batería o las cajas de sonido, y cuando la ebriedad estaba por llevárselos al otro lado. Sin abandonar la “jarra loca” (ese elixir compuesto por fernet y Coca-Cola), Los Alamos viajaron a Chile, Brasil, Europa y también por el país. Hasta que el amor fue una cachiporra en la cabeza de Peter (voz y guitarra acústica) y cruzó el océano en busca de nuevos aires. Se casó en Francia con la oriunda Julia Bayse y al día siguiente salieron de gira con Los Alamos, sus padrinos de boda. En una camioneta, los mejores amigos y una esposa compartían la luna de miel, llevando su música por los pueblos franceses.
Ya asentados en Marsella y luego de la gira europea con Los Alamos en 2009, Peter y Julia tuvieron a Leila, la hija que los acompaña cuando tocan en su ciudad o viajan a pueblitos cercanos con su música. Mientras tanto, en Buenos Aires, Los Alamos residentes armaron otras bandas como Springlizard, El Yacaré, Val Veneto y Modular. Hasta que la idea de volver a tocar juntos se hizo fuerte y se materializó a través del documental Lost Alamo, de Francisco Forbes, el mismo que dirigió Noche sin fortuna, sobre el escritor Andrés Caicedo. Cuando aún estaba en concurso para exhibirse en el Bafici 2012, Forbes les mostró la película casi terminada y diremos, simbólicamente, que a más de uno se le cayó una lágrima. Ese fue el puntapié para volver a imaginar una pizza en Kentucky al finalizar las noches de los conciertos en el Salón Pueyrredón, anfitrión de la banda en Buenos Aires.
Jonah (mandolina y armónica): –No fue que Peter dijo “vamos a juntarnos”. Peter es el cantante de la banda y si bien todo dependía de él para reunirnos porque vive en Francia, él tenía que acceder a venir, pero creo que fue como idea de todos.
Joaquín (batería): –Claro, no fue una expresión de deseo que se la consultamos y él dio el ok y por eso todo esto está pasando. El necesita venir para que nosotros toquemos, pero la verdad nosotros tenemos otras bandas, comemos juntos, salimos, andamos en bici, hacemos un montón de cosas juntos, no es que dependíamos de la decisión pura y exclusivamente de él para que esto pase, es una decisión conjunta. Al mismo tiempo nosotros vimos una versión final del documental, también Francisco se la mandó a él y él se quedó con la misma impresión. Fue un poco general, nos pusimos en contacto y nos hicimos la pregunta: “Che, ¿qué hacemos?”. Juntémonos. Fue como muy unánime, los seis pensamos, sentimos y quisimos lo mismo.
Jonah: –Casi tres años van a ser. Estuvimos escabiando fuerte, fumando un montón de porro, drogándonos (se ríe).
Joaquín: –No, no, ya estamos más viejos, más grandes. Pero mientras estamos haciendo estos ensayos sin Peter, que llega el 12, y después tenemos unos ensayos programados con él.
Jonah: –Desde el primer ensayo sin Peter, que es la parte más importante de la banda, está saliendo buenísimo. Ya está sonando y no es menor, ya que, como tocamos en varias bandas, cada uno eso lo sabe, porque a veces trabajás años y todavía no te suena. Acá fueron cinco minutos y ya sonaba.
Jonah: –Por ahora sacamos un disco que va a ser un casete de un recital de Berna, Suiza, de 2008; yo grabé todas las fechas de las giras que hicimos por Europa, cerca de 30. Lo escucho hoy y digo: “Estábamos re sonando en ese momento”. Esta es una forma accesible para todos nosotros, consumidor final.
Andrés: –Por los tiempos y por la plata; nosotros sacamos un casete con Springlizard, que es algo medio exótico, no es para hacerse el raro, pero en costos es mucho más barato que para hacer 2 mil CDs, que después vendés 200. Lo bueno del casete es que hacés una tirada y la podés seguir haciendo, mandás a hacer y ya está. Y está ahí como para que alguien quiera comprar algo porque no da que Peter llegue y nos pongamos a grabar.
–Estoy cortando tapas de mi disco solista porque tengo un recital en Toulon y lleva para vender. Estoy re nervioso.
–Porque no toco con Los Alamos hace bocha, porque es un viaje distinto, porque estoy yendo con mi familia, mi hija, y me voy a encontrar con gente que no veo hace mil y me van a ver en otro plan. Estoy nervioso por los conciertos y quiero que salgan bien. No quiero que defraudemos a nadie en realidad.
–(Se ríe) Es una re buena pregunta ésa, todo el mundo me la hace. Básicamente yo no estaba contento con mi vida. Lo único que me hacía bien en la Argentina era estar en Los Alamos, tener esa actividad fija. Y no sé... después lo que me pasó fue que paré un poquito, hice un stop y me quedé pensando en el resto de mi vida y era un embole, la verdad que no estaba bueno. Encima cuando me fui tenía un laburo de mierda, no me daba tiempo para laburar con los pibes, entonces de repente sentía que defraudaba al grupo porque no llegaba a rendir lo que me hubiera gustado. No tenía tiempo para componer o de pasar un rato con mi instrumento. No es que quería ser un virtuoso, pero tampoco estaba bien.
–Tuve varios inconvenientes porque no hablaba francés, era súper duro no hablar el idioma, así que eso lo aprendí en el laburo, en la calle. La primera actividad que tuve acá fue armar un ciclo, proyectábamos pelis, documentales de rock en un bar metalero punk de acá, que está buenísimo. Me hice amigo de los pibes porque yo también era punk cuando era chico y me propusieron programar una noche por semana, después hacíamos tocar a algún grupo local y yo pasaba discos. En un año hicimos como cincuenta conciertos. Empezamos a tocar con Julia, después tuvimos a Leila y en ese ínterin me armé el proyecto solo, con la guitarra y cantando, también con algunos efectos y empezamos a grabar. Y de repente, no digo que funcionó, pero nos están dando bola, hacemos notas, saqué dos EPs, dos disquitos, tenemos buenas críticas en la escena musical independiente de acá. Ahora estoy de gira con este proyecto desde marzo, esta noche toco en Toulon y tengo fechas hasta junio con este proyecto, Moondown. Con el grupo con Julia empezamos a tocar y nos invitaron a abrir festivales, que está bueno; nada grande, viste, pero estamos participando de la escena musical.
–Me re emocioné. ¿Vos lo viste? Hay partes de mi casamiento. Me casé acá y al otro día nos fuimos de gira como luna de miel y mi mujer fue la que organizó la gira, nuestra road manager, o sea que familia más rockera no puede haber.
Francisco Forbes, el director de Lost Alamo,
que se dará en el Bafici, enumera los contratiempos para realizar este documental. “Hace tres años, todo era mucho mejor”, dice.
–¿Por qué hacer un documental de Los Alamos?
–En realidad, más que la elección de una banda primero nos interesaba contar la escena de bandas independientes porteñas, y la veníamos siguiendo hace un montón de tiempo. Parecía como que estaba pasando algo en ese momento, había muchas bandas muy buenas y nosotros –que soy yo y Alvaro Cifuentes, él está terminando un documental de Los Peyotes– veníamos haciendo documentales sobre diferentes tipos de artistas. Hicimos un documental de Andrés Caicedo, que es un escritor colombiano, y después teníamos ganas de seguir esa línea y realmente nos parecía que estaba bueno trabajar con una banda de este circuito que por ahí tiene otro registro, a seguir a un escritor. Se nos ocurrió presentar un proyecto, que es la ley de mecenazgo, y Los Alamos era una de las bandas que más me interesaba en vivo junto con Los Peyotes, Prietto (Viaja al Cosmos con Mariano) y El Mató. Finalmente esa ley nos daba menos plata y bajamos a dos bandas. Igualmente, desde la primera vez que los vi en vivo hasta que los conocí fue un proceso bastante largo. La idea del documental era “quiero mostrar lo que me está pasando a través de una banda así”.
–De alguna manera es una contradicción, porque Los Alamos no están tocando más.
–No creo que haya otra banda como Los Alamos ahora, porque también El Mató ya es casi mainstream... tampoco tanto, pero está apuntando para ese lado. Más que nada me interesan los años de 2005 a 2007, que surgieron un montón de bandas y en realidad era salir jueves, viernes y sábado a ver bandas e interesarse por esa movida. Ahora no lo estoy haciendo tanto. También pienso que hace tres años todo era mucho mejor, hasta costaba más barato emborracharse (se ríe).
–¿Cómo fue el rodaje del documental?
–En la gira de los chicos en Europa no estuve. Yo los conocí personalmente en 2009. Básicamente en abril presentamos al concurso y lo venimos pensando desde 2008, una amiga me pasa el mail de Jonah, le escribo y me dice: “Nos encanta la idea, pero ahora estamos medio en trance porque Peter está viviendo en Francia; pero bueno, lo vamos armando”. Y después se dio que Peter vino en agosto de 2009, iban a hacer esa gira que fueron varios shows en Buenos Aires, en La Plata, en Chile, entonces un poco se planteó el rodaje y estuve casi todos los días filmándolos a ellos. Se fueron de gira y después tuve suerte de que pegué un viaje a Francia por otra película y estuve unos días filmando con Peter allá.
–¿Tu película fue realmente el puntapié para este regreso?
–Puede ser; me mandó un mail Poli (guitarra), me acuerdo de que Peter venía para hacer la gira y todavía tenía que ver si el documental iba a estar en el festival. Pero creo que un poco se aprovechó el momento. Seguramente algo de nostalgia le causó a Peter cuando vio la película. Yo se la mandé y le dije: “Te vas a poner medio triste cuando la veas”.
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