Jue 12.04.2012
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BJöRK ES COMO BJöRN BORG

Lo mejor de su época

› Por Luis Paz

Biophilia Residency, de Björk, es probablemente el show más impactante que se haya visto aquí. Es mucho más íntimo que las nueve paredes de Waters, bastante más contundente que el de Radiohead en el Club Ciudad, más orgánico que el de Nine Inch Nails allí, zarpadamente más vistoso que el de Pixies en el Luna Park y aún más desopilante que el de Flaming Lips en GEBA; y eso que esos cinco shows fueron excepcionales. En materia de delirio, pocos pueden arrimársele a la islandesa: Biophilia, su último CD, es sólo una parte de un proyecto audiovisual que funde naturaleza con tecnología de vanguardia, e incluye a ese álbum, los desarrollos de nuevos instrumentos y programas informáticos, un sitio web soberbiamente interactivo y una gira en la que Björk realiza estos shows (y workshops) íntimos en pequeños auditorios: una gloriosa distancia (y un cuidadoso sistema de sonido) para apreciarla.

Björk dará un show masivo en GEBA (el 21 de abril, también en el marco del Personal Pop Festival), pero las residencias son una cosa distinta y espectacular: ella y un coro divino (el Graduale Nobili) de 17 islandesas, que reemplaza las secciones de cuerdas y vientos de los temas que toca en hora y media. Y sólo dos instrumentistas: el grosso baterista Manu Delago y el aún más grosso Max Weisel, armado de computadoras, teclados, tablets, controladoras MIDI (para un órgano de tubos y un piano de diseño propio) y una reactable que, en cada intervención, activa un bruto bobinado Tesla.

Desarrollado psicodélica, científica y emocionalmente (todo a la vez) en un relato audiovisual entre el átomo y el infinito, el show incluye piezas de Biophilia y otros bellos y raros álbumes en los que Björk hizo más que pronunciar como erres las eres: diseñó un monóculo musical para mirar al corazón mismo del mundo. El sonido es impecable y la experiencia es de una inmersión total: los 90 minutos pasan volando. Más bien es tu cabeza la que se la va a pasar volando en este baño de irrealidad, en esta tremenda presentación de verosimilitud para una delirante conspiración audiovisual.

* Biophilia Residency de Björk continúa el jueves 12 y el domingo 15 en el Centro Municipal de Exposiciones, Eduardo J. Couture 2231. A las 21.

Emir Kusturica El yugo eslavo POR JULIA GONZALEZ Mariana es Natalija, la actriz frívola que los íntimos yugoslavos Marko y Blacky se disputan sin importar la guerra ni la traición, protagonista de luxe en Underground, esa obra maestra del cine estrenada en el ‘95. Extasiada de alegría, esta Natalija criolla de rulos –como el pibe Valderrama, pero negros– oscila entre uno y otro, da vueltas con los brazos en alto, colmada de música de los Balcanes que la hace bailar y entregar su amor sin mirar a quién. Emir Kusturica la toma de la cintura y baila en círculos. Mariana lo abandona y danza con esta especie de maestro de ceremonias, un hiperestimulado Dr. Nelle, que en algún lugar del escenario dejó el violín para trenzarse con la graciosa mujer. La música se enfiesta en cada uno de los que puebla la pista y la quimera nace al cerrar los ojos y entrar en el tiempo de los gitanos. Atrás queda la realidad del terruño austral, en cambio todos se apropian de la tradición balcánica. Al menos hasta que este ejército de la celebración diga adiós. Todos somos, fuimos y seremos gitanos en las noches en que Emir Kusturica & The No Smoking Orchestra trae su permanente excursión gitana. Sonidos árabes, hindúes, griegos, italianos y rusos están en un anaquel de humo, quilombo, gritos y sarcasmo ampuloso. Hay más de veinte personas en escena y no todos son músicos. Entre el bulto de chicas bailando, músicos ejecutando y otros que sobresalen detrás del telón, se lo ve a Dragan Teodorovic, el fotógrafo que viaja con la banda inmortalizando cada toque, delante de la batería, disparando con su herramienta de trabajo. El día anterior había presentado su muestra de fotos en el bar Orsai, reducto conceptual para aquellos seguidores de Hernán Casciari. En esa casona de San Telmo devenida en bar tocó la Jazz Gitano Ensamble, que el viernes pasado presenció por primera vez el show de Kusturica en el Teatro Vorterix. La noche de la muestra supuestamente iba a venir el cineasta. Había cerveza free y los músicos convidaban whisky a las chicas, pero cerca de la 1 la ausencia de Emir fue un hecho. La explicación de alguien de la producción fue simple: “El es así como ves en sus películas, va y viene, es un gitano sin tiempo”. * Emir Kusturica & No Smoking Orchestra agrega una nueva función por localidades agotadas el sábado a las 21 en el Teatro Vorterix (Av. Lacroze 3455).

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