LA VELA PUERCA PRESENTA PIEL Y HUESO
El Cebolla está encendido: “Los uruguayos nos jactamos de la garra charrúa sólo cuando jugamos al fútbol. ‘¡Pongan huevos!’, exigen. ¡Pará un poco! ¿Qué conocés de la cultura charrúa? ¿Un monumento perdido en El Prado?”. Mamita.
› Por Juan Ignacio Provéndola
Pocas fobias podrían atentar tanto a la naturaleza de un músico como la de los estudios de grabación. Una banda sin discos sería como un océano sin peces, apenas el rumor atonal de un estanque gigante moviéndose tontamente por orillas que no le pertenecen. A lo largo de 17 años, seis álbumes y una carrera que ni siquiera necesita ser subrayada, La Vela Puerca transitó salas y registró cintas como un acróbata con vértigo que se ve perdido en medio del elástico, aunque sin que este inconveniente hiciera menoscabo en su obra. Albumes fundamentales de su discografía como De bichos y flores o A contraluz (sólo por citar a unos pocos en nombre de otros pocos) fueron concebidos con tanta dedicación y entusiasmo como temores y tensión. “La luz del REC, el silencio, los auriculares”, describe Sebastián Teysera el sórdido estado de situación que se le figura entre micrófonos colgando y placas aislantes. “A una canción recién la podés conocer en vivo, porque te vas familiarizando con ella y establecés otra relación. En el estudio, en cambio, la estás pariendo, cantándola por primera vez, pero dejándola así para toda la vida”, amplía el Enano.
Pero hubo, esta vez, una decisión que modificó los acontecimientos. Tal como ya lo hicieron muchas bandas a lo largo de la historia, La Vela Puerca alteró el hábitat de grabación en beneficio propio, y algo comenzó a cambiar. “Esta vez alquilamos una chacra y montamos un estudio ahí. Nos fuimos a vivir durante cuatro meses a 30 kilómetros de Montevideo, cosa de poder ir y volver en el día en el caso de tener que hacer un trámite o algo por el estilo”, cuenta el Enano.
“Si bien en toda grabación se te ven las cicatrices y los puntos negros, no me sentí tan frío. Fue como una cosa intermedia. Nadie nos apuraba, y si no estábamos inspirados para grabar, lo dejábamos para el otro día. Son cosas que no suceden habitualmente, aunque de todas maneras me sigo sintiendo mucho más cómodo arriba del escenario que dentro del estudio.” Cebreiro, el otro Sebastián, asiente a su lado, como en el escenario: “La clave fue haber dispuesto de mucho tiempo. En un show, los errores no son tan importantes y lo que queda es la emoción. Por eso me siento tan completamente identificado con el vivo y poco y nada con grabar en un estudio. Cuando finalmente lo tengo en mi mano, digo: ‘¡Pah, qué divino! Pero ojalá se pudiera haber hecho de otra forma sin tener que pasar por todos estos nervios’.”
Como un lobo vestido de cordero, el estudio nunca pareció tal, y eso propició el más favorable de los climas para explotar no sólo las potencialidades del material vigente sino, también, el del latente. Así salió Piel y hueso, un trabajo que pretendió ser la continuidad de una intensidad sin renuncios y al que luego se le sumó una suerte de EP adicional acústico con arreglos de cuerdas y en plan de descontracturar. “Hubo una parte totalmente craneada, programada y ensayada, y esta otra que se terminó de componer casi en la misma grabación. Hay veces que estás grabando y alguien te abre la puerta para decirte que te apures, pero nosotros buscamos un contexto que fuese la antítesis de eso. Fue algo que sólo podíamos hacer pagando un millón de dólares en horas de grabación o trabajando bajo las libertades que nosotros nos propusimos”, explica Cebolla.
Cebolla: –Se fue dando. En un momento dijimos: “Grabemos un primer disco, más rockero”, que lo habíamos ensayado durante un mes en un lugar que acondicionamos con un sonidista y un arquitecto que fueron a la sala a poner una trampa de graves por acá, otra cosa por allá. Una vez logrado eso, nos guardamos las tres últimas semanas en la chacra para jugar con otras cosas. Había música, letras y hasta canciones, pero teníamos que vestirlas. Fue una experiencia completamente nueva y, tal vez, la parte más divertida.
Enano: –Me gustaría editar el próximo disco en pendrive y también en vinilo. Ojalá pudiera tener una bandeja de vinilo en el auto, pero como no puedo, me tengo que amigar obligatoriamente con el mp3 y no me queda otra que el pendrive. Aunque lo seguimos utilizando porque aún no se inventó otra forma de editar música, no me gusta el formato CD. Soy muy salvaje escuchando música y terminan volando por la ventana del auto. ¡Los rayo a todos en la ansiedad por ponerlos, y normalmente en la canción que me gusta! Soy muy desprolijo, así que siempre ando con el iPod, aunque me he ido de giras o vacaciones con bandejas de vinilos, potencias y parlantes.
Cebolla: –Yo creo, humildemente, que la historia está muy mal contada. Nosotros idolatramos a (el primer presidente constitucional uruguayo, Fructuoso) Rivera como a un prócer y, sin embargo, para muchos fue un traidor. El se jactó de aniquilar a la comunidad charrúa, cosa que no habían logrado ni ocho virreyes de España, pero lo hizo a base de traición, porque ellos habían sido sus aliados en la guerra contra los portugueses de 1920. Los mató por la espalda, y la historia está tan mal contada que da un poco de bronca. No digo que haya que sacar la bandera charrúa para reivindicarla, pero al menos tenía la necesidad de contar eso después de haber leído varios libros de Historia. La letra habla de Polidoro, uno de los caciques más importantes de la resistencia, y la hice junto al Mandril (Lieutier, el bajista de La Vela), que sabe muchísimo sobre Historia.
Cebolla: –Los uruguayos nos jactamos de la garra charrúa sólo cuando jugamos al fútbol. “¡Pongan huevos!”, exigen. ¡Pará un poco! ¿Qué conocés de la cultura charrúa? ¿Qué queda de ella en el Uruguay de hoy? ¿Un monumento perdido en El Prado? ¿Una historia que nadie entiende cómo pasó? Metete y fijate si lo que a vos te enseñaron en la escuela es lo que realmente ocurrió, nunca agarres el paquetito que te quieren vender. Yo me sentí identificado con esa situación, aunque no sea charrúa sino hijo de inmigrantes, pero reconozco que la historia que piso es mucho más interesante que la que me contaron. Tiré esa bomba, ojalá despierte algo.
Enano: –No sabía eso, aunque no creo que ellos hayan escuchado nunca a La Vela, así como yo tampoco jamás los escuché a ellos, je je. Las canciones tienen su personalidad y recorren el camino que les toca. Yo no puedo estar detrás de todo lo que sucede con ellas, simplemente voy hacia adelante haciendo lo que me gusta. Ahora, de pronto, no estoy de acuerdo con eso. ¿Por qué usan canciones que son la antítesis de lo que están diciendo? Pero prefiero seguir y no trancarme con ese tipo de cosas. ¿Qué voy a hacer? ¿Un juicio? Por supuesto que no me gusta que se le dé ese uso, pero soy consciente de que, una vez que la editás, tu obra pasa para otro lado. Tal vez me dé un poco de bronca, pero la canción misma sabe bien cómo es.
* La Vela Puerca toca este sábado a las 22 en GEBA (Marcelino Freyre 3831).
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