Jue 07.06.2012
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EMPEZó EL FESTIVAL CIUDAD EMERGENTE

La posibilidad de una isla

El encuentro que ocurrirá hasta el domingo en el Centro Cultural Recoleta aparece como un territorio flotante sobre el mar de clausuras, retiros de apoyo económico y desmerecimientos por parte del mismo gobierno que la organiza, el de la Ciudad, hacia los artistas. Como un espejismo, pasarán casi setenta bandas, y artistas escénicos, digitales, urbanos, audiovisuales y de stand up. Aquí, una guía con las bandas más interesantes del festival.

EMERGENTE ESPAÑOL: EL COLUMPIO ASESINO

“Siempre hay ciclos y tendencias”

Tres años después de poner a prueba la elasticidad del indie español con La gallina, hermoso paisaje discográfico en el que el placer del dolor y el lado lóbrego del krautrock gozaron de un idilio, El Columpio Asesino nuevamente apeló al desconcierto en su última producción, Diamantes, en la que se aventuró a mostrar su cancionero más luminoso. “No tenemos prejuicios. Siempre existió el mismo espíritu abierto y ecléctico en el grupo”, subraya Albaro Arizaleta, vocalista y baterista del combinado pamplonés, sobre su cuarto álbum, calificado casi por unanimidad por la prensa ibérica como el mejor de 2011. “Por primera vez, pensamos en el disco como unidad. Quisimos que fuera ligero, por eso es más pop.”

“Carretera y festín” es la consigna de Toro, la canción más palpitante y urgente, el pivote que machaca una y otra vez un manifiesto semidefinitivo de un conjunto consecuente con su propuesta desde su formación en 1999. A pesar de que la salida de este trabajo coincide con el auge de The Manhattan Love Suicides, Crocodiles o The Pains of Being Pure at Heart, una facción de grupos que perpetúan el heraldo que fluctúa entre The Jesus and Mary Chain y Spacemen 3, el español no hace caso a los símiles ni se preocupa por tener que demostrar la sostenibilidad de su impronta. “Siempre hay ciclos y tendencias. No sabes de dónde vienen.” Además, el quinteto es una agrupación singular en la escena de la nación europea porque su sonido difiere del del resto de los tótem locales y por encontrarse en la periferia de un circuito dominado por Barcelona y Madrid. “Somos la cara B del indie”, define Albaro, quien maneja la batuta de la banda junto a su hermano Raúl. “Crecimos escuchando a Kortatu y La Polla Records, aunque nos convertimos en un grupo de sonido oscuro en español”, explica. El Columpio Asesino actuará por primera vez en Buenos Aires consciente de su condición de ignoto en esta parte de América latina, pues en México ya ensayaron incursiones: “Nunca sabes las carambolas de la vida. Hace minutos les mandé un mail a los demás integrantes para ver de armar algo especial para este show”.

Si bien El Guincho, figura en marzo de este año de uno de los shows más movidos de la capital argentina, rompió las barreras para la inclusión de España en el circuito indie global cantando en su idioma natal, El Columpio Asesino, que llega a esta Ciudad Emergente luego de bandas como Love of Lesbian, Los Planetas o Russian Red, no especula con su trascendencia. “Es determinante el hecho de donde proviene la banda, y nosotros somos de una ciudad pequeña. Tenemos los pies en la tierra, pues conocemos las complicaciones del mercado”, se sincera la voz del conjunto navarro. “Aspiramos a desarrollarnos en nuestro país y poner un pie en América latina. Nos interesan las cosas puntuales.”

* El Columpio Asesino toca el domingo 10 en la terraza. A las 20.


EMERGENTE URUGUAYO: DANI UMPI

“Nunca me quedo con las ganas”

Papeles sueltos, el borrador de una novela, una agenda tachoneada, discos. Dani Umpi despliega sobre la mesa del bar todo su desorden creativo mientras trata de explicar el funcionamiento de su cabeza. Viene del Teatro Argentino de La Plata, donde arma un ambicioso espectáculo de actuación y música que lo tendrá como único director; le está dando los retoques finales a un nuevo libro de ficción, y sigue presentando Mormazo, su tercer disco. “Hace poco asumí que mi manera de crear es muy dispersa”, asume Umpi. “Yo escribo, hago canciones, canto, hago obra plástica, y siempre lo viví como un conflicto. Pero ya no. Soy Tigre en el horóscopo chino y es mi naturaleza. Para mí el caos es lo natural, el conflicto es cómo te ordenás con eso. Mi gran objetivo es ser caprichoso, por eso nunca me quedo con las ganas.”

Daniel Umpiérrez nació en Tacuarembó (Uruguay) en 1974, en el núcleo de una familia católica. Nada demasiado atractivo para un chico con inquietudes que desde temprano viajaba hasta la frontera con Brasil para conseguir discos y revistas, que se hacía amigo de los que trabajaban en radio para que le grabaran canciones y que seguía el resultado de los ranking radiales como si se tratara de tablas del fútbol de ascenso. “Ese interés por la música siempre fue algo re mainstream. Eran lo que más me gustaban las estrellas”, dice con pasión. Sin embargo, lo primero que tuvo al alcance fue la literatura. Poemas, algunos libros (su novela Miss Tacuarembó, de 2004, fue llevada al cine por Martín Sastre, con protagónico de Natalia Oreiro), algo de teatro y el monstruito que ya empezaba a brotar desde la escena under de Montevideo. Por eso, cuando años más tarde llegó la posibilidad de probar en la música, ya lo tenía todo bajo control.

“En el momento en que empecé a cantar lo hice de manera muy consciente. ‘Voy a hacer esto, va a ser un personaje que cante, andrógino, que no pueda ser clasificado, que no se sepa si es una pavada o algo bien pensado... Hay una motivación que es más metafísica que posmoderna. Por momentos, lo que menos me importa es la música. Como me gusta la numerología, siempre tengo que presentarme como el número tres, tengo que tener a dos al lado, aunque no hagan nada. Esas cosas me importan más que la cuestión musical. Mi obsesión es crear un Umpi icono fetichisable.”

Su último movimiento fue Mormazo, una obra pop estridente que conjuga lo freak y lo grotesco y tiene espacio para iconos tan disímiles como Fito Páez y la peruana Wendy Sulca... en una misma canción. “Estoy muy feliz por eso, yo creo que es lo más hermoso que he hecho”, afirma el autor. “Wendy es un fenómeno que evidencia más cosas de los que la critican que de ella. Evidenció los prejuicios del mundo, como la discriminación, la ignorancia y cómo se trata lo exótico. Cuando se burlan de Wendy porque canta la canción de ‘la tetita’, en realidad lo interesante es que se habla de la cultura dominante y la dominada. En su espacio, el tomar la teta hasta los siete años no es algo que esté mal visto.”

Sobre ese caso, Umpi retoma su máxima ambición: la construcción de un alter-ego con destino de icono social: “Es que me obsesionan los iconos sociales: desde Cumbio hasta Marilyn Manson. Ver cómo hacen, cómo llegan... ¿Lady Gaga? ¡Sí, dos nombres de cuatro letras, como yo! Para mí es importantísima porque logró masificar un tipo de creación, popularizó el camp. ¿Sabés el peso que nos sacó Lady Gaga al no tener que explicar lo que hacemos?”.

* Dani Umpi toca el domingo 10 en la terraza. A las 19.


REGGAE EMERGENTE: HOLY PIBY

Con semilla

Redactada en 1920 por Robert Athlyi Rogers, un escritor de la isla caribeña Anguila que se suicidó en 1932, la Holy Piby es, junto con algunos otros pocos textos inhallables (pero reales), uno de los fragmentos de esa Biblia Negra de la que tanto se habla y tan poco se sabe. Con sus ideas africacentristas y sus arengas a los miembros de la diáspora negra para volver a ese continente, el texto ha sustentado los sueños y deseos de las comunidades negras rastas, dispersas por años de esclavitud y de opresión cultural y económica. La historia tiene saltos paradójicos e impredecibles. A tal punto que, en pleno 2012 y en plena zona sur, Holy Piby es el nombre de una de las bandas más simpáticas y ascendentes de la superpoblada escena reggae local. Desde Afro, su búnker, sala de ensayo y estudio ubicado en Lanús, Sergio Pájaro Robaina y Hernán Sforzini, cantante y percusionista-productor de la banda, respectivamente, confiesan que jamás leyeron este texto (que, a decir verdad, nunca fue fácil de encontrar) y que eligieron el nombre en la búsqueda de “una conexión con toda la música negra”.

La relación de Holy Piby con el célebre espíritu rasta proviene, entonces, puramente de lo musical. Después de escuchar Solo imaginación (tercer disco del grupo, publicado el año pasado) y de pasar un par de horas charlando con ellos, uno llega a dos conclusiones: estos pibes tienen vibraciones positivas y también algo de buena suerte; al año de haber empezado, ya estaban tocando con The Wailers y el género explotaba a nivel masivo con Los Cafres como punta de lanza. En menos de una década, Holy Piby ha funcionado como plataforma para que estos jóvenes músicos de Lanús, Lomas, Banfield y Remedios de Escalada unieran fuerzas con figuras mundiales del género, como Andrew Tosh (hijo de Peter), Gregory Isaacs (que cantó en She is my Baby, de su último disco), Steel Pulse (Sydney Mills aportó sus sintes a We just Dance), Anthony B o Groundation, entre otros.

La impresión es que a estos pibes sagrados aún les queda mucho por hacer: “Creo que con este disco plantamos una semilla que va a dar buenos frutos”, comenta Camel Sforzini, que algo sabe de estos menesteres agricultores. Camel es el productor del grupo y se encarga de percusiones varias, de los samplers (el de Krishnamurti, que abre el disco, es un hallazgo a la vez que una declaración de principios) y de darle el toque exótico al sonido del grupo con didjeridoos a la Jamiroquai. Pájaro —voz líder del grupo que completan Leandro Cucu Parían e Ignacio Sar en guitarras, Hernán Lezak en bajo, Germán Vidal Hahn en batería, Sergio D’Ambrosio en teclados y Ariel Domínguez en saxo alto— rescata también a Ben Harper, cuya síntesis de las músicas negras (reggae, soul, funk y hip—hop) también ejerció una importante influencia sobre la banda. Cierra Camel, corriéndose del reggaecentrismo: “En las radios de Jamaica se escucha mucha música funk y soul, a Curtis Mayfield y a James Brown. Esas eran las influencias de Tosh y Marley”.

* Holy Piby toca el viernes 8 en la terraza. A las 20.


MESTIZAJE EMERGENTE: EL VIOLINISTA DEL AMOR Y LOS PIBES QUE MIRABAN

Inmigración controlada

Se podría decir, sin demasiado margen de error, que la semilla de El Violinista del Amor y Los Pibes que Miraban fue plantada después de la Segunda Guerra Mundial, en el momento exacto en el que Manolo Esperante huyó de España en barco con rumbo a Buenos Aires. Ya en aguas rioplatenses, la tripulación con la que viajaba fue acusada de contrabando y Manolo escapó por segunda vez. De noche, bajo las luces del puerto, se puso su mejor traje, metió todo en un bolsito y desembarcó sin mirar atrás. Sesenta años más tarde, su nieto Nicolás Esperante parece evocar aquellos pasos en formato de canción en esta banda con estampa inmigrante, enamorada de las baladas de marineros perdidos, el romance y la melancolía.

Nicolás espera en la mesa más larga de un bar de Lacroze y Conde, en Colegiales. Lleva corbata, pulóver con cuello en v, sombrero y lentes negros. Lee un libro de Faulkner. Puede ser el tipo que va a charlar con el NO o el extra de una película sobre nietos de españoles en la Argentina. Y resulta que es un poco de cada cosa, además de un fanático de Deportivo Español que sigue penando con el equipo, que se acaba de salvar de descender a la Primera D.

El Violinista del Amor tiene dos discos editados: en el primero abundan las canciones folk, las baladas con mandolina, el clima de spaghetti western y las versiones de temas de Leonardo Favio (Ella me olvidó) y Leo Dan (Mary es mi amor). “No conozco mejores canciones que las que han hecho Favio, Leo Dan o Sandro”, opina Esperante, que se declara fanático de la música romántica italiana. Sin embargo, en su segundo disco, Saltando de alegría, la cosa se pone más espesa, más tristona: las letras se ensombrecen (“No hay mar, no hay Dios a quien rezar”, es lo primero que se escucha) y meten la cola Tom Waits, los Tiger Lillies, el folk irlandés y la estética del teatro berlinés de los años ‘20.

El arte del disco, realizado por el dibujante Federico Pazos, incursiona, al igual que la música de la banda, en una tristeza que linda con lo tétrico. Pareciera que el cuentito de ser inmigrante no tiene nada de pintoresco. Al final, bajar de los barcos no fue lo mejor que les podía pasar. En escena tocan trajeados como si acabaran de llegar y se cambian los instrumentos entre tema y tema, como si ninguno de ellos supiera realmente qué hacer con ellos. Pasan de manos la mandolina, el acordeón y la guitarra. “No somos tremendos músicos y tenemos el criterio de saber cuándo no hay que tocar”, reconoce Nicolás. El grupo reivindica el formato acústico y logra más potencia así que con violas distorsionadas y un batero golpeando los parches como un demente. En el caso de El Violinista del Amor, la melancolía puede ser más potente que la felicidad. Habrá que ver qué opina, a sus 93 años, el abuelo Manolo.

* El Violinista del Amor y Los Pibes que Miraban toca el domingo 10 en el auditorio El Aleph. A las 18.30.


FAMILIA EMERGENTE: LOS COMING SOON

“El alcohol influye en las letras”

”Si estás componiendo música un toque más moderna y necesitás un veredicto, ¿qué mejor que recurrir a tu hermana menor antes que a algún dinosaurio de una discográfica?”, plantea Laura Hirsch, tecladista y cantante de Los Coming Soon, para explicar la gestación de la banda y de su disco We are Family, que hace tan sólo dos años era un puñado de melodías en la cabeza de su hermano Patricio (cantante y guitarrista) y hoy representa una de las propuestas más originales de la escena emergente en base a un pop rock dulzón que resalta por prolijidad y matices nocturnos.

La historia del cuarteto empezó en una casa familiar: Patricio le mostraba a su hermanita Laura las canciones que componía a modo de hobby, ella decía qué le gustaba y qué no, y el proceso seguía. Cuando más o menos hubo una cantidad de temas respetables y que seguían una línea, se dieron cuenta de que tenían una banda. Allí fue cuando entraron Javier Otero, la pareja de su otra hermana, para tocar el bajo; y más tarde Rodrigo Bodaño en batería. El resultado es este debut excelentemente titulado, un recorrido armónico de diez canciones en las que es fácil ser seducido por la simpleza y la prolijidad con la que encaran un pop dulce que no empalaga, cerca de las vocales suaves de The Magic Numbers, y un disco de rock cuidado, con un groove parecido a la etapa soft de LCD Soundsystem.

“Si nos escuchás, podés identificar fácilmente el bajo, la batería, la guitarra, la voz y los teclados. Todo se percibe perfectamente. Esa prolijidad viene de haber sacado elementos para dejar algo simple”, explica el mayor de los hermanos para dejar en claro el sonido de Los Coming Soon. “Componemos con un estilo muy barroco, pero a la hora de escuchar no queremos que nos sature”, indica. Esa armonía aparece en Fernet Tastes Good, el hit prematuro de la banda, que rotó bastante el año pasado gracias al video dirigido por Axel Byrfors. El audiovisual muestra a una nena jugando con cupcakes, en medio de una escena de inocencia y luces. Mientras tanto, Patricio canta en un inglés creíble acerca de las maravillas de la sabrosa bebida, un concepto constante en la banda: “Siempre nos juntamos en la casa de Patricio, que es barman; por eso el alcohol influye tanto en nuestras letras”, excusa Laura las odas al escabio.

La misma rapidez con la que Los Coming Soon escribieron su propia historia la tienen mirando al futuro: “Tenemos gran parte del segundo disco compuesto —adelanta Otero—. Ahora queremos cambiar la fórmula y, a la hora de grabar, hacerlo en vivo. Tenemos pensada una serie de canciones más movidas, con mayor influencia del público. Queremos pasar del bar al boliche”.

* Los Coming Soon tocan el domingo 10 en la sala Villa Villa. A las 14.30.


Dícese de lo que está en emergencia

Ciudad Emergente durará cinco días: comenzó ayer con las actuaciones de Cirse y Bomba Estéreo y acabará el domingo, con el show de Daniel Melero y sin la posibilidad de un “recital sorpresa”, tras los incidentes ocurridos en el cierre del año pasado, cuando una mampara cayó sobre una chica y la hirió. Es un período breve para un encuentro de artistas en una ciudad que destaca internacionalmente por el nivel y la cantidad que nuclea. Pero es un espejismo que durará más de lo común. Porque eso es Ciudad Emergente, un oasis en una ciudad que en su estructura cultural oficial es desértica.

El problema no es que exista Ciudad Emergente, un festival destacable por su transversalidad (aunque también pueda discutirse eso) sino que no exista nada más. Artistas de la música, el cine, las

artes urbanas, plásticas, escénicas y humorísticas mostrarán lo suyo por el resto de esta semana para decenas de miles de personas. El lunes, los artistas volverán a estar ocultos y a su suerte; y el público, a no disponer de un entramado de eventos culturales de esta magnitud. Los graffiteros volverán a estar en contravención municipal, por caso.

Los músicos volverán a sus conciertos subterráneos, todavía sin la posibilidad de jubilarse, porque el mismo Gobierno de la Ciudad que organiza este festival fue el que vetó ese beneficio, que el propio bloque del PRO había votado en la Legislatura.

Comúnmente se hace referencia a Ciudad Emergente como un festival de artes independientes. Es muy relativo: el grueso de las cincuenta bandas que actuarán este año está representado por pequeños y medianos sellos y/o trabaja con productoras, managers y agentes de prensa establecidos en el circuito underground “formal”. La mayoría, también, lleva alrededor de una década tocando. Apenas hay lugar para los músicos que se autogestionan y para los más jóvenes de todos. Que la mayor parte de los presentes tenga más de treinta años es un buen indicador de esto.

Por otro lado, y aunque se pueda ingresar de manera gratuita, Ciudad Emergente se presenta oficialmente como un espacio de rédito cultural y económico para la Ciudad. También es relativo. Lo que el festival (con el Centro Cultural Recoleta como única sede) provee es una concentración de movimiento en una zona preferencial de Buenos Aires. Ni los quiosqueros de La Boca, ni los taxistas de Pompeya, ni los locales de comidas rápidas de Boedo, ni los locutorios de Balvanera verán ampliarse sus cajas diarias por la realización de este encuentro, y ningún espacio cultural que esté por fuera de la órbita administrativa del Gobierno de la Ciudad recibirá las mieles de programar en tal cantidad, con esta calidad, con esta facilidad.

Por supuesto, Ciudad Emergente es un festival notable, con artistas de una calidad muy grande. Por eso lo contamos. Pero, ¿los hay en todas las áreas? ¿Donde están los artistas de cumbia, folklore, jazz, blues y tango en expansión? ¿Cuál es la política cultural de este gobierno municipal, al fin y al cabo? Se ven algunos rasgos burdos: concentración, unificación... todos paliativos. “Emergente”: dícese del que está en emergencia. Pero sin posibilidad de llamar a una línea de atención para artistas y públicos en riesgo, Ciudad Emergente resulta apenas una gigantesca cápsula analgésica para los síntomas del arte de esta ciudad joven, underground.

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