Jue 27.02.2003
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BONO, POSIBLE CANDIDATO AL PREMIO NOBEL DE LA PAZ

“Quiero cambiar el mundo”

El cantante de U2 sigue haciendo méritos como activista social global. Además de haber merecido un premio a la “personalidad del año”, ahora figura en la lista preliminar de candidatos al Nobel de la Paz 2003.

› Por Roque Casciero

Durante el fin de semana, casi al mismo tiempo que la organización MusiCares lo elegía “personalidad del año” por su labor musical y humanitaria, se supo que Bono está en la lista de 150 personas y organizaciones de todo el mundo candidatas al Premio Nobel de la Paz. Además del cantante de U2, figuran el Papa Juan Pablo II, el presidente francés Jacques Chirac y la Unión Europea. No es de extrañar que Bono figure en semejante listado: su trabajo como activista de Jubileo 2000 (por la condonación de las deudas externas de países del Tercer Mundo) y contra el sida en Africa ha producido resultados contundentes. En el camino y por esa vieja idea de cambiar el mundo, el hombre anteriormente conocido como Paul Hewson se ha puesto a sí mismo en lugares incómodos para una estrella de rock: al lado de personajes dudosos como el ex secretario del Tesoro norteamericano Paul O’Neill, por ejemplo. Aquí se reproduce una entrevista en la que el posible Nobel de la Paz 2003 (los premios se entregan en octubre) trata de poner en foco la atención que recibe por su trabajo social y, de paso, insiste en que la solución de muchos males está al alcance de la mano.
–¿Qué es lo que te motivó a emprender labores humanitarias?
–Diría que la megalomanía. Empezaría por ahí.
–Pero podés satisfacer ese impulso sólo con ser una estrella de rock.
–Noooooo... Eso es sólo como invadir Polonia (risas). ¡Todavía queda el resto del mundo! Quiero cambiar el mundo y quiero divertirme, como todos. Esos dos instintos no deberían excluirse entre sí. A veces, cuando triunfás en un área de tu vida, como la música, pensás que podés aplicar ese mismo momentum a otras cosas. Supongo que pensé eso.
–Has dirigido mucha de tu energía hacia Africa. ¿Por qué ves la crisis de ese continente como la que define a nuestra generación?
–Alrededor de dos millones y medio de africanos van a morir durante el próximo año porque no pueden tener acceso a drogas que en Europa y Estados Unidos cualquiera consigue. Si eso es aceptable, entonces pienso que la historia deberá considerar irrelevante a nuestra era. La palabra “civilización” es demasiado fuerte si uno puede vivir confortablemente con esa clase de fatalidades. No creo que uno deba ser demasiado inteligente o piola como para entender eso. Está absolutamente claro. Lo que más me molesta es la estupidez. Y la gente muere por la más estúpida de las razones: el dinero.
–¿Cómo hacés para persuadir al público de que una calamidad de semejante escala puede resolverse? Mucha gente debe sentirse sobrepasada y sin respuesta contra una tragedia tan grande.
–Es algo posible de resolver. Si existe la voluntad política, podemos hacerlo, créase o no. Cualquiera que diga que no podemos, está mintiendo. Pero a la gente se la agota y entonces no cree que el mundo sea tan manejable como realmente lo es. La gente es más poderosa de lo que pensamos. Los Estados Unidos, que es donde busco liderazgo en tiempos como éstos, están disfrutando de un poder económico, militar, tecnológico y cultural sin precedentes. Pero en este preciso instante la democracia está en un momento de crisis. No se pueden tener los beneficios de la globalización sin algunas de las responsabilidades.
–¿Qué pasará si Occidente no actúa?
–Si perdemos esta oportunidad de hacer lo que hacemos mejor, que es entregar tecnología y medicamentos a la gente que lo precisa, de repente esta gran cultura se pondrá desagradable. Empezará a verse como Pompeya o la caída de Roma. No puedo pasarlo por alto. Estábamos parados en la pista de aterrizaje del aeropuerto JFK (Nueva York) enviando seis millones de cajas de zapatos de chicos de todo el mundo a los huérfanos por el sida y a los niños con sida de Africa. Entonces alguien dijo que para muchos de esos chicos sería la última Navidad. Entonces pensé: “¿Por qué?” Esoschicos no tienen leucemia, sino sida. Pero nosotros tenemos drogas, así que no tienen por qué morir.
–Dijiste que la fama es moneda de cambio en esta misión. Aun así fuiste más allá de intentar llamar la atención y de llegar a gente con influencia. ¿Cómo fue que tu rol evolucionó hasta incluir las negociaciones?
–Terminé en ese lugar porque no había otra persona. Mi trabajo era que Estados Unidos se enterara del movimiento Jubileo 2000, que era muy importante en Europa. Me resultó difícil porque no se puede hacer un movimiento, sino que hay que hacerlo crecer. Y no teníamos tiempo para eso. Llamé a algunas personas para que me ayudaran. Me encontré con economistas para conocer los argumentos, porque me di cuenta de que el trabajo debía ser hecho en las mesas de negociación, no en las calles.
–Las mesas no tienen la mística o la excitación de la calle, que es el foro usual para los rebeldes del rock.
–¡Y yo soy bueno para las pancartas! Prefiero eso. Tiene mejor aspecto. Es mucho más glamoroso para una estrella de rock estar en las barricadas con un pañuelo tapándole la cara y tirando bombas de mal olor que estar de traje y maletín. Pero no teníamos tiempo.
–¿Te preocupan los cínicos que miran torcido a las superestrellas que se dedican a las buenas obras?
–Yo espero que me arrojen esa clase de cinismo. Siempre estoy a mano para que me tiren tortas de barro, piedras y pequeñas armas de asalto.
–Entonces estarás más cómodo ganando un Grammy que el Premio Nobel.
–¡Me encantan los Grammys! Más, por favor, más, más, más. Es un tema difícil. La gente habla de tu “trabajo caritativo”. Como dice en las Escrituras, si tu brazo izquierdo sabe qué hace tu brazo derecho, entonces no es caridad. Cualquier cosa que la gente haga públicamente no es caridad. Debés estar promocionando tus ideas o a vos mismo, o a ambos a la vez. Pero, al final, no me importa por qué razones la gente hace las cosas, si es que hace algo.
–¿Te desmoraliza la posibilidad de que la gente se canse de la caridad?
–Si la gente ha perdido su compasión, entonces ha perdido su humanidad. Y no creo que eso esté pasando. La gente cambia de canal porque se siente impotente e incapaz de producir un cambio. Entonces, ¿cuál es el sentido de recordarte qué es lo que no estás haciendo? Nuestro mensaje es exactamente lo opuesto. Realmente podés cambiar las cosas. Y, de paso, no te estamos pidiendo dinero. Ya diste lo suficiente. Lo que te estamos pidiendo es que le des tu permiso al presidente de Estados Unidos y al primer ministro inglés para que ellos gasten ese dinero salvando vidas.
–¿Por qué esta causa es más urgente que, digamos, los problemas de las comunidades con el crimen o la pobreza?
–Estamos hablando de un holocausto. Y te harían las mismas preguntas si fueras un alemán que vivía a comienzos del Tercer Reich. Cuando cargaban a los judíos en trenes, ¿cómo dejaste que pasara eso? Es como cuando les soltaban perros a los negros en el sur de Estados Unidos en los ‘50. ¿Cómo dejaste que pasara eso? La historia tiene una modo de hacer ridículas ideas que en algún momento fueron aceptables. Pienso en los años ‘80. Lo que entonces era aceptable ha sido puesto en ridículo por la historia: las colitas en el pelo, las hombreras, las camperas de seda con los números de las estaciones de radio en la espalda... Pero Live Aid no fue puesto en ridículo. Los músicos se metieron en un agujero que los políticos habían dejado libre y simplemente dijeron que no.

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